El Critón es el diálogo más breve del primer grupo de diálogos platónicos. Tiene el título del acaudalado Critón de Alopece, uno de los amigos cercanos de Sócrates, seguidor, también filósofo y hombre de negocios relacionados con la agricultura, descrito también en las obras de Jenofante. En la conocida edición de la editorial Gredos, Critón es el segundo diálogo después de la Apología. Esta breve reseña pretende subrayar por qué la férrea adhesión de Sócrates a las leyes.
Critón visita temprano en la mañana a Sócrates en su celda, cuando aún duerme y donde éste espera pacientemente cumplir su condena. No se había cumplido la ejecución de muerte a Sócrates porque Atenas estaba en una especie de “semana santa”: cada año se enviaba una nave a Delos, una procesión en recuerdo de la victoria de Teseo sobre el Minotauro, lo cual, según el mito, había liberado a Atenas del tributo humano que debía pagar a Minos. Desde que salía el barco hasta que regresaba a Atenas estaba prohibido ejecutar a ninguna persona. Sócrates esperaba pacientemente en su celda a que regresara este barco.
Este tiempo de espera permite que Critón proponga a Sócrates huir para que salve su vida. La condena ha sido injusta, por lo cual, razona Critón, Sócrates no debería morir. Argumenta que es igualmente vergonzoso que sus amigos, incluido él, no hagan nada para salvarlo y ayudarlo. La opinión desfavorable que caería sobre ellos sería igualmente injusta. Por lo cual ¿por qué no fugarse y asumir los costos económicos que esto conlleva? Cuenta con el apoyo económico de Critón, Simias y Cebes, como mínimo. Solo hace falta que Sócrates acepte.
No se dice en el diálogo, pero en época de Sócrates era conocido que el filósofo Anaxágoras también había sido condenado por impiedad, al declarar que el sol era una masa incandescente. Anaxágoras no había aceptado a morir y se había exiliado de Atenas, salvando su vida.
Previsiblemente, el Critón es un diálogo que confirma la personalidad y postura, un tanto anancástica, de Sócrates y su férrea adhesión a las leyes. Hay dos ideas centrales en el diálogo que explican por qué Sócrates no encuentra coherente que él huya:
- La opinión de la mayoría: la opinión negativa que tendría la gente de Critón y otros amigos de Sócrates por no ayudarlo y convencerlo para que salvara su vida era uno de los argumentos centrales de Critón. Pero, aunque por la mayoría Sócrates había recibido su condena, no necesariamente por eso era justa, por lo cual, dice Sócrates a Critón, es claro ver que no se tendría que temer a la supuesta vergüenza y opinión desfavorable (de la mayoría) hacia él y todos los amigos de Sócrates. Si esta mayoría no entiendía sobre lo justo y lo injusto, poco o nada importaba. Más valía la opinión de uno solo que estuviera en lo correcto.
- El razonamiento acerca del respeto a las leyes de la ciudad: en su conversación, Sócrates expone “qué dirían las leyes si yo escapara”, “si las leyes hablaran”. Las leyes, dice Sócrates, harían verle que le debe todo a éstas. Fueron las leyes la que le cuidaron en su nacimiento, en su matrimonio, en su vida cotidiana, entonces ¿por qué no las acataría ahora?. Una idea me ha sorprendido especialmente de esta lectura, una que pone en lo más alto la fidelidad a la patria y sus leyes, a Atenas en este caso. Le dicen las leyes a Sócrates: «¿que acusación tienes contra nosotros y contra la ciudad para destruirnos? (50d) … ¿Acaso eres tan sabio que te pasa inadvertido que la patria merece más honor que la madre, que el padre y que todos los antepasados, que es más venerable y más santa y que es digna de la mayor estimación entre los dioses y entre los hombres de juicio?» (51b). Si se fugara de la ciudad cometería una afrenta contra las leyes de la ciudad, generaría gran incredulidad sobre la ciudad misma, contradiría todos sus argumentos sobre la virtud, la vida y la muerte, y además sembraría una sospecha sobre él mismo, su familia y amigos en aquella otra ciudad donde se exiliara, Tebas o Mégara, dando a entender que Sócrates, haría lo que fuera por “escapar” de las leyes.
Hipotéticamente, las leyes dirían a Sócrates que ha sido condenado injustamente por los hombres, no por las leyes. Al morir, en el Hades, no se vería bien que Sócrates hubiera traicionado las leyes de su ciudad, y que las hermanas leyes de allá en el inframundo entenderían que Sócrates no guardaría respeto por ellas tampoco. Una vez más, como ya lo había expuesto en la Apología, podría salvar la vida, pero no la reputación; le dice Sócrates a Critón que tiene razón en poner en valor la vida, pero “no hay que considerar lo más importante vivir, sino el vivir bien” (48b). Esto es, vivir justa y honradamente. La conclusión, que Critón encuentra razonable, es que es indigno no respetar las leyes que le han condenado, esas mismas que le han educado y proporcionado su ciudadanía y libertades.
¿Qué más entender de esta fuerte adhesión a las leyes y a la ciudad como entidad sagrada?
Platón lo describe con detalles en este diálogo, expresando el grado de virtud en el que se tenía el respeto de las leyes. Deja ver que en la filosofía socrática y platónica hay un convecimiento en el valor de las leyes como construcción reguladora y sagrada. Y la ciudad como centro del ser social; el sentimiento de pertenencia a la ciudad era central en la Grecia Clásica, se ve incluso en cómo usan el nombre de la ciudad o del delos como apellido. La polis griega al final era lo que definía al griego. Es la conquista de una ciudad, Troya, la que está en los relatos épicos y mitológicos también centrales en su imaginario.