Florilegio de observaciones selectas combinado con extractos de charlas públicas, Sobre el miedo. Cómo el miedo y la dependencia afectan a nuestras vidas aborda no solo el impacto del miedo sobre nuestras vidas sino también otras temáticas predilectas de J. Krishnamurti como la libertad, la belleza, la verdad, el vacío creativo, la educación… A través de un método que se asemeja mucho a la mayéutica socrática, el autor comparte sus reflexiones y sus preguntas certeras -cuestiones aparentemente reiterativas pero cada vez más penetrantes- que van creando el marco propicio para un proceso de auto-cuestionamiento. Nunca deja de hacer hincapié en el hecho de no esperar respuestas suyas y nos incita a emprender, por nosotros mismos, este viaje «no verbal o intelectualmente, más bien ahondando, inquiriendo, investigando».
¿Qué tipos de miedos existen y de dónde provienen? ¿Qué es lo que realmente genera miedo: la palabra o el hecho? ¿Son reales o tan solo son la repetición de miedos pasados? ¿Se pueden erradicar? ¿Qué papel desempeña nuestra mente? ¿Cuáles son los escollos que podemos evitar para no alimentar el miedo? ¿Qué caminos deberíamos explorar para transformarlos? Esas son algunas de las pistas propuestas por Krishnamurti, a lo largo del libro, con el fin de ayudarnos a desmontar los mecanismos que hacen que nuestras mentes estén «entrenadas para aceptar el miedo o para escapar de él siempre que podamos, pero nunca capaces de resolver, total y completamente, la naturaleza y estructura del miedo».
Para hacer esta reseña se ha consultado esta edición:
KRISHNAMURTI, Jiddu. Sobre el miedo. Cómo el miedo y la dependencia afectan a nuestras vidas.
Primera edición: mayo de 2013
Primera reimpresión: abril de 2015
Tercera reimpresión: febrero de 2020
Título original: On Fear
Gaia Ediciones. Madrid.
Los distintos tipos de miedo
Krishnamurti identifica varios tipos de miedo y nos pregunta si los conocemos realmente:
-Los miedos físicos, que son «respuestas heredadas de los animales» y los miedos psicológicos. En relación a estos últimos, procede a una larga pero no exhaustiva enumeración: «miedo a perder el empleo, a no tener suficiente comida o dinero […], miedo a no tener éxito […], miedo al dolor y a la enfermedad […], a no conocer nunca lo que es el amor o a que no nos amen […], a la muerte, a vivir en un mundo que es como la muerte […], a perder la fe…».
-Los miedos conscientes y los miedos inconscientes «escondidos en los recovecos de nuestra mente»: podemos llegar a conocer nuestros miedos conscientes y lidiar con ellos cuando aparecen pero «están los miedos ocultos que, tal vez, son mucho más importantes.»
-Los miedos endógenos y los miedos exógenos. Respecto a los miedos adquiridos o externos, denuncia la corrupción de la sociedad actual donde predomina el ansia de poder y que ha sentado las bases de un sistema educativo que glorifica la competición, la comparación y el conformismo. Tampoco escatima críticas a las religiones. Según él, aunque el miedo contribuyó a civilizar al ser humano, se ha convertido, hoy en día, en una herramienta de control del ser humano.
No obstante, nos recuerda que el miedo no está separado de nuestra conciencia y que no es externo a nosotros. Y seguir viviendo atrapado en el miedo es el camino -fatal e inevitable- hacia la agresividad, el conflicto y la violencia.
Heridas de la infancia e inseguridad convierten el miedo en hábito
En el origen de todo están esos miedos que padecemos y que tienen que ver con la memoria celular, es decir la información almacenada desde nuestra concepción hasta el momento presente y que procede no solo de las experiencias vividas -sobre todo de situaciones de la infancia- sino también de la información heredada. Krishnamurti subraya «que desde la infancia nos hieren y el resto de nuestras vidas cargamos con esa herida, tenemos miedo de que nos vuelvan a herir o tratamos de que no nos hieran».
Las heridas que arrastramos desde la infancia constituyen memorias muy dolorosas que moldean nuestra conciencia y el funcionamiento de nuestro cerebro. Éstas siguen influyendo en nuestro presente en el sentido en que, para no volver a sentir este miedo o este dolor, creamos patrones para autoprotegernos: «las células del cerebro han creado un patrón y estas células se niegan a crear otro patrón, que podría ser inseguro».
Y nuestra mente hace todo lo posible para preservar y no perturbar la seguridad psicológica establecida porque lo desconocido nos aterra. Aunque el filósofo indio reconozca la necesidad de seguridad para el buen funcionamiento del cerebro, recalca el hecho de que esta incesante y desenfrenada exigencia es la que alimenta el miedo puesto que cualquier forma de protección interna se convierte en resistencia. De ahí su definición del miedo como «el movimiento de la seguridad a la inseguridad».
La única posibilidad que tenemos es transmutar este patrón de construcción inicial. Pero, ¿realmente lo deseamos? El autor constata que «tal vez hemos aceptado tanto el patrón del miedo que ni siquiera queremos abandonarlo».
Salir de la ilusión de fragmentación
Al igual que Carl G. Jung (1), Krishnamurti cree que tenemos cierta tendencia a escapar de nuestros miedos, de nuestras sombras y en consecuencia, acabamos nutriendo esta dualidad creando y atrayendo a personas y situaciones de las que, en realidad, tratamos de huir. Por ende, revivimos continuamente lo mismo y la única manera de salir de este bucle es iniciar un proceso de concienciación cuyo primer peldaño radica en la observación de esta dualidad ilusoria.
Tomar conciencia de que esta división interna, entre lo consciente y lo inconsciente, no es un hecho real. Nos incumbe llevar a cabo un trabajo individual para reconciliar estas polaridades. Según él, «una de nuestras idiosincrasias peculiares es que debemos integrarnos a nosotros mismos». En efecto, esto permitiría una reconexión más auténtica, sencilla y potente con nosotros mismos. Y esa liberación de viejas memorias es la que abriría un nuevo camino posibilitando el aprendizaje de herramientas nuevas, la experimentación de nuevos pensamientos, expresiones, comportamientos y deseos desprovistos de miedo o culpabilidad.
Krishnamurti subraya, además, que esta fragmentación interna se ve reflejada también en lo externo. Se trata de una división con nosotros mismos pero también con los demás; una división generada por el pensamiento: «las ideas, los ideales que siguen separando a los seres humanos y generando guerras».
¿De qué tenemos miedo realmente?
Krishnamurti hace una distinción esencial entre la palabra y el hecho al especificar que la palabra no es el hecho real del miedo sino que es la palabra la que genera el miedo: «está la realidad del miedo y está la idea del miedo». Por ejemplo, en relación con la muerte, nos pregunta si «¿es la palabra muerte la que causa el miedo, o es la muerte real?» Si permanecemos en el miedo generado por la palabra «la palabra miedo también contribuye al miedo», nunca llegamos a entender o estar en contacto con el hecho mismo y por lo tanto, no podemos transmutarlo.
Nos recuerda también que el miedo siempre está relacionado con otra cosa ya que por sí mismo no existe. En efecto, el inconsciente, que es memoria acumulada, recuerda una experiencia y reacciona. De modo que no solo nuestra mente es miedo, sino que el mismo conocimiento proveniente del pasado lo es también.
La importancia de entender nuestro(s) condicionamiento(s)
El filósofo indio señala que el miedo, «en sus múltiples formas -la culpa, la ansiedad, la desesperación» y «en todos los niveles de nuestra conciencia», existe pero que nunca está en el ahora. Y que no podemos vencer el miedo mediante una forma de supresión, disciplina, resistencia o análisis sino que hemos de buscar en nuestro interior; lo que resulta ser una tarea ardua y no obligatoriamente lineal.
En relación a los distintos niveles de conciencia, me gustaría citar al simbolista Luc Bigé quien retomó el enfoque de Rudhyar(2) acerca de la astrología multidimensional y de nuestra evolución constante en varios niveles: socio-cultural, personal y transpersonal. Se puede extrapolar la definición de esos tres niveles de lectura de un símbolo astrológico a los niveles de conciencia que se entrelazan continuamente en los distintos ámbitos de nuestras vidas.
En el primer nivel, el nivel socio-económico, la conciencia es dependiente del mundo exterior y la persona vive condicionada en la matriz social y cultural en la que ha nacido sin cuestionarla y aspirando a la acumulación de posesiones, saberes, etc. El segundo, el nivel individual marca el inicio de un proceso de individuación para librarse de este condicionamiento y afirmar su unicidad. La labor de la conciencia reside en desidentificarse del mundo exterior para volver hacia sí misma y poder retomar las riendas de su vida. Abandona progresivamente la posición de víctima en la que acusa al mundo exterior de ser responsable de todas sus desgracias porque empieza a entender su responsabilidad y sus patrones repetitivos. El tercer nivel es el transpersonal y corresponde con la fase en la que uno entiende que todo está interconectado y que la realidad individual está en resonancia con la realidad colectiva para poder dar lo mejor de sí y ofrecer su contribución, única e irrepetible, al mundo. Es la fase en la que se produce un contacto con el alma del mundo, después de haber conectado con la voz de su propia alma.
Pensamiento y tiempo: ¿el miedo es una repetición de lo viejo?
Krishnamurti nos lleva a reflexionar sobre lo que realmente genera miedo: en realidad, es la mente la que activa la experiencia, un recuerdo de miedo. Por lo tanto, ese miedo no es algo nuevo sino «una repetición de lo viejo, de lo que el pensamiento proyecta hacia el futuro». Es decir que reconocemos una reacción que hemos definido como un miedo basándonos en el pasado y que nombramos como miedo. Reconocer los miedos cuando aparecen nos llevaría a comprender que representan una respuesta química ante la detección de algo que nuestra mente ha identificado como un peligro.
El pensamiento sería entonces lo que engendra el miedo porque éste solo aparece cuando interviene el pensamiento. «Por consiguiente, el pensamiento es el responsable del miedo…». No podemos prescindir del pensamiento, al igual que la memoria, en nuestro día a día, pero el pensamiento -definido como «la respuesta de la memoria, de la memoria acumulada a través de la experiencia, del conocimiento, de la tradición y del tiempo»- nos mantiene presos en este pasado. No se trata de detener el pensamiento sino de ver que el pensamiento es la raíz del miedo, que es tiempo. Y el mero hecho de observar este pensamiento-tiempo que genera el miedo permite ser más libre.
A raíz de esta reflexión, el autor nos pregunta si «¿la mente puede vivir completa y totalmente en el presente?» A continuación, explica que el futuro no existe separado del pasado. «El ahora contiene todo el pasado y el futuro; por tanto, el pasado y el futuro están en el ahora. Soy el resultado de todo el pasado, que se modifica a sí mismo en el presente, y el futuro es el presente.» Si somos capaces de volver al hecho, a «lo que es», no permitimos a la mente influir en el hecho y podemos llegar a la «quietud del vacío» y a la «destrucción total del tiempo como ayer, hoy y mañana, así como la continuidad de la memoria y del devenir».
Miedo y placer: las dos caras de una misma moneda
Según Krishnamurti, una comprensión del placer es necesaria porque miedo y placer están relacionados y el pensamiento es responsable de ambos. La mayoría de nosotros anhelamos sentir placer y cuando lo experimentamos nuestro cerebro quiere repetirlo, pero la repetición «se convierte en un recuerdo en forma de placer».
Cuando uno siente placer y quiere repetirlo, entra en este bucle recuerdo-pensamiento-tiempo que se aplica al miedo y «hace que nuestras demandas estén atrapadas entre dos cosas: la recompensa y el castigo. Para él, se trata de descubrir que el placer es miedo».
Distingue la felicidad del placer e incide en el hecho de que no puede ser un producto del pensamiento. «Solo se puede descubrir la felicidad o el éxtasis cuando se comprende la naturaleza del pensamiento, que genera tanto el placer como el miedo». Y tan solo con el cese del pensamiento, podemos acceder a algo inmenso: «si la dicha tiene una causa no es dicha; simplemente estaba ahí, y el pensamiento no podía captarla ni convertirla en un recuerdo». Y lo mismo ocurre con la belleza.
No caminos y caminos a seguir para salir del miedo
«No escapo del miedo, no lo reprimo, no lo evito, no lo resisto. Está ahí, lo observo». Una de las principales causas del miedo es el no querer afrontar lo que somos y «la red de escapes» para liberarnos de ello. Para ilustrar su razonamiento, Krishnamurti comparte con nosotros escollos que podemos evitar:
- No pretender liberarse del miedo porque «es una falacia».
- No tratar de controlar o escapar del miedo porque representa una forma de desidentificarnos del miedo y por lo tanto del yo y esta división no es real.
- No interpretar o verbalizar nuestro proceso de comprensión del miedo porque las palabras están asociadas con el pasado y con cierto condicionamiento que nos limita.
- No tratar de buscar maneras y medios para salir del miedo desde el campo de lo conocido porque nuestra acción o reacción sería una réplica de una acción o reacción del pasado.
- No racionalizar este proceso porque es otra forma de fragmentar el miedo cuando en realidad «el miedo es un único movimiento que se expresa de diferentes formas y una manera de separar el analizador de lo analizado.»
- No analizar de forma personal o profesional porque esto no conduce a una mutación de la conciencia ya que «ningún esfuerzo puede transformarla.»
- Evitar un cambio que venga a través de un motivo porque «ese cambio sería un mero ajuste, un asunto mecánico producido por el deseo de seguridad, de bienestar, de simple supervivencia física.» Además, el anhelo de liberarse del miedo solo nos mantendría atrapados en este deseo.
«Y si comprendo la naturaleza y la estructura del tiempo, no con el intelecto sino de verdad, y también el pensamiento, lo cual implica investigar y familiarizarse con la totalidad del movimiento del tiempo y del pensamiento, que es la base del miedo, entonces, debido a que está totalmente atento, esa misma atención elimina el miedo». De mismo modo, nos da algunas pistas sobre cómo empezar un proceso que vaya más allá de la consciencia y que lleve a un vacío total:
- Mirar el hecho y no la idea porque el hecho en sí no genera el miedo.
- Observar el miedo desde una mente quieta porque es la única manera de poder verlo en su totalidad.
- Entender que uno es parte del miedo y que es el miedo porque «al no hacer nada, el miedo termina por completo».
- Estar atento lleva a dejar de interpretar, justificar y condenar y permite un contacto directo con el miedo.
- Ahondar en la naturaleza profunda del miedo.
- Fomentar una comprensión de nosotros mismos sin recurrir al intelecto «porque es el principio y el final del miedo.»
Todo parte de uno mismo y de la transformación de la conciencia individual. La necesidad de conocerse y de comprender los límites de nuestro condicionamiento son esenciales para poder transmutar el miedo. Y el principio de todo consiste en comprender las palabras y comprender el verdadero estado de miedo para evitar transformarlo en una idea. La observación es el primer escalón hacia la libertad para permitir la eliminación de «las cosas a las que estamos acostumbrados: el análisis, los sueños, la voluntad, el tiempo. Al eliminar todo, la mente se vuelve extraordinariamente sensible; no solo sensible, sino inteligente.»
Notas al pie de página
(1) «Aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de sus vidas, fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido. Lo que niegas te somete. Lo que aceptas te transforma”. Carl G. Jung.
(2) Nacido el 23 de marzo de 1895, Daniel Chenneviere, más conocido como Dane Rudhyar, fue escritor, músico y astrólogo. Desempeñó un papel fundamental en el desarrollo de la astrología moderna, psicológica, humanista y transpersonal.