Reseña de Sjø Mar, de Araceli Gutiérrez Olivares

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El mar: quinta estación del año

Partimos hacia Europa del norte. En un instante arribaremos y hay que sacar el catalejo para ubicarnos en el intrigante paraje desplegado entre las manos –o en nuestras pantallas–.

Tras un examen de las partes de este poemario, al lector hispanohablante le avasallará una duda, ¿cómo puede estar dividido en estaciones un libro anclado en Noruega? Asociamos el país nórdico a un invierno permanente con días cortos –de hecho el poemario empieza con la sección Invierno–. Aquí es donde entra en juego la respuesta a este interrogante: el mar, que da título a la obra Sjø.

Sjø Mar
Autora: Araceli Gutiérrez Olivares
Lermontova Publishing, 2024

El mar tiene un efecto termorregulador, suaviza y modera las temperaturas. Dicho de otra manera, las estabiliza. De allí que podamos considerar el mar como elemento aglutinador de las estaciones del año, de las secciones del poemario. O mejor aún: una quinta estación. Una entidad propia separada del conjunto pero, a la vez, integrada en él. Un organismo que vertebra y se escinde. Esto es una estación, esto es el mar.

Así surgen los poemas del libro. Un vaivén de olas diminutas en aparente calma que arrastran un mar de fondo observable solo desde las profundidades, cuando la inmersión total oscurece la vista y agudiza la percepción de lo inmaterial, de la realidad intangible marcada por los temidos maelstrom de la cultura noruega citados en obras como Historia de gentibus septentrionalibus.

Hablemos de estas pequeñas olas cuya agua parece llegarnos hasta los tobillos sin darnos cuenta de que, en verdad, nos llega hasta el cuello. Al final del poemario, Araceli Gutiérrez añade una interesante nota sobre el estilo de sus poemas. Allí comenta que asistió a un taller de haikus cuando le recordaron que sus poemas anteriores se asemejan a dicho género, aunque explicita que el libro actual quería ser de poesía breve. Esto nos permite entreabrir la puerta del camarote entre la poesía breve y el haiku, pero sin cruzar del todo el umbral.

Si buena parte de los poemas de la sección Invierno mantienen una estructura y tono que nos recuerda al haiku clásico al aludir a la naturaleza; capturar un instante en el tiempo; recurrir a la objetividad o cortar las dos partes del poema, la mayoría de las composiciones no respetan por un fino margen la exigencia formal de los tres versos de 5/7/5 sílabas –o 17 sílabas en total–. Además, los poemas que componen las secciones que suceden a Invierno tienen una arquitectura versal libre; algunos no acatan el principio de ausencia del poeta en el haiku –hay piezas en primera persona– y hallamos, en ocasiones, matices más reflexivos. Lo más parecido al haiku en poesía breve en español sería tal vez la greguería, como contrastaría Jaime Tello en el prefacio del libro Basho y sus discípulos; la copla popular española o el micrograma acuñado por Jorge Carrera Andrade. ¿Estamos, por lo tanto, ante un libro de haikus –voluntarios o no– o de poemas breves?

No hay duda de que en estos poemas encontramos reminiscencias de la poesía japonesa y, en la mayoría de ocasiones, la síntesis expresiva del haiku. No obstante, para no adentrarnos en un terreno tan cenagoso, podemos zanjar la cuestión con las palabras de Emilio Gavilanes en el artículo Poesía breve. El haiku: «A menudo se ha dicho que el haiku, en general, es un género que (…) se presta al hallazgo casual, fortuito. Seguramente es posible hallar un haiku por casualidad (…). Cada autor llama haiku a composiciones muy distintas. En mi opinión solo hay dos maneras de entender y practicar el haiku: o seguir, más o menos, los principios del haiku clásico japonés o no seguirlos. (…) [Sí] se puede decir que la elección del haiku (o del término haiku) siempre es una apuesta del poeta por la esencialidad. Es un anuncio de que el poeta ha acomodado su voz para susurrar algo de una manera precisa, sin adornos».

Efectivamente, la voz poética de Araceli Gutiérrez nos susurra de forma precisa y sin ambages. Es un tsunami en calma que nos recuerda que debajo de un casquete polar siempre bulle, incesante, la primavera. En palabras de la poeta:

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