«Debo admitir que la idea de escribir estas memorias me ronda desde hace algunos años. Es como un duende machacón que una y otra vez he tratado de acallar pero que siempre vuelve. Desde luego no pretenden ser una historia de la historieta nacional sino que simplemente son mi historia personal y vivencias y cómo llegué al mundo de los cuadritos en tinta china y de las cosas muchas que hice. Se trata de la visión de alguien que durante medio siglo redactó guiones de historietas, cuentos y novelas. Aquí desfilan algunos recuerdos de personas y personajes con las que me tocó interactuar. Grandes artistas del guión y del dibujo, editoriales pequeñas, medianas y grandes y por supuesto todo ese maravilloso mundo que es la HISTORIETA ARGENTINA. Éste es mi modesto testimonio y tal vez algunos lo encuentren digno de ser leído. A todos, colegas, editores y lectores, muchas gracias.»
Con este prólogo el escritor Armando Fernández nos introduce a su obra autorreferencial de experiencias vividas desde su infancia, luego su primer encuentro con el mundo de las historietas y hasta el cenit de su vida personal y profesional que lo acredita como autor de una invaluable y casi incontable cantidad de escritos.
El libro comienza con una nutrida lista bibliográfica de todas sus obras, que incluyen su larga trayectoria como guionista de diversas series dentro de la Editorial Columba, gran parte de ellas con personajes creados por el propio autor, otras continuadas por él, así como también sus miniseries, historietas unitarias adaptadas de novelas clásicas, Comic Books y hasta novelas históricas. Su profusa obra contó a lo largo de su carrera con el arte de diversos dibujantes de trayectoria nacional e internacional, como los hermanos Ricardo, Carlos (Bill A. Grant) y Enrique Villagrán (Gómez Sierra), Lucho Olivera, Horacio Altuna, Carlos Pedrazzini, García Durán, Laura Gulino y muchos más.
Nacido en Buenos Aires en 1945 sus primeras memorias se remontan al ámbito familiar humilde, su barrio donde sus primeros pasatiempos consistían en los barriletes, el trompo y el fútbol. Es allí donde a través de unos vecinos, Armando tendría acceso a la lectura de las revistas «Místerix», «Rayo rojo», «Rico Tipo», «Hora Cero» y «Puño fuerte» entre otras,que el canillita del barrio les dejaba.
Siendo hijo de un periodista y ávido lector de novelas de aventuras clásicas, Fernández pronto sintió el llamado por la escritura. Es así que a través de su padre conoce a Andrés Cascioli, más tarde creador de las revistas «Humor» y «Super Humor» de ediciones La Hurraca.
Siendo un joven adolescente, Fernández, bajo la supervisión de Cascioli, escribiría su primer guión «Conjura siniestra» el cual sería publicado como historieta en la revista «Casco de acero». Luego llegaría la oportunidad de crear un segundo guión el cual contaría con los dibujos del mismo Cascioli, titulado «El honor de un renegado», una historia de cowboys que no solo trazará el camino a seguir de Armando sino que también constituyó un antes y un después en su incipiente carrera como guionista.
En 1961 con 16 años de edad, Armando se ve en la posibilidad de trabajar como guionista en la revista «Telemanía presenta: Maverick» quedando incorporado al staff y donde luego de escribir varios guiones llegó incluso a crear su primer personaje, llamado «Capitán Siglos».
Tras el cierre de la revista, Fernández deambula por distintas editoriales como la legendaria Códex y luego Nómina editora, siempre consiguiendo trabajo como escritor.
La vuelta de página le llegaría en 1965 cuando ingresa a la mítica Editorial Columba tras una entrevista con el jefe de arte Antonio Ramón Presa. En Columba ya conocían el trabajo de Fernández previo en otras editoriales y no dudaron en contratarlo. Su primera labor allí sería en un unitario de cowboys titulado «Tierras salvajes» con dibujos de Martha Barnes.
Tras varios guiones allí, le proponen a Armando la creación de un personaje que debía ser el de un guerrero. La premisa era que como Nippur de Lagash estaba teniendo mucho éxito, debía seguirse en esa dirección.
Fernández crea más tarde entonces al exitoso «Argón el justiciero», un guerrero macedonio rubio, con barba aunque sin bigote, a las órdenes de Alejandro Magno. Esta serie contendría ciertos visos de novela histórica y constituyó a su vez un gran desfile de dibujantes en su haber, aunque sus ilustradores más destacados serían los hermanos Carlos y Enrique Villagrán.
Al éxito de Argón le siguieron otras series como «Kabul de Bengala» con dibujos de Horacio Altuna y «Tres x la ley» ilustrada por Rubén Marchionne. Sin saberlo, su trabajo en Columba se prolongaría por 35 años hasta el cierre de la editorial.
Nippur IV
La capacidad creativa de Armando Fernández despierta la atención de los directivos de Columba y de su colega Robin Wood. Por ese entonces Wood tenía a su cargo los guiones de varias series y ya no estaba dando abasto con la demanda de producción de la editorial. Por ese motivo, el director de arte, Presa, le propone a Fernandez ser colaborador de Wood.
De esta manera Fernández acude al estudio Nippur IV el cual había recibido ese nombre porque «Nippur» era el personaje más famoso de Columba y además los fundadores del estudio eran cuatro, los tres hermanos Villagrán más Robin Wood.
Armando se haría cargo primeramente de las series «Los aventureros», «Mark», «Aquí la legión» y «Or Grund» llegando en algunos casos a escribir mayor cantidad de guiones que el mismo Wood, en un comienzo creando guiones básicos que luego Wood adaptaba a su propio estilo hasta que finalmente Fernández impondría su propio estilo.
Con sello propio
Fernández no limitó sus capacidades al momento de crear nuevos personajes, no solo dentro de las historietas de las cuales él se hizo cargo donde creó una larga troupe de figuras secundarias como el de la Dama de Jade y Astrid Von Rotten (una temeraria gánster posiblemente inspirada en la dibujante Ana Von Rebeur quien en ese entonces asistía al estudio Nippur IV) de la serie Los aventureros, sino hijos propios, como él solía llamar a sus figuras creacionales, que implicaron una variada gama de personajes de diversas índoles, destacando además de los ya mencionados Argón, Tres x la ley y Kabul de Bengala, los personajes de Shane, un policial sobre un ex combatiente de Vietnam ambientado en New York y considerada una de las series con contenido más duro de Columba; Talia Shyre, una mujer ninja dotada de poderes paranormales y Teenagers entre otras.
Esta última historieta, ilustrada por la genial Laura Gulino, era una historieta de corte romántico, basada en la vida de la hija menor de Armando, Rocío Fernández y sus vivencias diarias estudiantiles. Esta historieta reunía un sinnúmero de costumbres, valores e ideales de la sociedad argentina de principios de los 90s.
Fernández llegaría a incursionar ampliamente en este género, y con la idea editorial de alcanzar nuevos horizontes, terminaría apareciendo en los guiones con el pseudónimo de Virginia Lang y despertando el interés del público femenino que se convertiría en lector frecuente del álbum de historietas «Intervalo» donde se publicaban la mayoría de los trabajos del género romántico.
Su compromiso con Malvinas
Tras el conflicto bélico de Malvinas, Fernández se sentiría especialmente comprometido con esa causa llegando a escribir primero como coautor, varios libros para la Fundación Soldados, como «Así peleamos Malvinas», «Malvinas 20 años veinte héroes» y «Malvinas una historia de soberanía» entre otros, siendo distinguido por el ejército argentino como «Patricio Honorario»
Asimismo, la temática de Malvinas volvería a cobrar forma de la mano de Fernández, en formato de novela histórica junto con otros géneros, tiempo más tarde dentro de Ediciones Argentinidad.
El legado de Armando Fernández como escritor, principalmente como historietista, van más allá de su trabajo en el legendario estudio Nippur IV y la herencia por la continuidad de varios títulos de la autoría de Robin Wood, ya que Fernández supo destacar con su propio estilo en la creación de diversas historias con personajes audaces, controvertidos y temerarios que seguían sus propios códigos morales, algunos de ellos integrados dentro de la ficción histórica.