El inicio de El Invencible es una imagen canónica de todos los relatos y películas de viajes interestelares que vendrían después de su publicación: la nave crucero interestelar de 18 mil toneladas El invencible viaja en modo automático a velocidad sub-lumínica mientras los 83 miembros de la tripulación duermen en el hibernador. Esta imagen ha sido una inspiración en el género de la ciencia ficción y se sitúa como uno de los principales referentes de este tipo de relatos. Esta escena, al ser repetida en otras novelas, películas, cómics y series ha condicionado nuestro imaginario sobre los viajes en el espacio exterior. En 1963 la novela de Stanisław Lem “El Invencible” fue publicada en varias entregas en la revista Bialostocka y en 1964 fue publicada en un libro. En inglés fue publicada en 1975.
El contexto tecnológico, el viaje en El invencible, los instrumentos, las armas, los autómatas y los vehículos a las órdenes del crucero hacen parte de una historia muy humana: la historia de una expedición en un territorio desconocido. El invencible ha viajado al planeta Regis III para explorarlo e investigar la fatídica suerte de otro crucero idéntico, El Cóndor, el cual había dejado de transmitir de forma desconocido en el mencionado planeta arenoso.
El Invencible
LEM, Stanisław
Publicado por primera vez en polaco en 1964
Editorial Impedimenta
Traducción al castellano de Abel Murcia y Katarzina Motoniewicz
Salamanca. 2021
256 páginas
Al igual que en la novela Solaris (1961), en “El invencible” Stanisław Lem describe un mundo extraño, con paisajes que en parte recuerdan a La Tierra, pero que son radicalmente diferentes. En Solaris hay solo un gran océano y en Regis III hay un gran desierto en el que la vida se ha extinguido y un océano en el que sobreviven algunas formas de vida. Pero entre Solaris y Regis III hay otra similitud muy interesante, en cada planeta hay una gran fuerza de la naturaleza que al inicio del relato pasa inadvertida, una fuerza que caracteriza al planeta como a ningún otro y sobre el cual ni el ingenio ni la tecnología humana pueden sobreponerse. En Solaris el gran océano es un ser inteligente que ejerce una influencia en la mente de las personas. Y en Regis III hay una gran nube oscura que arrasa con los seres vivientes y que es responsable del final de la nave El Cóndor y su tripulación.
En estas dos novelas también se describen comportamientos “arquetípicos” con las tecnologías, es decir, como arquetípicamente lo hemos supuesto o soñado (por lo menos hasta inicios del siglo XXI, lo cual puede cambiar). Por ejemplo, la nave principal y los vehículos más importantes tiene campos de fuerza, las telecomunicaciones son una supuesta evolución de radios y pantallas, el reconocimiento del terreno lo hacen sondas voladoras con tecnologías de radar y fotográficas y los robots autómatas obedecen todo tipo de tareas. Todas las tecnologías son accionadas directamente por la tripulación, salvo las tareas de rutina de los robots, pero en ningún momento la novela describe una interacción directa con una interface de Inteligencia Artificial. No hay algún tipo de “computadora madre” con la que el comandante o la tripulación hablen directamente solicitando informes, opiniones o recomendaciones. Es decir, pensando en estos comportamientos conocidos con la tecnología en la novela El Invencible la IA no existe como personaje.
No solo el inicio de la novela es un referente en el campo de la ciencia ficción del siglo XX, también el drama que desarrolla es un referente de las narraciones en las que hay una expedición en un terreno desconocido. Contrariamente al tópico, El Invencible y su tripulación no logran conquistar o domar a esa fuerza inesperada que el ser humano finalmente logra identificar. De alguna forma recuerda a El corazón de las tinieblas (1899) de Joseph Conrad.
Los medios tecnológicos con los que cuenta El invencible hacen honor a su nombre, incluyendo una gran máquina robótica llamada Cíclope, la cual está dotada de algo como un cerebro electrónico y dotada de armas de protones y antimateria. Parece que nada puede derrotarla, sin embargo, pierde en el enfrentamiento con esa una extraña nube y lluvia negra, metalizada y acristalada, que ha probado acabar con los sistemas basados en impulsos eléctricos incluido el cerebro humano.
El capítulo VI es uno de los más interesantes ya que Lauda, uno de los biólogos más experimentados de la tripulación, plantea una hipótesis que explica la “naturaleza” y comportamiento de las nubes negras que antes habían dejado a las máquinas disfuncionales y a las personas reducidas a un estado mental “vacío”, sin habla, sin memoria, equivalente a un bebé que solo reacciona con gestos torpes y chillidos. Lauda deduce que las nubes negras son diminutos autómatas o bots o seres no biológicos que han evolucionado en Regis III como si lo fueran. Una tecnología venida de otro mundo se habría adaptado a seguir funcionando después de que sus rectores biológicos desaparecieron; habrían luchado entre ellos sobreviviendo solo una facción, la que mejor pudo adaptarse a todas las condiciones. El caso era único en la galaxia. Lauda dice entonces al comandante Horpach: “Tenemos que tratarlos como una fuerza natural del planeta”.
La reflexión de Rohan, segundo al mando después del Astronavegador y comandante Horpach, da final a la novela. Los científicos de El Invencible dieron el nombre de “Necrósfera” a la nube de mini autómatas metalizados y Rohan se pregunta si en realidad hay que combatir a esta nube; es como combatir a una tormenta o a un tsunami, fuerzas naturales con poder destructivo, pero sin intencionalidad. Pese a todo, Rohan y Horpach concluyen que no se pueden ir del planeta hasta no intentar rescatar a posibles supervivientes o por lo menos sus cuerpos. Cuando Rohan se aventura a ello, confirma sus pensamientos, no encuentra a ninguna persona viva y observa que la nube negra incluso parece tener un tipo de conciencia, concluyendo que en ese desierto “solo podían sobrevivir formas inanimadas para celebrar misteriosos actos, que no estaban destinados a ser vistos por lo ojos de ningún ser vivo” (2021: 250).
«En la literatura de nuestro tiempo, los dos grandes maestros de la ironía y de la imaginación son Stanislaw Lem y Jorge Luis Borges»
Úrsula K. Le Guijn
Capítulos en la novela El Invencible
– La lluvia negra
– Entre ruinas
– El Cóndor
– El primero
– La nube
– La hipótesis de Lauda
– El grupo de Rohan
– La derrota
– Una larga noche
– La conversación
– El Invencible