¿Cómo alcanzarás el paraíso? ¿Y cómo soportarás las estériles sombras que gradualmente se desvanecen antes del amanecer?
Espera, espera para atravesar las capas de luz.
Como miembro de la generación del 27 en España, los poemas de Vicente Aleixandre encierran la ambición literaria de «revitalizar España». El poeta utiliza «España» como punto de partida para su creación, absorbiendo constantemente las esencias de diversas corrientes literarias y, en el proceso de absorción, despliega una nueva identidad poética. Así, este camino de absorción-renovación en la creación literaria se entrelaza estrechamente con la imagen del «océano» en los poemas de Aleixandre.
En la pluma de Aleixandre, el mar es una fuerza imponente que apunta hacia la resistencia y la liberación. La resistencia es su proceso tumultuoso; la liberación es el destino inevitable al que llega. En la oscuridad, lucha desesperadamente, se debate ferozmente y finalmente surge con pureza. Esta luz señala hacia el universo y trae consigo la sublimación. El poema «Criaturas en la aurora«[2] comienza con la vigilancia, en la quietud inmóvil, donde los versos invocan al sol que aún no ha aparecido. El poeta gira las manecillas del reloj poético antes del amanecer, y en la vista borrosa, el agua, una imagen subordinada al «océano», muestra una curva cambiante de arco. Las olas aún no se han revelado por completo, el agua en este momento es pesada y tensa; en el avance arqueado, es tímida y pasiva; cuando llega el amanecer radiante y exquisito, es ascendente y enérgica. Si tuviéramos que visualizar este conjunto de cambios en las ondas del agua como una figura, sería una curva ascendente. Esta curva se recoge en una luminosidad poderosa, pero no se termina, se cristaliza en un rayo de luz en un grito silencioso. Se puede imaginar que el océano, como una imagen importante en la pluma del poeta, lleva consigo una noble misión de invocar y engendrar la luz.
Como dijo el filósofo y poeta francés Bachelard: «Una gota de agua poderosa basta para crear un mundo y para disolver la noche. Para soñar el poder, basta una gota imaginada en profundidad. El agua así dinamizada es un germen; otorga a la vida un ímpetu inagotable» (2005: 21)[3]. En la similitud entre el curso de la vida y la inmensidad del océano, la poesía de Aleixandre revela el poder espiritual en las ondas acuáticas de ensueño.
Quizás ningún poeta pueda resistirse al encanto de la luna. En el poema «Silencio», el poeta considera la luna como un sujeto peculiar: «Esa luz amarilla que la luna me envía es una historia larga que me acongoja más que un brazo desnudo«[4]. Este sujeto apunta en primer lugar a la razón anhelada por el poeta, donde la sabiduría humana y la civilización se entrelazan constantemente en el eje del tiempo, dando lugar así a la historia. Bajo la conexión del resplandor amarillo, el solitario poeta establece un diálogo con la «luna», un diálogo que impulsa la melodía de la poesía a través del silencio, reflejando las sombras efímeras entre lo eterno y lo fugaz. Este tipo de expresión también se puede encontrar en la poesía antigua china: «La vida sigue interminablemente generación tras generación. La luna sobre el río se ve igual año tras año«. Sin embargo, el toque espiritual de Aleixandre a la luna va más allá de la comprensión del tiempo. Bajo la confusión de la luz y la sombra, la luna trasciende el tiempo histórico abstracto y se eleva a un significado más eterno, más allá de la historia y los deseos, casi divino. Después de esta transformación, la comprensión de la palabra «enviar» al comienzo del poema se obtiene: el emisor y el receptor están en relación, en el proceso de manifestación del acto de «enviar», el emisor tiene el control. La visión divina inspira al poeta, la unión entre el ser humano y el universo se realiza, y la divinidad de la poesía nace en la solemnidad y la tranquilidad.
«Para el mundo he nacido una noche«[5]. La noche llama a la luz. La noche también abre los sueños. Los sueños en la oscuridad crecen plumas en la corona, ligeras, blancas, apuntando hacia el vuelo. Es solo en la oscuridad de la noche que la luna y el amanecer tienen la posibilidad de aparecer. Sin embargo, aún no hemos visto el paraíso en los ojos del poeta. Para el poeta, la oscuridad no solo es el entorno donde se asientan las imágenes poéticas, sino también una proyección de su psicología personal. Solo, mirando hacia la luz, después de que la pluma del poeta penetre en los misterios del universo, también puede convertirse en la madera de sacrificio, buscando un fuego ardiente. En este sacrificio de vida, se queman los recuerdos y, finalmente, la luz atraviesa el cristal puro, naciendo un resplandor claro, un alma que atraviesa la noche y cruza el océano, interpretando el silencio de la poesía.
[1] Esta reseña se basa en la traducción al chino del traductor Zhao Zhenjiang, titulada «Sombra del paraíso». Incluye una selección de poemas de 14 colecciones de poesía de Vicente Aleixandre.
[2] Aleixandre, V. (1976). Sombra del paraíso. Edición de Leopoldo de luis. Madrid
[3] Bachelard, G. (2005). El agua y los sueños: ensayo sobre la imaginación de la materia (Vol. 18). Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.
[4] Aleixandre, V. (1977). Pasión de la tierrra. Editorial cincel librería. Madrid
[5] Aleixandre, V., & Cano, J. L. (1972). Espadas como labios. Castalia.