La Historia sin Fin o La Historia Interminable (Die unendliche Geschichte –The Neverending Story) del escritor alemán Michael Ende, publicada en 1979, es una de las obras de la literatura fantástica más conocidas en el mundo. Es una de las novelas fundadoras de este tipo de relato. {Para escribir esta reseña he leído: Michael Ende. La Historia Interminable. Punto de Lectura. Madrid. 2006}
El comienzo del libro es simplemente maravilloso: Bastian Baltasar Bux inventa historias y se las cuenta a sí mismo. Es una manera de sentirse acompañado porque en el colegio lo rechazan por ser gordo y poco diestro en los deportes: «Sus historias imaginadas son como un sueño del que despertaba (ver página 34) … huía hacia otro mundo, hacia otra realidad”. Es una idea sencilla, al tiempo que una poética de la evasión de la realidad.
Reseña de La historia interminable
Bastian empieza a leer un libro en el que Atreyu, de la tribu de los pieles verdes, debe emprender un viaje épico con un amuleto «vivo», AURYN, para encontrar la manera de salvar al Mundo de Fantasía en el cual habita. La Nada era una fuerza imparable que consumía lentamente a Fantasía y era necesario detenerla para salvarla de la extinción… «podrás ver la nada, o mejor dicho, no la verás” (ver página 68).
La Nada Total es lo que consume ese mundo imaginario, y poco a poco Bastian es involucrado en esa historia. «Alguien” debe darle un nuevo nombre a la emperatriz infantil, señora del Mundo de Fantasía, para ayudar a detener la Nada.
Auryn, el amuleto, recuerda un Oróborus, símbolo de la renovación permanente. A medida en que avanza en la lectura, Bastian se da cuenta que él mismo es quien tiene la responsabilidad de hacerlo. Hay varios momentos que son preámbulo a su entrada en Fantasía: a través de un espejo (p. 124), y a través del libro ve a la emperatriz (p. 197 y 203).
Cuando Bastian entra a Fantasía, su aspecto cambia. También sus características: ahora es valiente y guapo. Se le ha concedido el poder de desear y a través del deseo crear, es decir, hacer realidad su deseo con sólo nombrarlo.
Los personajes, las situaciones, los episodios, las pruebas a las que deben sobrevivir los héroes, son dignas de una gran imaginación. En realidad, al igual que en las obras de Tolkein, en este texto se da la creación de una cosmología, un universo fantástico. Es una literatura fantástica que construye una lógica de mundo paralelo, donde los valores de «este mundo» son idealizados.
Cuando Bastian entra a Fantasía, una de las primeras cosas que sucede es que su aspecto cambia. También sus características: ahora es valiente y guapo. Se le ha concedido el poder de desear y a través del deseo crear, es decir, hacer realidad su deseo con sólo nombrarlo. Inicia así una cadena de acontecimientos en Fantasía que permiten la existencia de ese mundo: «Con su palabra creaba, su palabra nacida del deseo» (357). Le llaman «El salvador”; claramente es un personaje mesiánico.
Llevado por su propio poder, Bastian se pierde en el deseo… su deseo era ser más importante de lo que en realidad era, quería ser reconocido, y así lo fue, pero a costa de sí mismo. Al final olvida quién es, pierde incluso el sentido del habla… en esa coyuntura es que debe decidir si irse de Fantasía, para recuperarse, o quedarse, y perderse, enloquecer, olvidarse.
Sus amigos lo llevan al AURYN, el amuleto, y a El Agua de Vida. Y allí mismo es donde está la puerta para volver a casa. Concluye diciendo que todo consiste en la Alegría de poder amar… {el libro es bueno, pero esa parte muy cheesy}… tal vez la necesidad de amarse a sí mismo podría ser un antídoto contra el veneno de desear locamente.
La novela de fantasía La historia interminable es buena, se podría decir que es una metáfora sobre el amor propio y la autoestima. Pero también hay que decir que a veces redunda en símbolos y estereotipos. Por ejemplo, la descripción del mal es la negrura. No obstante, al ser una obra pionera debe reconocerse que esos estereotipos no eran referencias muy comunes en la literatura de la época, y que posteriormente muchas obras utilizaron.
(Estas cosas de la nada me recuerdan al nadaismo colombiano).