Mi año de descanso y relajación, y algo de nihilismo

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Después de leer Mi año de descanso y relajación puedo decir que las obras de Ottessa Moshfegh exploran qué es sentirse mal, sentirse incómodo con las circunstancias y con la vida, estar rodeado de personas que no te son tan favorables como quisieras y cómo el mismo protagonista del libro también tiene asuntos por solucionar consigo mismo, por no decir el sentido total de su existencia. Esto también se lee en otra novela de Moshfegh como Lapnova. Es decir, son obras neo-existencialistas, incluso nihilistas. Esto mismo es el centro de Mi año de descanso y relajación, donde una joven bella, “todas las personas que conocía en la universidad me odiaban porque era guapa” (2023: 136), rubia y sin muchas dificultades económicas decide “apagarse” durante un año con el objetivo de hacer un reinicio, con el fin de hacer emerger una versión más “manejable” de su yo y lejana de su pasado. Se destaca que su estrategia consistía en tomar cuantos somníferos y tranquilizantes mentales pudiera con el fin de dormir lo máximo posible durante un año. Su botiquín estaba compuesto por Trozadona, Zoldipem, Nembutal, Fenobarbital, Seroquel, Litio, Trankimazin, Promaxatín, Mysoline, Resperdal, Valium, Orfidal, Benadryl, NyQuil, Lunesta, Termazepan, Zyprexa, Placidyl, Bisolgrip, Ilvico, Lamictal e Infermiterol, siendo este último el más determinante.

«Posiblemente la escritora americana más interesante a la hora de escribir sobre el hecho de estar vivo cuando estar vivo es una sensación terrible».
The New Yorker

Se ha de felicitar a Ottessa Moshfegh por incluir, y de forma tan insistente, este generoso listado de drogas, dándole a la novela una interesante atmósfera de botiquín psiquiátrico. De hecho, en la novela es interesante el personaje que le receta estos fármacos. Se trata de una psiquiatra freelance, la doctora Tuttle, con orientaciones chamánicas, pero con un lejanísimo seguimiento de su paciente.

• Ottessa Moshfegh
• Mi año de descanso y relajación
• Publicado en inglés como “My year of rest and relaxation” en 2019
• Traducción de Inmaculada C. Pérez Parra
• Alfaguara. Madrid. 2023
• 253 páginas

Tengo que confesar que durante más de 100 páginas sentí que “Mi año de descanso y relajación” me aburría, pero la insistencia de esta novela en la estrategia de la protagonista, de la que no conocemos su nombre, logró acercarme a su perfil psicológico, generándome cierta empatía y admiración del planteamiento literario y argumental de esta obra. La novela insiste mucho, a veces de forma repetitiva, en la psicología de la protagonista, en su somnofilia, en su desagradable camino para apagar su vida y su conciencia (lo digo subjetivamente), arrastrando al lector a presenciar muy de cerca quién es, sus actos y su psique. Esto no se consigue siempre en la literatura y depende mucho de la elaboración del personaje y su descripción poética.

Si tiene un mérito esta novela es la construcción de este personaje, se siente un gusto literario al seguir tan de cerca su miseria, su pobreza emocional, su odiosa estrategia y su valentía heterodoxa. No se trata de un personaje que explore su mundo inconsciente, o sus sueños, su intención es hacer un paréntesis de un año, detenerse, pero no para hacer cosas que le gusten, sino para apagar su conciencia, para escapar de la realidad como forma de supervivencia.

El personaje de la psiquiatra, la historia personal de la protagonista, sus padres, su trabajo en una galería de arte y lo que describe sobre el arte, su mejor amiga Reva y el cuadro general de Nueva York a través de su posición y vida, es una crítica de fondo a buena parte de la sociedad y cultura en Estados Unidos. Que su año de descanso y relajación termine precisamente hacia septiembre 2011, subraya una mirada o percepción nihilista del modus vivendi en aquella gran ciudad y sociedad.

Contracubierta del libro Mi año de descanso y relajación

El caso psicológico y vivencial de la protagonista de Mi año de descanso y relajación

La protagonista tiene como máximos referentes culturales a Whoopi Goldberg y a Harrison Ford y quería ver cuantas más películas mejor. “Cuanto más estúpida fuera la película, menos tendría que pensar” (2023: 71), frase que nos hace recordar al cine somnífero y la embrutecedora costumbre de ver películas una y otra vez como resultado de no tener nada más que hacer en la vida, o como forma de apartarse de la conciencia y sumergirse en la facilidad atrapante de ver dramas o comedias humanas en la pantalla.

Ella narra su situación, describe sus sensaciones y cómo miente a su psiquiatra para obtener pastillas. Expone sus pensamientos, percepciones sobre el colmado de la esquina o las recurrentes visitas de su mejor y única amiga. En cierto punto Mi año de descanso y relación me hizo recordar a la novela Monólogo o La mujer rota de Simone de Beauvoir, en cuanto al monólogo mental y al momento existencialista, y también negativo, de la mujer protagonista y de la mujer en la sociedad.

Sin siquiera recuerdos cariñosos de sus padres, sin memorias de cuidado o salud, hija única convertida en huérfana durante sus estudios universitarios, la protagonista no tiene memorias positivas o esperanzadoras. Su padre era un científico con actitud séptica, demasiado absorbido por sus experimentos y fallecido de cáncer. Su madre era alcohólica, desocupada y suicida. Como resultado: una rubia joven bella y sin propósito, con herencia económica y que siente cómo el mundo la trata con envidia e hipocresía por ser guapa. Herida por el no-amor de un hombre, Trevor, que la usa como instrumento sexual. Sin curiosidad ni referentes sagrados. Una mujer sola golpeada por el huracán de una sociedad igualmente instrumental y circunstancias de vida nada amables. Con una sola amiga, Reva, a quién no soporta pero que en el fondo quiere, con tan funesto desenlace que al final se da a entender que Reva era solo una interesada o una víctima del 11/09/2011.

Es esta mujer la que tiene un proyecto de hibernación, dormir, dormir y dormir hasta renovarse toda, cortar con su memoria y así empezar de nuevo fortalecida. No sabemos si en realidad lo consigue, porque al final de este año la narración no concluye si verdaderamente se recupera, si consigue un trabajo, si se enamora o si termina suicidándose. La novela termina justo después que la protagonista cumple su año de somníferos; la novela es solo un tramo de la vida, no una biografía.

Hacia el final de la novela ocurre un giro dramático: ya que el consumo de Infermiterol le producía somnambulismo y pérdidas de memorias acuerda con el artista snob Ping Xi un tipo de obra de arte, un performance, a cambio de que el artista siga unas instrucciones dadas por ella. Este giro dramático encauza ese año de hibernación. Es interesante ver cómo su estrategia con los fármacos lleva su salud al borde del abismo, pero tal era su necesidad. Y el acuerdo con el artista, que la filma y manipula durante meses mientras ella actúa sonámbula, sin voluntad y sin memoria, es al mismo tiempo un gran disparate que demuestra la máxima superficialidad del arte y una idea genial que lleva el performance a un nivel de intimidad con la vida, generando una obra de arte que crítica la existencia misma.

Mi año de descanso y relajación es un libro que ya tiene un lugar destacado en la literatura de Estados Unidos del siglo XXI y que confirma una oleada de nihilismo en la literatura, tal vez inspirado en casos, historias de vida, noticias y obras de arte que subrayan cierta decadencia emocional en la contemporaneidad.

Cubierta del libro Mi año de descanso y relajación

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