El ejercicio literario de Cronwell Jara ha motivado el constante reconocimiento de su producción narrativa. Así, con “Hueso duro” obtuvo el Premio José María Arguedas 1979; por “La fuga de Agamenón Castro” recibió el Premio Copé 1985 y con “Ruperto, el torito saxofonista” ganó el Primer Premio de la III Bienal de Cuentos para Niños 2008. En mérito a su trayectoria literaria y por su entrega al oficio de la escritura como actitud de vida, le fue concedido el Premio Nacional Casa de la Literatura 2019. Así mismo, su incansable ánimo pedagógico queda expresado en sus continuos talleres de creación literaria y en su acercamiento al imaginario infantil y juvenil a través de creaciones como El asno que voló a la luna (1986), Sabi, la hormiga que quería ser escritora (1996), El perro Chimu que se enamoró de la luna (2017) y Sarnoso (2019), libro motivo de la presente reseña.
Jara, Cronwell. (2019). Sarnoso. Huánuco: Ediciones Condorpasa.
En esta novela, Cronwell Jara nos comparte las adversidades y las fortunas de Sarnoso, un perro que, al perder el amparo y cariño de sus dueños, sufre el rechazo social y conoce los vaivenes de la vida. Acompañado de su violín y su mochila lectora, el protagonista vive situaciones agridulces advertidas por la Luna: “La vida siempre nos dará batallas. Y las tendremos que enfrentar, amigo. Solo confía en tu destino” (p. 11). Tales batallas se traducen en escenas grotescas: el maltrato del Mecánico, los golpes de los demás perros y su muerte mediante una inyección. No obstante, la “vuelta” a la vida, el diálogo con personajes de cuentos infantiles y el reencuentro con sus dueños nos trasladan a un espacio idealizado para recordarnos que la confianza permite alcanzar metas. Frente a los hechos, el narrador se convierte en una voz que intenta aleccionar a Sarnoso y al lector a través del epígrafe “Porque cuando hay fe y amor en uno mismo, ¡nada es imposible!” (p. 7).
Desde el inicio, Sarnoso vive los estragos de la falta de amor expresado en las acciones simbólicas de los demás personajes. Por un lado, el escobazo del Mecánico revela cuán incapacitados están algunas personas para trasmitir cariño hacia los seres inofensivos. Por otro lado, la golpiza recibida de parte de los perros del basural manifiesta que, incluso entre semejantes, la carencia de amor puede originar humillación. A partir de estas vivencias, Sarnoso reflexiona: “Si esta es vida, ¡ya ni la quiero! (…). Soy Sarnoso, y no valgo una esmeralda. Nada. ¿Qué valgo sin el amor del abuelo? (p. 19). Si bien reconocemos un espíritu frustrado, la vida dura, por ahora, es un espacio de aprendizaje para el protagonista.
Ante tales experiencias, la música y la lectura inspiran confianza y trasforman la imaginación de Sarnoso. Durante el encierro en la perrera con sus demás compañeros, se da cuenta de la magia que produce su canto del violín: “¡Y entonces vio cómo, bajo el influjo de su violín, de dicha: cada perro flotaba en una pompa de jabón, por el placer de oír! ¡Y se elevaban y elevaban sobre un arco iris!” (p.29). Estamos frente a un momento en el que, de manera natural, realidad y fantasía se condensan y configuran una atmósfera mágica. Podemos identificar, entonces, que la música adquiere una dimensión transformadora pues ha permitido la sensibilización de los furiosos compañeros. No obstante, Sarnoso también adquiere consciencia de que sus amigos están desapareciendo uno por uno y que pronto le tocará la muerte, pero ante ello recurre a una pregunta que revela candor e imaginación: ¿Y si existiera una Hada Madrina para mí? (p. 33).
Esta pregunta, además de retratar la esperanza del protagonista, nos anticipa una nueva situación que entrecruza realidad y ficción. El abuelo Simeón el Molientero interrumpe el instante en que iba a ser aplicada la inyección letal a su querido perro y, ante esta agradable presencia, Sarnoso salta hacia sus brazos, llora de emoción y recibe fuertes abrazos. Si bien esta escena adentra al lector a un espacio real que esperaba para su personaje, probablemente pronto se desencante cuando se entere que “en verdad lo apachurraba el enfermero veterinario. Todo no había sido más que un buen deseo de Sarnoso. Y se la aplicaba. Le introducían la aguja” (p.39) y que “sin hada madrina que lo salve ni lámpara maravillosa, ni Principito que lo socorra con su filosofía de amor, viajaba a mejor vida …” (p. 39). Indudablemente, es una escena clave de la novela pues la ficción de la vida y la realidad de la muerte son contadas con crudeza y con sentido poético.
Hasta esta parte de la novela, reconocemos una caracterización muy humana de Sarnoso, el cual incluye sufrimiento por la ausencia de amor, comprensión y aprendizaje a partir de dicho sufrimiento y deseo por encontrarse con sus seres queridos. Así mismo, observamos una vinculación muy compacta de los hechos reales y fantasiosos, la cual potencialmente desafía la experiencia literaria de un lector adolescente. Incluso, las intervenciones del narrador son muy sutiles para transmitir la vida de Sarnoso como una vida aleccionadora. Estos ingredientes literarios encaminan a que el lector deguste con mayor compasión la “primera muerte” de Sarnoso y se introduzca a la segunda parte asumiendo que Sarnoso está vivo y va tras su destino.
Ingresamos, ahora, a una etapa de ensueño en donde los diálogos sostienen el interés aleccionador de la novela y la preocupación del protagonista por el rumbo de su vida y la felicidad. Por tal motivo, resulta importante escuchar la conversación que tuvo con Jer Bruckman:
– ¿Qué cosa deseas ser …? – Dijo Jer Bruckman.
– Feliz. Un feliz perro, si tan solo consiguiera un buen dueño.
Jer Bruckman rio:
– Tratad de encontrarlo –dijo–. La vida es una eterna búsqueda, Todos vivimos buscando algo. A veces en eso consiste nuestra felicidad. Vivimos esperanzados, buscando algo. Luchando por lograrlo. Deseando cumplir un sueño. Lograr una meta. Muchas metas. Hacer realidad una esperanza (p. 51).
A través de este diálogo, nos enteramos que el principal objetivo de Sarnoso es conseguir un buen dueño para ser feliz y, en el consejo de Jer Bruckman, reconocemos una explicación idealista sobre el ser feliz, justificando que la felicidad consiste en la infinita y esperanzadora búsqueda de “algo”. En otras palabras, la felicidad se encuentra en el deseo, la lucha y el esfuerzo por alcanzar una meta y no en la meta misma. Si anteriormente la experiencia le hizo comprender que “el amor de los demás es importante para sostener la vida”, en esta ocasión podríamos decir que también logra un aprendizaje, aunque solo de manera teórica. Sin embargo, el saber de Sarnoso tiene también un matiz cuestionador respecto a la condición humana. En el diálogo con la rata Pandora, asevera que la raza humana es tonta porque “Vive envenenándose. Matando. En guerras eternas. Es su negocio. Vender armas. Y matar. Matar. Matar … Y envenena ríos y mares. Arrasa con sus bosques. Contamina sus cultivos y se autoenvenena” (p. 63).
Si entre sueños Sarnoso podría conversar y reflexionar sobre la felicidad y la vida, en la realidad recibía los golpes de la vida, más precisamente los golpes del Mecánico. Testigo de los destrozos en la cocina, este nuevo dueño maltrató con mucha furia al inocente perro. La imagen que el narrador nos comparte sobre los efectos de dicha golpiza nos hace ver el nivel de insensibilidad a la que puede llegar el ser humano, pues observa “Un Sarnoso que ya no era Sarnoso, sino un poco de pellejos y costillas quebradas. Más muerto que vivo” (p. 71). A partir de este nuevo encuentro con la muerte, el lector ya no será un pasivo observador del sufrimiento corporal de Sarnoso, sino que podría comprender y evaluar el vil comportamiento de los seres humanos.
Este sufrimiento de Sarnoso es calmado con la mágica presencia de un elenco de personajes literarios que lo animan a no desfallecer. Naturalmente, el protagonista, por las condiciones en las que se encuentra, no puede “hacer” mucho para salvar su vida. Nuevamente, entonces, una escena de rasgos maravillosos aclimatará el grotesco padecimiento de Sarnoso. Frases de aliento como “¡Un artista como tú está hecho para los triunfos! Ya llegará tu momento de vencer” (p. 73) y “En la vida los sueños también se pueden realizar. ¡No hay imposibles!” (p. 75) expresadas, respectivamente, por el Hada Madrina y Blanca Nieves pretenden reanimar la voluntad de Sarnoso para aferrarse a la vida. Por supuesto que las vibras llenan de fe, pero creo que no se corresponden con la situación del protagonista pues él no ha sido magullado por un rival a quien debió “vencer”, ni tampoco ha decaído moralmente en la lucha por un objetivo. En concreto, Sarnoso está grave por haber sido golpeado.
Llegado a esta parte de la historia, puedo reconocer cómo el comercial discurso aleccionador del “No hay imposibles” opaca el deseo de Sarnoso de “conseguir” un buen dueño para ser feliz. Advierto esta idea porque debilita el perfil de un personaje cuya experiencia le había dado un “saber” sobre el amor y la crueldad del ser humano. Si a esta experiencia le sumamos su sensibilidad musical y su formación lectora, entonces vemos que Sarnoso posee saberes para afrontar la vida con mayor entusiasmo. Hacia el final, la presencia repentina e impensada de don Simeón y doña Perejil, sus dueños, nos confirma que Sarnoso “alcanzó” su deseo, aunque no lo “consiguió” con esfuerzo. En parte, creo que el narrador diluye el real deseo del protagonista entre sus deseos de cerrar una historia que responda a la frase “Nada es imposible”. Como era casi previsible, todo concluye con una escena de final feliz: Sarnoso irradia alegría, sana sus sarnas y parlotea “¡No hay imposibles!”
Dirigido a un público adolescente, Sarnoso de Cronwell Jara es una historia en la que el lector irá comprendiendo los avatares de la vida a través de las experiencias felices e infelices del protagonista. Además, la forma creativa en la que se mezcla realidad y la ensoñación humanizadora interpelará sus sentimientos ante la muerte y la recuperación de la vida. Así mismo, el diálogo constante entre Sarnoso y los personajes del universo infantil le recordará que el amor y la confianza permiten sobrellevar la vida. Si bien hacia la parte final se recurre insistentemente a una popular frase y se apresuran las acciones, las huellas de Sarnoso quedarán impregnadas en la mente y en el corazón de los adolescentes lectores. Confío plenamente en que ello ocurrirá al acompañar con imaginación cada página del libro.