Los poemas de Mónica Gontovnik en su libro Shir (Canto en el umbral) me han parecido cantos sobre los aspectos más esenciales y simples, vividos intensa e individualmente. Son observaciones cotidianas que muestran la intimidad del bendecir, del bien decir. Aunque remiten a una tradición colectiva de origen judío, son cantos personales, íntimos. Tal vez ese “canto en el umbral” del que habla el título sea una expresión del estar ahí consciente y sensible en un mundo en el que vemos pasar la vida. El mundo es el umbral.
- Esta reseña está escrita con base en la lectura de esta edición:
- Gontovnik, Mónica. Shir (Canto en el umbral). Letra a letra. Bogotá. 2016
- 23 poemas
- 46 páginas
Shir es oración o bendición en hebreo. De ahí que los 23 poemas en el libro tengan algo de cantos benditos. Comparte la autora que en la tradición judía se busca dar por lo menos 100 bendiciones al día. Y todo lo que uno encuentra en el día a día es candidato a ser bendecido, es decir, a invocar una protección divina sobre eso. La poesía de Mónica Gontovnik hace un guiño a lo sagrado.
Evidentemente con estos poemas se comparte una mirada espiritual hebrea ante los ojos de los lectores, acción que cobra un especial interés para lectores profanos como yo. No obstante, pese a mi ignoracia de la tradición judía, coincido en mucho de lo que es compartido en esta lectura. Creo que el carácter sagrado del mundo, algo de lo que habla Pannikar en El Mundanal Silencio, es uno de esos puntos que veo aquí, entre líneas.
Los poemas tienen el título de aquello a lo que se dedica una bendición. Y en el pie de página de cada poema hay una breve referencia a una costumbre o pensamiento judío. La edición ha cuidado que estas anotaciones armonicen en el diseño de la página. Hay poemas que hablan sobre el milagro, sobre la mañana, sobre la noche, sobre la muerte y la vida, sobre el alma, sobre los muertos, la luz, el caminar o el camino, la tierra, entre otros.
Si, el umbral debe ser el mundo. Una puerta a través de la cual pasar. Esa puerta es el umbral entre la vida y muerte. Por una parte, el libro está dedicado a la memoria de su tío abuelo fallecido en 1937. Por otra, muchos de estos cantos remiten a la relación entre lo vivo y lo que pasa después (ver Yizcar, Sheol, Neshiká, Kadish, Rajamin). Los poemas de Mónica Gontovnik cuentan mucho, entregan mucho, en poco. Hay generosidad en este trabajo.
Me he encontrado con una voz poética que está en un estado sensible y activo de consciencia justo antes de dar un paso y atravesar una puerta. El paso se da entonces con todo el ser. El prólogo del libro está escrito por Mercedes Ortega González-Rubio, quien comenta que Gontovnik, bailarina además de literata, siempre habla de un saber que parte del cuerpo. Mi impresión ha sido que habla desde un alma que se reconoce en un cuerpo.
Gracias por este comentario tan lindo.