Te vendo un perro es una novela de Juan Pablo Villalobos, un libro que me generó, al mismo tiempo, dudas y satisfacciones. Esto tiene su lado bueno para la editorial, porque tengo que leer otra más de sus novelas para saber si este autor en realidad me gusta o no. Eso ya es un buen indicador. Dudas, decía, por ejemplo en relación al humor, que no me hizo gracia, y satisfacciones de contenido y de ritmo, porque la novela se lee amenamente.
Dudas, por ejemplo, cuando uno de los perros de la historia se intoxica de marihuana, cosa que es muy poco probable (p. 93). {Para escribir esta reseña he leído la edición: Juan Pablo Villalobos, Te vendo un perro, Anagrama, Barcelona, enero de 2015}
El protagonista no terminó de ser del todo verosímil para mi… se llama Teodoro, igual que el autor de un libro de constante presencia en esta novela, la Teoría Estética de Theodor Adorno, la cual usa para sacar frases con las cuales relacionarse. Afirma de sí no importarle mucho el arte y las humanidades, pero sabe bien quién es Artaud, Adorno, Kerouac, Juan O’Gorman, entre otros. No se entiende si el protagonista es irónico, o simplemente inconsistente. En términos generales, el libro me agrada, pero Teo, aunque simpático, no termina de convencerme.
Teodoro es alguien que quiso ser pintor o artista, y no pudo serlo por las cosas difíciles de la vida. Eso me gustó, porque es algo que se repite en muchos dramas: la frustración del arte. El peso permanente de no haber seguido el llamado del arte en la juventud. Aunque sea un perfil muy usado, un poco cliché, me gusta ver que aún aparece en la literatura del siglo XXI: me hace imaginar que muy probablemente hay muchas personas con este perfil en la vida real. Vaya, qué descubrimiento… tal vez usted mismo sufre de eso o tal vez para usted es una reflexión ya superada. El mundo está lleno de artistas frustrados. Comúnmente, al final la frustración se resuelve por un camino u otro. Eso también es muy pero que muy común y corriente. Pero gusta, y es necesario.
Satisfacciones, como la de haber conocido al autor, a Juan Pablo Villalobos, casualmente en un pica pica en Barcelona, y al otro día haber ido a buscar una novela suya y ser testigo de que todavía hoy existen escritores que trabajan de eso y les pagan por eso. La novela está bien escrita, bueno, no lo sé, pero se lee sin dificultades, se pasa un buen rato leyéndola y sorprenden algunas de sus anécdotas. También sorprende y gusta, por lo que he leído en Internet, el buen humor que tiene, aunque a mí personalmente no me ha hecho reír nada. Me gusta también que tenga un castellano mexicano, con términos como caguama, chucho, escuincle, entre muchas otras bellas palabras.
Te vendo un perro también tiene una narración que hace viajes de ida y vuelta al pasado. Esto ha salido muy bien. El protagonista cuenta su historia personal y le hace dar sentido a lo que sucede en el presente, pero sin contar todos los sucesos que han llevado a Teo a vivir en los apartamentos de la seguridad social para pensionados. La comunidad de vecinos en esta novela, con sus chismes y corrillos, me ha traído a la mente el recuerdo de haber leído La Colmena. En Te vendo un perro hay una buena foto de “la comunidad de vecinos”. Finalmente, la novela termina agradablemente. Los conflictos que vive el personaje toman un rumbo interesante y se resuelven a su manera.