La Inevitabilidad de la Muerte: Explorando el miedo en La Muerte de Iván Ilich

Reseña del libro La muerte de Iván Ilitch
4.7
(34)

Propósito: Analizar y explorar cómo Lev Tolstói aborda el miedo a la muerte en su novela “La Muerte de Iván Ilich”.

A lo largo de nuestra vida, nos hemos preguntado ¿qué hay después de la muerte? ¿Cielo, infierno, reencarnación? Todo es un misterio, pero ¿qué pasaría si morir fuese como dormir eternamente y borrar todos los momentos intrínsecos de la vida? Tan solo pensarlo nos genera escalofríos y esta inquietante posibilidad, la de desaparecer sin dejar rastro, nos enfrenta a uno de nuestros temores más profundos: el miedo a morir. A todo esto, se asimila leer “La muerte de Iván Ilich”, una novela que nos invita a reflexionar sobre cómo los temores pueden aniquilar nuestra conciencia y la esencia misma de quienes somos. Así mismo, como desata a una espiral de autodestrucción y nos arrastra hacia la desintegración más profunda de nuestro ser.

En la novela “La muerte de Iván Ilich”, el autor señala el miedo que siente el hombre ante la muerte, ya que desconoce qué puede haber más allá de este suceso, es decir, el destino hacia lo desconocido.

No se trata ni de una cosa ni de la otra, sino de la vida y… la muerte. Antes en mi cuerpo habitaba la vida, ahora huye, se marcha y no puedo retenerla. Sí. No tiene ningún sentido seguir engañándome. ¿Acaso no es evidente para todos, menos para mí, que me estoy muriendo? La única cuestión relevante es cuántas semanas o días me quedan. Puedo morirme ahora mismo. Antes me rodeaba la luz; ahora, las sombras. Hasta hace poco estaba aquí; pronto me iré allá. ¿Allá? ¿Dónde es allá?» . Se sintió transido de frío, se le cortó la respiración. Lo único que oía eran los latidos de su corazón. « Y cuando ya no exista, ¿qué quedará? No quedará nada. ¿Y dónde estaré cuando ya no exista? ¿Es posible que sea la muerte? No, no quiero.» Se levantó de un salto, tanteó la mesilla con manos temblorosas en busca de la vela, la tiró al suelo junto con la palmatoria y volvió a tumbarse, la cabeza sobre la almohada. « ¿Por qué? Lo mismo da —se decía, escrutando la tiniebla con los ojos abiertos —. Es la muerte. Sí, la muerte. Y ninguno de ellos lo sabe, ni quiere saberlo ni muestra compassion (Tolstoi, 1866, p.54).

Esta conciencia del deceso, aunque sea perturbadora, puede transformarse en una fuerza que nos impulse a buscar un significado más profundo y verdadero del estar vivos. Pues de lo contrario, si el ser humano depende del final existencial, su percepción permanecerá gobernada por la sombra del óbito. Esto se refleja en la realidad, pues los eventos y conflictos globales ponen de manifiesto la fragilidad de la vida humana y generan que mayor parte de la humanidad viva cuestionada por su fin. Este temor a la inexistencia puede tener un impacto negativo en la calidad de vida de las personas, ya que vivir obsesionado con el fallecimiento, puede ser paralizante para el desarrollo personal y espiritual de los individuos, convirtiéndolos en prisioneros de sus propios miedos y ansiedades, tal como lo menciona Hernán Álvarez (2022) en el siguiente fragmento:

El tema está en la vida y en la muerte, la una en la otra, investidas, incrustadas,  orbitándose  mutuamente.  Pero  el  problema  que  aparece,  en  gran parte de la trama de Ilich, es el de una “angustia insoportable”, el de un “espantoso temor”. ¿Por qué? Porque, “hecha ambigua al convertirse en miedo, la angustia se presenta además como una flaqueza (…) El cotidiano estar vuelto hacia la muerte es, en tanto que cadente, un continuo huir ante ella” (Heidegger, 1997, p. 274). Así, en una nota al pie, Heidegger escribe: “En su relato La muerte de Iván Ilich, Tolstoi ha presentado el fenómeno de la conmoción y derrumbe de este ‘uno se muere’” (pp. 69-70).

Es decir, el pánico al dejar de existir se convierte en una debilidad, en la que el protagonista pretende escabullirse de ella y enfrentar la mortalidad. El autor, Lev Tolstoi, ha demostrado que la negación de la muerte puede llevar a una existencia superficial y llena de evasión llevándolo al derrumbe de uno mismo.

En esta fase, el pánico dominó por completo a Iván Ilich, llevándolo a una gran desesperación, lo cual se refleja en su insistencia en curar la enfermedad, aunque le resulta imposible.

Y ahora estoy consumido, la luz de mis ojos se ha apagado. Ahí está ya la muerte y yo sigo pensando en el intestino ciego. Busco una manera de curar el intestino, cuando ya está ahí la muerte. ¿De verdad es la muerte?» De nuevo fue presa del pánico, se quedó sin aire. Al inclinarse para buscar las cerillas, golpeó la mesilla con el codo. ¡Cuánto le estorbaba y le molestaba ese trasto! Lleno de ira, la empujó con más fuerza y la volcó. Y desesperado, jadeante, se tumbó de espaldas, esperando que la muerte viniera de un momento a otro (Tolstoi, 1866, p.55).

El intento de Iván Ilich de curar su ‘intestino ciego’ revela una desconexión con la realidad y una negación de su inevitable mortalidad. Esta obstinación puede entenderse como una ilusión de tener el poder para enfrentar lo imposible, aun cuando la gravedad de su situación es abrumadora. Así pues, cuando su cuerpo experimenta desesperación y un compartimento impulsivo, manifestando incomodidad e insoslayable, resalta la manera que el hombre no quiere llegar al deceso. Esto también se comprende como una pérdida de su integridad personal y el sentimiento de que su cuerpo le traiciona. De tal modo, la investigación de Lama (2020) señala: ‘Cuando el sano deviene en paciente, entre las muchas cosas que le sobrevienen, aparte de las reacciones de negación, depresión, regresión, siente una pérdida de su integridad como persona; su cuerpo se hace presente, se hace sentir’. Por lo tanto, el proceso de salud a enfermedad implica enfrentar la propia vulnerabilidad y mortalidad del sujeto, lo que puede desencadenar el miedo a morir, atravesando una serie de respuestas emocionales y una conciencia aguda del cuerpo y su fragilidad.

Cuando el hombre se vuelve dependiente del miedo, lo materializa a través de un fenómeno psicológico conocido como ‘profecía autocumplida’. Esto se da cuando se obsesiona con un temor en particular o pensamiento negativo, pues la mente tiende a buscar pruebas que confirmen esa creencia, lo que puede influir en las acciones y decisiones de manera inconsciente. Así también, puede aumentar la sensación de desesperanza y desamparo, haciendo que el sufrimiento parezca aún más injusto y sin sentido. De este modo, surge una fuente de angustia, en medio del dolor y la incertidumbre por encontrar respuestas satisfactorias del por qué está enfrentando un destino tan difícil, tal como nos indica Tolstoi (1866) el siguiente párrafo:

Pasaron dos semanas más. Iván Ilich ya no se levantaba del sofá. No quería quedarse en la cama, por eso pasaba el día echado en el sofá, casi siempre de cara a la pared, soportando en soledad los mismos sufrimientos insoslayables, dándole vueltas en soledad al mismo pensamiento insoslayable. ¿Qué era eso? ¿Era posible que fuera de verdad la muerte? Y una voz interior le respondía: sí, es verdad. ¿Y por qué razón le acosaban tantos tormentos? Y la misma voz le respondía: por nada, porque sí. Más allá de esas cuestiones no había nada (p.84).

El fragmento anterior señala como el hombre es dominado por la negatividad de sus pensamientos acerca de su muerte. Deja que su imaginación pesimista empeore su estado físico y mental. Esta fantasía no se basa en una realidad médica objetiva, sino en sus propios miedos y percepciones exageradas. En este sentido, el texto nos invita a desafiar activamente estas ideas detractoras y no depender exclusivamente de nuestro miedo al óbito. De igual modo, enfrentar nuestros temores con valentía y adoptar una actitud más positiva y esperanzadora, y así abrirnos a un mundo de experiencias gratificantes y satisfactorias, por el contrario, es posible autodestruirse así mismo con la manifestación de nuestros pensamientos, tal como menciona la investigación de Romero (2023):

no se trata de que no seamos capaces de concebir nuestra muerte porque sea imaginaria, sino por el contrario: podemos concebirla precisamente por esa razón. Quizá logren igualmente ayudarnos estas palabras de Céline: “Cuando se carece de imaginación morir es cosa de nada; cuando se tiene, morir es cosa seria” (10). Es la imaginación lo que causa a Illich el espanto frente a la muerte, y ese espanto no surge debido a la imagen de los sufrimientos que aún le esperan, sino porque Ilich entiende, así sea poseído de angustia y miedo, lo que significa el fin (p.7).

Es la imaginación de Ilich que hace ver el deceso de una manera trágica, razón por lo que él vive con el temor de su fin existencial. De modo que, este constante enfoque, nos consume pavor y ansiedad originando efectos adversos en nuestra salud física y mental. Así pues, pensar en un evento catastrófico sobre nuestra muerte, es una trampa mental que nos priva del verdadero disfrute de la vida.

De pronto le quedó claro que aquello que le atormentaba y de lo que no conseguía desembarazarse salía de una vez por todas, y lo hacía por dos lados, por diez lados, por todos los lados. Le daba pena de ellos, tenía que intentar que no sufrieran. Liberarlos y liberarse a sí mismo de esos sufrimientos. « Qué bien y qué sencillo —pensó—. ¿Y el dolor? —se preguntó—. ¿Adónde se ha ido? Eh, dolor, ¿dónde estás?» . Se quedó a la escucha. « Sí, allí está. Bueno, que venga.» « ¿Y la muerte? ¿Dónde está?» . Buscó ese temor a la muerte que le había acompañado a lo largo de toda su vida y no lo encontró. ¿Dónde estaba? ¿Qué muerte era esa? Ya no albergaba ningún temor porque la muerte no existía (Tolstoi, 1866, p.97).

El fragmento anterior nos indica la liberación de los temores y sufrimientos del hombre experimentando la paz interior porque la muerte no existe. No obstante, Tolstoi da entender que la muerte de Ilich no proporciona una verdadera resolución, pues el desencanto proviene de la continua evasión de Ilich y su búsqueda de consuelo en la resignación, lo que revela un vacío existencial que el miedo oculta, pero no desaparece. De este modo, creemos que se presenta una visión muy simplista y hasta irresponsable sobre el tema del óbito y su “liberación” de la angustia asociada. Sugerir que el deceso simplemente es nulo y que, por lo tanto, no hay razón para temerla, es más una negación de una realidad innegable y universal. Por ende, se puede interpretar a una falta de preparación para enfrentarla de manera saludable y constructiva, ya que estar dispuesto a morir es parte intrínseca de la experiencia humana. Estamos inmersos en un mundo lleno de complejidades y desafíos, y la idea de que uno pueda simplemente «liberarse» de su pavor con una reflexión profunda y un cambio de actitud es, en muchos casos, una fantasía inalcanzable. De hecho, tiene mucha razón el artículo de Romero (2023) donde destaca:

El carácter decepcionante de esta conclusión no se encuentra de modo primordial en que, para el lector del relato, el término de la existencia de Ilich arroja una sensación de rendición, de claudicación y desorientado aspaviento, cubierto de un tono religioso. Tampoco es principalmente insatisfactoria la insinuación, de parte de Tolstoi, de acuerdo con la cual su personaje clave muere convencido de que un gesto final, un remordimiento postrero, es capaz de rectificar el entero camino de una vida no examinada. El desencanto se encuentra en comprobar que el proceso de evasión por parte de Ilich nunca cesa, y que el vacío de la existencia del protagonista busca un amparo último por resignación. Su miedo se hace cansancio y acaba ocultándose, pero como lector interpreto que el miedo no desaparece y que la religiosidad de Tolstoi no ofrece respuesta, sino que lleva el proceso vital de Ilich a un inexplicable sometimiento. El desenlace no es ruin, pero sí insatisfactorio. ¿Era literariamente necesario? El punto es discutible (p.13). 

La conclusión del personaje principal, Ilich, se percibe como decepcionante, ya que Tolstoi argumenta en un tono fantasioso y no ofrece una respuesta satisfactoria, sino que lleva al protagonista a una resignación inexplicable. Además, la evasión del miedo por parte del hombre nunca termina, y el vacío de su existencia hace que busque un último amparo por resignación. Creemos que, en lugar de promover una visión tan simplista, sería más constructivo y realista fomentar la aceptación de nuestras emociones, incluidas las difíciles, y trabajar activamente en su procesamiento y manejo saludable, reconociendo la inevitabilidad de la muerte como parte de la experiencia humana. De manera que, aceptar la complejidad de la vida y enfrentar sus desafíos con valentía y realismo, estamos mejor preparados para desarrollar una comprensión más profunda de nuestra propia mortalidad y encontrar formas significativas de vivir en armonía con ella.

En síntesis, la novela “La muerte de Iván Ilich” de Lev Tolstói, ilustra cómo el miedo a la muerte puede llevar al sujeto a la autodestrucción y al derrumbe personal. Iván Ilich, a lo largo de su vida, se aferra a una existencia superficial y conformista, evitando enfrentar la real mortalidad. Esta angustia latente al deceso lo sumerge en una vida de engaño y autoengaño, conduciendo a una profunda crisis existencial cuando la enfermedad lo obliga a confrontar su fin inevitable. La negación persistente de su condición y el pánico ante el óbito impiden que él viva de manera auténtica, resultando en un doloroso derrumbe emocional y espiritual. Por lo tanto, sólo en sus últimos momentos, al aceptar su mortalidad, Iván encuentra una especie de redención y paz. Desde esta perspectiva, la novela de Tolstói nos enseña que el enfrentamiento valiente y honesto con nuestra propia finitud es esencial para evitar que el miedo a la muerte nos lleve a la autodestrucción y, en cambio, nos permita vivir una vida plena y significativa.

Reseña escrita por: Roca Pacheco Brisha, Rojas Rabello Pablo, Villanueva Soto Julissa

Referencias:

Hernán Álvarez, F. (2022).Esbozos acerca de la bioética y la angustia como disposición afectiva:¿Hacia un nueva tanatoética? Metis. Revista Interdisciplinaria en fenomenología. (3). 57-73. https://publicacionescientificas.uces.edu.ar/index.php/metis/article/view/1379/1401

Lama, A. (2020). La virtud de la compasión en la práctica del cardiólogo The virtue of Compassion in the practice of Cardiology. Revista chilena de cardiología. 39 (3). https://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-85602020000300293&script=sci_arttext&tlng=en

Tolstoi, L. (1886). La muerte de Iván Ilich. https://0201.nccdn.net/1_2/000/000/191/345/La-muerte-de-Iv–n-Ilich.pdf

Romero, A. (2023). EL PROBLEMA DE LA MUERTE EN TOLSTOI. https://acrobat.adobe.com/id/urn:aaid:sc:VA6C2:105c8ab5-8ae1-4428-bc37-80e5d4323cfe

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Un comentario en “La Inevitabilidad de la Muerte: Explorando el miedo en La Muerte de Iván Ilich”

  1. Advierto que puedo estar equivocado cuando afirmo que «La muerte de Iván Ilich» es una denuncia social que muestra los comentarios crueles, perversos e inhumanos que descuben los asistentes al funeral del Ivén, un pobre funcionario subalterno de la corte rusa.
    Solicito a los reseñadores me saquen de mi error si es que hay tal. Gracias.

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