Hipercafeína y Juegos Olímpicos es un jugoso esfuerzo imaginativo del que Javier Niembro, su autor, se vale para situarnos en un complejo e indeseable espacio estatal donde algunos entes privados aprovechan la desbocada cobertura de su poder para llevar a cabo los caprichos más delirantes que sus dirigentes son capaces de concebir. Frente a eso, una ciudadanía apática que no sabe abarcar intelectualmente la dimensión de cuanto está pasando va cayendo, una a una, en cada trampa dispuesta para garantizar su estremecedora manipulación colectiva.
La distopía, pues a ese subgénero pertenece la obra, no escatima en explicaciones para describir el camino que se ha completado hasta llegar a un deplorable 2052, año en el que se despliega la mayor parte de la trama. El texto pone el énfasis en la fácil derrota de los principios y valores de los individuos, que no dudan en olvidar su dignidad a cambio de integrarse, como uno más, en el juego del tragiconsumo, algo así como un sistema de vida social maquiavélicamente proyectado que refleja la culminación de un peligroso camino que, quizá, nosotros mismos estemos ya recorriendo en la actualidad, sin saberlo.
Habitando en los márgenes de esa corrompida dinámica social, intoxicada, además, por estereotipos extremos, una serie de personajes que sí poseen un ánimo crítico contemplan, frustrados, el desarrollo de los acontecimientos. Javier Niembro se sirve de una prosa lenta, pero curtida y rigurosa, para armar un mundo cuya inminente proximidad temporal acabará generando una ácida sensación en el lector.