Publicado por primera vez en 1947 bajo la editorial dirigida por Franco Antonicelli con el título Se questo è un uomo, esta obra de Primo Levi ha sobrevivido hasta el día de hoy como una de las obras más influyentes del siglo XX. Si esto es un hombre cayó en el olvido después de su primera tirada de 2.500 ejemplares para ser desempolvada en 1958. Desde entonces, el libro ha sido traducido a varias lenguas y adaptado para programas de radio y el teatro.
En mi caso, tengo entre mis manos un ejemplar de la editorial Austral, cuya primera edición de este libro la realizó en julio de 2013, y de esta presentación en concreto, en mayo de 2018, cuya traducción ha corrido a cuenta de Pilar Gómez Bedate.
Primo Levi fue un químico italiano procedente de una familia judía asentada en Piamonte, Italia. Trabajó después de la guerra y su liberación como químico y compaginó esta obligación con sus actividades literarias cuando su obra adquirió repercusión. Primo Levi falleció en 1987 en condiciones algo particulares, pues no queda claro si fue un suicidio o sencillamente un accidente doméstico lo que acabó con su vida.
Es siempre sabido que la obra habla mucho de la personalidad del autor, de cómo le ha afectado ciertas vivencias traumáticas, en caso de haberlas vivido. Sin embargo, en el caso de Levi, su mezcla de optimismo y oscuridad que podemos ver en sus obras hace que sea muy complicado hacernos una idea de cómo era y cómo sentía el escritor a menos que se le conociera personalmente.
Si esto es un hombre comienza con un llamamiento del autor a todo lector a través de unos versos duros pero conmovedores que nos hace ver lo que vamos a encontrar a lo largo de las siguientes páginas.
Ya desde el inicio podemos ver cómo el autor se despega de todo sentimiento y se planta como un narrador testigo que sólo nos desea mostrar los sucesos que vivió de la manera más objetiva posible, dejando que el propio lector cree su propia opinión sobre la historia.
Primo no era más que un pobre muchacho de veinticuatro años que fue capturado por la Milicia fascista en diciembre de 1943, tal y como él se describe al comenzar su narración y al entrar en el Lager, era un muchacho de poco juicio, con ideas irreales acerca del mundo y los ideales que le rodeaba y a los que se agarraba con fuerza.
Primo se definía a sí mismo como un revolucionario moderado y abstracto. Sin embargo, a medida que vamos leyendo, es esta manera de ser y su resiliencia al entorno, así como la rapidez de aprendizaje del propio escritor lo que parece haberle ayudado, junto con la propia suerte de la que nos habla en el apéndice final, la que lo ayudó a adaptarse, a sobrevivir y conseguir transmitirnos todas sus vivencias. Durante la lectura y en el avance, se puede ver cómo Levi, desde un punto siempre lo más objetivo y despegado del sentimentalismo posible, cae en una aparente apatía con la que mira todo su mundo. Deja de mirar hacia el futuro y se resigna a una simple existencia casi deshumanizada.
«¿Qué puedo hacer? Lo mejor es apoyarme en la pared, cerrar los ojos y esperar»
Primo Levi en Si esto es un hombre
Durante los primeros meses de estancia en el Lager, Levi poco a poco parece ir perdiendo la esperanza, y termina por resignarse al destino que le ha tocado vivir, al igual que todos los que le rodean y tratan de sobrevivir un día más. Sin embargo, llega un punto en el que Primo nos muestra como tanto él como el resto de los prisioneros de Auschwitz dejan de ser hombres para transformarse en bestias que se mueven por inercia.
El tema de esta novela es además de contarnos las experiencias del autor de una manera objetiva y despegada de todo sentimiento que pudiera surgir en su interior, es el de ver cómo la maquinaria nazista es capaz de deshumanizar y destruir la voluntad de los hombres desde la más estricta organización. Levi nos muestra de una forma brutal y sobria cómo se comporta la mente humana que es sometida a la falta de libertad, de comida, que es obligada a trabajar hasta la extenuación en condiciones inhumanas. Nos enseña cómo algunos luchan por seguir siendo hombres con la simple posesión de una cuchara y como otros se dejan vencer y siguen el paso marcado por la marcha militar que los azuza y los destruye poco a poco.
«El momento de conciencia que acompaña al despertar es el sufrimiento más agudo. […] no somos más que bestias cansadas.»
Primo Levi en Si esto es un hombre
Lo cierto es que acabo de terminar de leer este libro y nada más cerrarlo me he sentado a meditar sobre sus palabras. Sin lugar a dudas esta es una obra dura, no tanto por lo que se cuenta sino por la propia manera de narrarla. Aunque el autor nos cuenta en su epígrafe final que su intención al despegarse de lo que sentía en aquellos días, no era más que la de darnos una visión lo más objetiva posible con la finalidad de que el lector se haga sus propias impresiones sobre lo que sucedía en aquellos días.
Lejos de crearme una impresión acerca de los hechos en sí, lo que me ha provocado esta novela es un ligero terror hacia la deshumanización que se producía en los campos de concentración, concretamente en el campo de Auschwitz, ya que Levi nos habla sólo de este, pues fue el único que conoció. Como ya he dicho, no es en sí lo que nos cuenta si no la manera en la que lo hace, en un mismo párrafo podemos ver la crueldad con la que es tratada un ser humano por otro semejante mientras que con una sola palabra, colocada de manera estratégica, Levi nos hace sentir que eso es lo mejor para la persona maltratada, ya que, aludiendo a sus propias palabras «es mejor hacerse golpear, porque de los golpes en general no se muere, pero sí de cansancio, y malamente, cuando uno se da cuenta, ya es demasiado tarde».
Me ha impactado sobremanera cómo era posible que, en aquellos momentos, la desesperación les sometiera hasta el punto de agradecer cualquier pequeña cosa, aunque fuera en perjuicio de la propia persona, como si aquello fuera una suerte descomunal. Un ejemplo, era los días de invierno en los que no soplaba el viento, o en los que el sol podía asomar trémulo entre las nubes. Son este tipo de detalles tan pequeños, que salpican por todas partes la novela, la que, a mi parecer, hace de la lectura algo impactante y realmente aterradora.
«decimos «hambre» , decimos «cansancio» , «miedo» y «dolor», decimos «invierno» , y son otras cosas.»
Primo Levi en Si esto es un hombre
La lectura de esta obra me ha llevado a recordar el primer testimonio real sobre la segunda Guerra Mundial, el más que conocido diario de Anna Frank. Aunque nada tiene que ver lo vivido por aquella pequeña niña que durante dos años estuvo oculta entre cuatro paredes, con lo sufrido por Levi en los mismos días a cientos de kilómetros de distancia, desde un punto de vista muy personal, estas novelas se complementan, dos visiones, dos historias, dos personas de edad, género y mundos completamente diferentes, viviendo en sus propias carnes la misma persecución, el mismo fascismo y la misma guerra. Dos maneras de redactar que se complementan entre ellas. La de Levi por lo que nos cuenta de manera tan brutal, la de Frank por lo que no nos cuenta, lo que oculta detrás de sus letras tan dulces e inocentes, tan aparentemente ajenas a lo que sucede a su alrededor.
¿Recomendaría este libro? La verdad es que no se lo recomendaría a cualquiera. Los temas que trata son delicados y hay que tener una mente ordenada para sentarse a leerlos. Saber apreciar la manera despegada del escritor es otra cosa que me hace plantearme quién debería sentarse con esta novela.
Me gustaría decir que es una obra que recomendaría a estudiantes de instituto, a partir de los quince años, pero dudo mucho que la juventud de ahora, o al menos la mayoría, pueda llegar a discernir el horror que entre estas letras se puede percibir. Creo que estaría más destinada a un público con una idea ya en mente de lo que ha sido el holocausto y de lo que supuso la creación de los campos de concentración y exterminio nazis.
Sin duda, es una novela muy recomendada para todos aquellos que, aun desconociendo lo que sucedió, pueda ver el horror de lo que el miedo al diferente puede llegar a causar en la sociedad. Porque, al fin y al cabo, el fascismo que llevó a aniquilar a millones de personas durante la Segunda Guerra mundial, no era más que el miedo a las diferencias religiosas, culturales y étnicas entre las múltiples culturas y razas existentes en la Europa de mitad del siglo XX.
«Nosotros somos los esclavos de los esclavos, […] y nuestro nombre es el número que llevamos tatuado en el brazo y cosido en el pecho.»
Primo Levi en Si esto es un hombre