Lectura de El mundanal silencio, una obra de Raimon Panikkar sobre la secularidad

El mundanal silencio de Raimon Panikkar
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He leído con atención El mundanal silencio, la obra ganadora del Premio Espiritualidad Martínez Roca 1999. Escrito por Raimon Panikkar, el libro es una reflexión sobre la secularidad y la relación entre lo espiritual y lo mundano. Los libros de Panikkar demandan calma en el lector, atención y cierto esfuerzo. No por su densidad, sino por su profundidad. Testigo como todos nosotros de un mundo ruidoso, el mayor de los hermanos Panikkar nos invita a pensar en el cambio de Saeculum sugerido con el cambio de milenio. El Saeculum, entendido como el periodo histórico, de conciencia histórica (más o menos 6000 años), dice el autor, ha empezado a cambiar y a ser sustituido por una conciencia trans-histórica.

Vivimos en una época en la cual la secularidad es un fenómeno muy visible, y en la cual lo secular está desvinculado de lo profano y no se puede hacer una equivalencia entre uno y otro fenómeno. No obstante, reencontrar lo sagrado es una acuciante necesidad. La secularidad es un fenómeno transcultural de esta época, aunque más circunscrito a Occidente, así que el autor no se refiere a lo espiritual y a lo mundano en Oriente. Estos son los puntos de partida de El mundanal silencio, desde los cuales Panikkar explica por qué se puede y se necesita hablar de una secularidad sagrada y por qué esta perspectiva es importante en una época en la que el ser humano podría generar un impacto inimaginado sobre la vida en La Tierra. El libro nos invita a desplazar el pensamiento de un mundanal ruido hacia un mundanal silencio.

Raimon Panikkar afirma que el ser humano es un punto de encuentro entre el cielo y la tierra. Esa es su esencia, ser conector en el mundo. Y la conciencia humana junto con su particular capacidad de acción sobre el mundo, nos habla de, según el autor, una “intuición cosmoteándrica o teantropocósmoca”. Considerar el mundo temporal como algo sagrado es un aspecto destacado que este libro expone, pero no el único. He tenido la suerte de introducirme en la reflexión sobre la secularidad a través de la lectura de este ensayo. {Para realizar este análisis de las principales ideas y reseña he leído la edición: Ediciones Martínez Roca. Barcelona. 1999}

Saeculum, Secularización, Secularismo y Secularidad

Secularidad, lo secular, tiene un claro parentesco con la palabra Saeculum. Y Saeculum se refiere al mundo temporal. Pero no solo al mundo o cosmos material, expone en el ensayo Panikkar, sino al cosmos viviente, a la fuerza vital de ese universo que existe en el tiempo y en el espacio. Las 4 dimensiones empíricas básicas reconocidas por el ser humano, la tierra, el agua, el fuego y el aire, están entonces contenidas en la palabra Saeculum. Para los romanos el Saeculum era un periodo de 110 años, el periodo de vida de una persona o el periodo en el que la población humana se renueva.

Queda claro que el Saeculum no es lo corriente y despectivamente llamado “mundano”, sino “la estructura temporal indestructible del mundo” (p. 32); lo dice así porque el tiempo es indestructible. Pero para seguir la exposición de Panikkar es importante empezar distinguiendo entre secularización, secularismo y secularidad.

• Secularización: proceso histórico por el que las instituciones religiosas han sido separadas, desposeídas dice el autor, de sus privilegios, de su poder, y devuelto ese dominio al mundo.

• Secularismo: ideología según la cual todo lo que existe es empírico. Niega que el mundo transempírico, supranatural, meta-racional, tenga algún grado de realidad.

• Secularidad: “convicción de que el Saeculum pertenece a la última esfera de la realidad”. Relativiza la realidad divina. Afima Panikkar: “Dios es un ser relativo, que está en relación con el mundo. Es Dios del y para el mundo” (p. 28).

orígenes de la secularidad según Panikkar
En El Mundanal Silencio, Panikkar hace una revisión del concepto de secularidad y su diferencia con secularismo y secularización.

El Cristianismo, el Islam y el Judaísmo han visto al “mundo mundano” como algo periférico o provisional (antes de ir a otro mundo), mientras que para algunas tradiciones indígenas en África, América y Asia, el mundo real, de aquí y ahora, es más protagonista, es “donde se juega el destino de todo lo que existe” (P. 32). Por este último camino es por donde va el tema de la secularidad sagrada de la que habla Panikkar. Explica que las grandes religiones han subrayado la preminencia del mundo divino más allá del mundo físico, delegando al mundo del “más acá” a un estado solo transitorio. Frente a esto, la secularidad subraya este mundo, este cosmos, como el estado último de la realidad.

La diferencia entre secularismo y secularidad está en que mientras el secularismo afirma que Materia, Espacio y Tiempo es todo lo que existe, la secularidad afirma esta triada constitutiva pero “sin negar la posibilidad de que puedan darse otras dimensiones de la realidad” (P. 33), es decir que además de materia, espacio y tiempo es posible que exista algo más. Plantea Panikkar que el mundo subjetivo, y el onírico y el imaginario también es real. No solo el mundo objetivo es real… pero estos dos mundos se mantienen apartados (¿si? Tal vez a veces están unidos pero no armonizados. La ficción del entretenimiento plantea una cuestión a resolver). Entonces, el mundo subjetivo y el objetivo son constitutivos de la realidad. El mito es tan real como la historia.

Es interesante ver la definición de Saeculum para los antiguos romanos: el tiempo potencial de vida de una persona o el tiempo necesario para la renovación total de la población humana. La palabra “siglo” viene de Saeculum.

Crisis y el redescubrimiento de lo sagrado

Dice Panikkar que la secularidad moderna ha socavado la confianza cósmica. Lo secular no concibe que el universo siga un plan planeado en otro “universo”, en un estadio celestial más allá de un estado material temporal. Muchos filósofos han planteado al igual que Panikkar que en la modernidad hay una crisis social de los meta-relatos, una pérdida de confianza en lo divino, lo cual era pilar fundamental de las religiones tradicionales. Por ejemplo, recientemente el filósofo Byung Chul Han subraya esta pérdida de seguridad en lo divino; ver su ensayo La sociedad del cansancio.

Panikkar alerta que esa confianza puesta otrora en los dioses, ahora está puesta, a duras penas, en “nosotros”, el humano. El futuro depende de nosotros, el futuro del planeta vivo. Y eso es un hecho. Además, es un futuro que no es solo “nuestro futuro”, sino que lo es de las demás especies vivas y conciencias animales. En ese sentido es trans-histórico, porque afecta solo a la historia humana. El filósofo hindú-catalán habla del fin de la historia, porque las rivalidades humanas no implican solo a la población civil sino a la Tierra en su totalidad.

Pero ¿por qué crisis? Porque, si bien el cosmos ya no depende de los dioses sino de nosotros, parece que nosotros no confiamos en nosotros mismos. Byung Chul Han explica que eso genera ansiedad, nerviosismo, pérdida de atención, hiperactividad: estados característicos de la población en el siglo XXI. El gran desafío para el hombre, es el hombre mismo, dice Panikkar. El político, el gobernante, el científico “sin Dios padre” y sin “Tierra madre” están en una encrucijada, en una depresión, “no es extraño que esté tentando de hacerlo estallar [al mundo]… la recuperación de la sabiduría tradicional podría ser un paso crucial para la transformación de la crisis actual” (P. 69).

Algo muy importante que explica Panikkar en El Mundanal Silencio es que, aunque la secularidad está relacionada con la modernidad, no hay que confundirlos como si fueran expresivos del mismos fenómeno.

El contexto es una sociedad en la que se habla de la escasez del tiempo, en la que duele el tiempo, en la que se concibe el tiempo como algo externo a nosotros, en la que el tiempo se ha reducido casi a una mercancía, en la que producir significa principalmente producir más rápido. En ese sentido, la crítica a la ciencia moderna, no es una crítica epistemológica ni al método científico, sino al discurso que la atraviesa, un discurso que rinde cuentas a la inversión del capital, un discurso que obliga a la ciencia moderna a que su esencia sea la aceleración (la ciencia existe desde hace muchos siglos, pero no siempre ha estado ni vestida con las mismas ropas, ni alimentada con las mismas vitaminas).

El ser humano se sentía más cómodo enfrentándose a la naturaleza o a Dios, pero enfrentándose al Sistema se siente más desolado. El sistema tecnológico-económico-capitalista (aunque Panikkar no habla del capitalismo en el libro) es un sistema mecánico y no animista. Comenta con acierto que sólo podemos vivir si trabajamos para el sistema, si lo mantenemos en marcha constante. En este punto también hay un puente filosófico con Byung Chul Han: la sociedad del cansancio es una sociedad del exceso de trabajo, una sociedad que excluirá todo tipo de tiempo que no sirva a la maximización de la producción y el consumo. Los dos filósofos concluyen que la contemplación queda excluida de la ecuación, o se convierte en un altísimo lujo. Frente a esto, Pannikkar propone un redescubrimiento de lo sagrado: “el redescubrimiento de lo auténticamente sagrado es una tarea urgente para la civilización occidental… lo que necesita ser resacralizado es la misma vida humana como una realidad más real que lo meramente empírico, es decir, como una realidad sagrada.” (P. 60).

La tarea de la religión en este siglo XXI, dice Panikkar, es entonces aproximarse a lo secular como a una vía verdadera de realización humana. Aunque muchos caballeros de las religiones quieran conservarla como ha sido durante siglos, las religiones tienen el deber de redescubrir una función adecuada a este cambio de Saeculum. La secularidad no implica el fin de las religiones, pero si subraya su transformación. Hay una mutación de la religiosidad, afirma el autor: “La secularidad sagrada acentúa que Dios se haga hombre como que el Hombre sea considerado un ser divino” (P. 63).
Hay que re-entender el sentido de la Religión explica el autor. Por ejemplo, el hambre ya no se concibe como un castigo divino o como un desorden de la naturaleza, sino como una cuestión técnico-política-económica. Cierto. Y esto es una cuestión de vida o muerte. Lo anterior, es precisamente hoy, una cuestión religiosa. El objeto de la religión no es Dios, es el ser humano, como individuo, sociedad y especie.

El epígrafe al inicio del libro dice “no hay ninguna diferencia entre lo secular y lo sagrado, no hay ninguna diferencia entre lo sagrado y lo secular”, una cita de Nagarjuna.

Secularidad sagrada, ecosofía y tempiternidad

El desplazamiento que señala el autor en la entrada del siglo XXI está en que lo sagrado ya no está, socialmente hablando, en la esfera tradicional de lo divino o en el reino de la naturaleza, sino en el universo construido por el ser humano. Pero al mismo tiempo, señala, una “cierta conciencia ecológica penetra por doquier y la noción de ecosofía se abre lentamente camino” (P. 41). La noción de ecosofía también es mencionada por este autor en su libro sobre el diálogo interreligioso y, aún más, en el libro que lleva ese título.

De todo lo anterior, la necesidad de plantear el análisis de una secularidad sagrada. No basta solo con oponerse a algo, a la religión o al estado. El ser humano necesita de algo sagrado. Y en el fondo, lo sagrado siempre es lo real. Lo más real.

Ni lo secular es necesariamente lo profano, como lo sagrado no es necesariamente lo sobrenatural. No solo lo religioso es sagrado y hay que desvincular lo secular de lo profano. Para la secularidad, la vida del mundo (materia, espacio y tiempo) pertenece a la condición última del ser, y por lo tanto, es sagrada. La secularidad sagrada no niega a los dioses… pero los vuelve a situar en la arena humana. Dice Panikkar que la dignidad del ser humano se convierte en un aspecto último. Por lo cual lo sagrado ya no puede callar cuando los esclavos son sometidos, cuando los gitanos son perseguidos, cuando los inmigrantes son negados. La dignidad humana debe ser alzada a un podio respetado, pero será tanto y más difícil cuando “el anonimato y la despersonalización son parte integrante del mito tecnológico” (P. 70). Para no dejar la “eternidad” como un cabo suelto en la explicación, Panikkar habla de la tempiternidad: la realidad como temporal y eterna, a la vez.

Panikkar defiende la Ontonomía

El concepto de Ontonomía es central en el libro. Expresa una concepción muy interesante e inspiradora sobre lo sagrado. Ontonomía quiere decir la interconexión de todo, el sentido profundo de la trinidad, la visión cosmoteándrica, advaita.

En las religiones abrahámicas, solo Dios es sagrado, el resto no. Ni los ríos, ni las montañas, ni los animales. El ser humano no lo es, pero es llamado a serlo en algún momento, en algún estado. Se trata de una concepción dualista de lo sagrado, donde hay separación entre un reino de lo sagrado y un campo de lo profano.

Por otro camino, la advaita nos habla de una concepción no dualista de lo sagrado, según la cual todo tiene una dimensión sagrada. Debido a que las cosas son reales, son sagradas. Ninguna “cosa” es sagrada por sí misma, alerta Panikkar, puesto que nada existe por sí mismo, en sí mismo. Es sagrada en tanto que interconectada o interrelacionada. Dice el filósofo que esta idea es fascinante. Lo comparto.

Gaia, Obra del artista Luke Jerram en la catedral de Liverpool. La añado a esta reseña porque representa una de las ideas que expresa Panikkar, la sacralidad del mundo, de lo mundano en un sentido profundo. El gran acierto de Luke Jerram se ve en el efecto que tiene esta obra, genera asombro, invita a reflexionar sobre el carácter sagrado de la tierra en tanto contenedora de todas las interrelaciones entre los seres vivos y recursos que la habitan.

El libro trata de poner en un lugar destacado que esta visión puede ayudar a solucionar la polaridad Dios – Humano. Una polaridad que se ha convertido en una tensión insostenible. Esta ruptura, dice R.P., conduce al holocausto atómico. “Si lo sagrado y lo profano están dialécticamente opuestos, lo secular, en cambio, es la Tierra Prometida donde los dos se encuentran” (P.53).

Las hermenéuticas de Jesús y Jesús como símbolo

El libro trae al final una reflexión sobre Jesús, el hijo de Dios y el hijo del hombre. El reto para la hermenéutica es que Cristo es Dios, pero está encarnado en un hombre, entonces ¿Cómo puede ser Absoluto lo que también es Relativo (un mortal más)?… cómo no menguar ni su divinidad ni su humanidad… solo si lo divino es flexible… solo si hay en Dios cierta “vida” … se puede explicar un descenso, una epifanía. Explica Panikkar que para la Cristología lo anterior es posible ya que entiende a Dios como Trinidad: Dios y Jesucristo, divinidad en el más allá, sin cuerpo, y divinidad en el más acá, con cuerpo, conforman al espíritu santo.

Desde el cristianismo, se entiende a Jesús hombre como la imagen visible del Dios invisible, se le entiende como a un mediador, como el camino hacia Dios. Es decir, no es posible relacionarse con Dios sin pasar por Cristo. Pero ¿Es posible una interpretación secular de Jesús de Nazareth? El filósofo comenta con acierto que cada época ha interpretado a Cristo a su manera. La humanidad de Jesús nunca se ha negado y actualmente, comenta Panikkar, no es tanto su divinidad sino su modelo de fraternidad humana lo que llama la atención de los seculares. El Jesús moderno es el modelo del que se preocupa de esta tierra y de sus problemas, afirma. Hay entonces una secularización de la hermenéutica, en la cual la variable constante es el símbolo de Cristo. Interprétese Jesús como se interprete.

¿Qué tienen en común todas las interpretaciones sobre Jesús? Ya en su época hubo muchas interpretaciones sobre él, pero siempre las interpretaciones han tenido en común a Jesús mismo. Por qué esa permanencia de Jesús, pregunta el autor. La razón no se encuentra en una voluntad humana organizada, ni en una imposición histórica. Jesús pertenece al patrimonio histórico, cultural y religioso de Occidente. Explica Panikkar que Jesús ha entrado en los arquetipos, en los instintos y en la médula de la Civilización.
Tal vez Jesús sea el símbolo más potente de la cultura occidental, un símbolo de sí mismo. Aunque la secularidad haya logrado cambiar o borrar las afirmaciones tradicionales sobre Cristo, no ha conseguido que esté fuera de la cultura.

Algunas ideas después de Leer EL Mundanal silencio

Panikkar intenta argumentar que esta discusión y análisis sobre la secularidad sagrada es más profunda que una simple reacción contra una concepción religiosa de la realidad. Una secularidad sagrada estaría en el camino de una visión de mundo que le considera sagrado. Esto sería, un camino que se alejaría de la insostenibilidad general que ha mostrado la sociedad.

El autor acuña un concepto muy interesante: ecosofía. Más que una lógica sobre lo “eco”, una ecología, una sabiduría de lo “eco”, una ecosofía, ayuda a entender el sentido profundo del mundo vivo, temporal, material e interrelacionado.

Aunque la mentalidad secular niega cierta trascendencia ontológica y cierta eternidad, no niega forzósamente el misterio de la inmanencia, dice Panikkar, ““ni puede negar una trascendencia óntica apofáctica… no niega que en el seno del mismo ser, que es esencialmente temporal, pueda habitar un núcleo tempiterno, un centro divino”” (ver página 95). Lo anterior se entiende mejor si consideramos que la trascendencia óntica apofáctica quiere decir: la trascendencia del ser “más acá” del reino de lo divino. Para la teología apofáctica, solo es posible conocer lo que Dios no es, porque Dios es incognoscible e incomprensible, el intelecto humano no lo puede aprehender.

Alguien como Aldous Huxley estaría de acuerdo con lo anterior, ya que hace recordar cuando en Las puertas de la percepción él habla sobre la imposibilidad del ser humano de soportar la revelación divina, la cual le desbordaría.

Para entender lo Tempiterno, hay que tener en cuenta que, según Panikkar, la “realidad no se agota en la temporalidad; no es ahora temporal y después eterna, sino tempiterna, todo en uno” (más sobre lo tempiterno en www.raimon-panikkar.org).

Para Raimon Panikkar la posibilidad de recobrar una sacralidad de la vida y del vínculo entre los seres humanos es algo que valía la pena pensar y subrayar. En muchas de sus intervenciones en vida habló sobre la importancia de defender la dignidad humana. Y sin duda, en su filosofía hay un caminar hacia la dignidad de todo lo que es.

Por último, también me queda de la lectura de El mundanal silencio que aún desde un punto de vista secular, es innegable que las ideas, los sueños, las creencias y todo lo que no sea tangible, haga parte de nuestra realidad. De alguna forma Panikkar es apologético. Dice que la temporalidad es un existencial (Heidegger). La secularidad entiende eso, que el tiempo es un factor fundamental de toda realidad. PERO, agrega el autor, aunque todo sea temporal, no implica que la temporalidad lo sea todo.

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Autor: Julián Bueno

Escribir reseñas y análisis de libros es una manera de volver a ellos a través de nuestros apuntes. En Lectura-abierta.com todo el mundo está invitado a publicar sus experiencias de lectura. Soy antropólogo y consultor digital, me interesan los contenidos en internet, la literatura, la filosofía y el arte.

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