Los aparecidos es una novela con una buena dosis de simbolismo y que combina con acierto el relato realista con el relato fantástico. Su autor, el ibaguereño Óscar Godoy Barbosa (1961), logra un encuentro muy interesante entre la realidad campesina colombiana golpeada por la violencia de los grupos paramilitares y una herencia cultural rica en leyendas, espíritus y seres fantásticos de la naturaleza. Es un relato muy original, dividido en 23 capítulos. La novela gira en torno al inspector de policía de 24 años, Daniel Valencia, al que acude una familia para denunciar la desaparición de la joven Myriam quien, según su abuela Chila, ha sido raptada por un ser robusto, peludo y misterioso que se refugia en el cañón, montaña arriba, y a quien llama “el hombre del río”.
Los aparecidos
Óscar Godoy Barbosa
Alfaguara, Bogotá. 2023
244 páginas
Es un libro que “no peca” en ser demasiado divertido, esotérico o muy ligero cuando le toca hablar sobre el temido “hombre del río”, sino que es suficientemente descriptivo y periodístico al dar cuenta de hechos como avistamientos, raptos, torturas y asesinatos en zona rural de un pueblo perdido en el piedemonte de la cordillera. Su personaje central, Daniel Valencia, representa la racionalidad y lógica propia de un abogado recién graduado y oriundo de la capital del país. Por otra parte, Chila es una mujer mayor y campesina que vende yerbas aromáticas en el mercado y que es la memoria de otros tiempos; ella representa la fe y la confianza en la naturaleza. Daniel Valencia tiene que documentar los homicidios y las desapariciones de personas en ese pueblo azotado por grupos armados que siembran el temor en sus camionetas 4×4. El pueblo en la novela no tiene nombre, porque podría ser cualquier pueblo.
Frente a la obviedad de las desapariciones forzadas a manos de los bandidos y la leyenda que Chila le cuenta a Daniel Valencia sobre el hombre del río, algo así como un Yeti criollo, el inspector se debate entre el peligro que significa investigar a la delincuencia organizada y la superstición que envuelve el rapto de mujeres jóvenes desde hace décadas. “Los aparecidos” no es una novela escrita en clave “Disney”, afortunadamente. Aunque no es una narración psicológicamente dramática o desgarradora, la historia desemboca en escenas oscuras y en resultados transformadores para los personajes, no siempre para bien. Pero esa oscuridad en la novela no está suficientemente explotada, podrían decir algunos críticos.
El autor ha sido muy creativo al hacer un paralelo entre las desapariciones que supuestamente ocurren por un motivo u otro: “En esa época, cada diez o doce años, el hombre del río se robaba una muchacha joven […] Unos dicen que las seducía, con palabras que solo ellas entendían, y las enamoraba de tal modo que ellas se iban sin pensar en nada más. Otros dicen que las raptaba cualquier noche, sin pedir permiso, como hacen hoy esos hombres de las camionetas” (2023: 22).
La leyenda del hombre del río hace recordar a los lectores que antiguamente existía un miedo o un terror hacia las fuerzas desconocidas de la naturaleza, espíritus y monstruos, un miedo conocido por toda la gente gracias a historias transmitidas generacionalmente. Un miedo tradicional que, en la historia reciente de un país violento como Colombia, ha sido reemplazado por el miedo a otras fuerzas oscuras, pero bien conocidas, la de los grupos paramilitares, guerrilleros, narcotraficantes, bandoleros y semejantes. Fuerzas violentas que, en la historia de Colombia, provienen de la debilidad de un Estado a merced del latifundismo, la injusticia social, el narcotráfico y el fracaso de no reconocer y valorar la identidad diversa de ese país. De hecho, hilando más fino, el hecho de que Daniel Valencia se resista a creer en la historia del hombre del río y que la gente en general la haya olvidado o rechazado, hace pensar en un pueblo que rechaza una parte importante de lo que es, una parte de su identidad y herencia.
El hombre del río y sus jóvenes amantes
Otro aspecto que me ha llamado la atención es que el Hombre del río a veces devolvía a las jóvenes raptadas, sin signos de maltrato y, todo lo contrario, con un niño en brazos. Aspecto digno de explorar con más detenimiento en términos de sexualidad y mezcla genética. ¿Qué quiere decir que aquel yeti a la colombiana fuerza capaz de reproducir sus genes en muchachas campesinas devueltas a sus pueblos casi como emisarias de otra humanidad? Es una gran idea y puesta en un lugar muy visible en la novela.
¿Qué quiere decir que el hombre del río quisiera mujeres jóvenes? Tal vez, como sugiere la historia, su parte humana y monstruosa necesitaba la compañía y energía más sutil y menos bruta de la mujer. El hombre del río, ese tipo de hombre enorme, de brazos gruesos y cuerpo peludo es un símbolo. Es el macho cabrío (pero en forma de mono), es el símbolo de la sexualidad masculina con sobredosis de testosterona. Su retrato es de muchas formas un tipo de héroe que muchos hombres quisieran ser. Y como no podría ser de otra forma, es un reproductor; es interesante que la novela incluya una escena de cama: “Desnuda sobre el hombre del río. Acaballada, con la agitación de sus senos pequeños y las manos apoyadas en el pecho poderoso. La manaza de él, cubierta de vello, empieza a descender desde el hombro de Myriam, se desliza por la espalda y se detiene en la forma redondeada de las nalgas. El aroma de sus fluidos invade la cueva […] Los gemidos de la muchacha suben de ritmo y de volumen. Se expanden por la cueva, rebotan contra en las paredes, se alejan en forma de eco por los cinco túneles” (2023: 208).
El hombre del río también es el símbolo del espíritu guardián, es el ser humano alejado de la cultura, es decir, el ser humano que casi venció a la cultura para volver a la madre tierra. Es un tipo de monje. Queriéndolo o no, Óscar Godoy Barbosa ha creado una leyenda, le ha puesto nombre, ojos y corazón. Esta novela tiene la virtud de abrir puertas literarias, ya que a partir de este relato pueden nacer muchos más.
Monstruos contra otros monstruos
Los tiempos modernos, el desmonte y la violencia armada han propiciado la furia de otros seres, de otros monstruos con los que el hombre del río tiene un trato, pero a los que es muy difícil apaciguar. Son 5 monstruos con sed de sangre humana que recuerdan a las leyendas tradicionales colombianas como la patasola o la llorona, pero que en la novela son diferentes. Se han cebado ya con varias patrullas de aquellos hombres armados en las camionetas, descuartizándolos como no se había visto nunca. A la monstruosidad de los paramilitares y bandidos se ha enfrentado una monstruosidad aún más implacable.
Estos 5 monstruos son llamados “los aparecidos”, de allí el título de la novela. Gracias a la influencia de Myriam, el hombre del río los ha despertado y los ha hecho cargar contra los delincuentes. Myriam ha perdido a su propio padre a manos de la delincuencia, y ahora, del lado de los entes rabiosos de la naturaleza, puede ejecutar su plan de venganza. Myriam, la víctima, tiene su propia vendetta y es la responsable de que los aparecidos amenacen con salirse de control. No obstante, ella, el hombre del río y los 5 aparecidos salvaron a Daniel Valencia de una muerte segura a manos de los hombres de las camionetas. Siguiendo ese hilo, el relato lleva a que el joven citadino Daniel Valencia tenga que cometer su propia monstruosidad para salvar su vida.
En conclusión, Los aparecidos me ha parecido una buena novela, distinta de lo que nos tiene acostumbrados la narrativa colombiana contemporánea. Sorprende que el elemento de la violencia armada siempre haga parte de la literatura colombiana; esa prenda será muy difícil de dejar y colgar en el armario. Esperaría una segunda parte o un desarrollo de lo que Godoy Barbosa ha sembrado con esta novela.