El Capote (título original: Шинель, Shinel) es un cuento incluido dentro del libro Historias de San Petersburgo publicado en el año 1842. Nikolái Gógol es una estrella en el firmamento de la Literatura Rusa, siendo El Capote un cuento singular, sombrío, una crítica ardua a la burocracia de la Rusia Zarista del siglo XIX.
Akaki Akákievich Bashmachkin es un funcionario ruso que es intimidado y de bajo perfil, durante años solo ha preferido copiar documentos. Cuando es burlado por llevar un siempre un abrigo roto, consigue comprar un capote de buena calidad.
El nuevo capote trae un gran cambio en la vida de Akaki, y es que recibe la atención social que nunca como marginado social habría imaginado. Este abrigo a lo largo del relato deja de ser una prenda de vestir, sino que para Akaki Akákievich se vuelve en una meta, un sueño que deja atrás su porte vacilante y sin vida, propia de un alma muerta. Por ello, cuando se lo arrancan, no es solo el esfuerzo de sus ahorros lo que ha perdido, sino que fue su posición social, su sueño.
En el libro Novela Rusa escrito por Eugéne-Melchior de Vogué (1886), denota el vínculo del cuento con el autor: “El capote es el recuerdo y la venganza del año de penurias que pasó Gógol en las oficinas gubernamentales, el primer golpe asestado al minotauro administrativo; el revisor fue el segundo”.
Es el protagonista un funcionario que ocupa el puesto más bajo dentro de la administración civil, y ha rechazado subir de puesto en el que se encarga de copiar los documentos, siendo la representación perfecta de un empleado que destina su tiempo a la comodidad. Come y actúa por inercia, tampoco tiene deseo alguno de casarse o de conseguir subir de puesto. En más, cuando una puerta se abre para sí, el mismo la cierra.
Posteriormente está la aparición del sastre, Petróvich, quien ha presionado a Akaki para pagar la elaboración del capote, y también el personaje que representa la principal crítica llamado simple y llanamente “Personaje importante”, un funcionario de mayor jerarquía que maltrata a Akaki y finalmente tiene un duro remordimiento de conciencia, un castigo sobrenatural azota San Petersburgo, la ciudad que rápidamente olvidó a Akákievich. Se debe hacer énfasis en el pensamiento del escritor, ya que, si bien criticaba la crueldad disimulada frívolamente en la urbanidad de la sociedad rusa, en realidad Gógol además de sumamente religioso defendía el régimen de servidumbre. En su opinión, la división de la sociedad en amos y esclavos reflejaba la voluntad divina.
En Curso de Literatura rusa (1981), el célebre Vladimir Nabokov expresa: “Algo hay que funciona muy mal, y todos los hombres son lunáticos leves entregados a ocupaciones que a ellos les parecen muy importantes, mientras una fuerza absurdamente lógica les mantiene atados a sus inútiles trabajos: ése es el verdadero mensaje del cuento”.
El final resulta interesante debido a que se reluce el misticismo del que el propio autor padeció en vida, volviendo un espíritu vengativo que, para la satisfacción del lector, hace padecer una enorme culpa de conciencia a sus detractores.
En conclusión, la narración resulta amena, entretenida, y si bien el protagonista se comporta de modo amilanado, el lector empatiza con su desdicha, y puede comprender la visión de Gógol sobre una Rusia del pasado, cuya literatura ha inspirado y sigue presente.
