La novela El oficinista, escrita por Guillermo Saccomanno a partir del 2003 y publicada en 2010, cuenta la historia de un “perdedor de escritorio” (p. 17) fuertemente afectado por la precariedad que llevó consigo la crisis ecónomica del 2001/2002 (véase, por ejemplo: Ehrmantraut 2016). La sociedad en la que vive este antihéroe se estructura a través del concepto binario de género y, por ende, la heteronormatividad. Los personajes representan arquetipos del rol que asumen en la estructura social, por lo que parecen estar muy estereotipados: Mientras que la mujer indígena da luz y así asume el rol femenino de la madre (p. 60-62), los hombres indígenas realizan trabajos manuales en la calle (p. 84).
De los personajes que llegamos a conocer más profundamente, el que tiene más poder es el jefe: un hombre casado, próspero y a cargo de una empresa, con muchas personas dependientes de él. La secretaria, como mujer, se encuentra en una posición muy inferior a él. Pero gracias a la relación con el jefe, aspira a conseguir un mejor estatus social – ahí se puede observar la (futura) complementariedad asimétrica critizada por de Beauvoir en 1949, también presente en la novela Plop, escrita por Rafael Pinedo, donde el estatus social de la mujer del Comisario General, por ejemplo, se define a través de éste.
Luego, tenemos al protagonista, quien al igual que el jefe es casado y tiene hijos; la diferencia más obvia es que el oficinista se encuentra en una relación laboral de dependencia, mientras que el jefe decide quiénes permanecen en la empresa y quiénes son despedidos. La esposa del oficinista aparece exclusivamente en la esfera doméstica, así que – por ahora – su familia puede considerarse como la representante del cliché.
Pero dentro de estas estructuras binarias, se desarrolla un conflicto central, más concretamente, la constante lucha por ser reconocido como ‘macho’ (Teltscher 2002). Puesto que la total dependencia laboral le asigna el rol de la ‘marica’, el del participante pasivo al oficinista, este aspira a una mejor posición en el “continuo de las masculinidades” (Teltscher 2002; trad. K.S.). Después de que toda su vida fuera signada por el sometimiento, experimenta una situación en la que se siente más macho, debido a la supuesta inferioridad – expresa a través del miedo y las lágrimas – de la secretaria. Estableciendo una relación con ella, el oficinista ve la oportunidad de encontrar pruebas suficientes que confirmen su masculinidad. Porque, como explica Teltscher, ante una mujer es más fácil demostrarla; primero, por la posibilidad de desplegarla a través de la penetración fálica en el acto sexual que implica la actividad del hombre que está penetracndo a la otra persona, y segundo, porque no hay rivalidad entre los hombres en este momento (Teltscher 2002, p. 13).
Depositando sus esperanzas en la relación con la secretaria, el oficinista se siente amenazado por el jefe y el compañero: Teme que ellos desplieguen más masculinidad que él y que se la ‘roben’ para confirmar y fortalecer sus propias posiciones dentro del continuum entre ‘macho’ y ‘marica’. Aunque se dice a sí mismo una y otra vez que los celos son femeninos, sigue sintiéndolos (p. 64); a esta calidad supuestamente femenina, se le añade la pasividad característica del protagonista, igualmente un comportamiento estereotípicamente femenino. Aunque para presentarse como ‘macho’ tendría que asumir un rol activo, ni siquiera se muestra capaz de hacerlo en compañía de las mujeres: Tanto en el acto sexual como en los demás aspectos – proposiciones, conversaciones – las mujeres toman la delantera, mientras que él asume el rol pasivo y, con ello, se desenmascara como ‘marica’ (véase, entre otros ejemplos, p. 37). Los únicos momentos en los que logra confirmar su masculinidad son aquellos cuando otras personas se muestran aún más débiles. Un ejemplo para dicho fenómeno se ecuentra en la explosión sucediendo cerca de la oficina: Por medio de una construcción climáctica, llegamos a saber que, mientras que el oficinista conserva la calma, también hay personajes que no saben afrontar la situación; “alguien sonríe histérico”, alguien “está por vomitar” y alguien incluso “se hizo encima” (p. 91). Pero la sensación del ‘éxito masculino’ se desvanece abruptamente cuando el oficinista se da cuenta de que el compañero también sobrevivió el atentado y sigue siendo su rival.
La virilidad del jefe le parece tan poderosa que, apenas entrando en el despacho de él, el oficinista ya se siente en inferioridad. Eso se expresa en la imaginación del jefe torciéndolo sobre el escritorio y penetrándolo (p. 77). Por ende, en compañía del jefe la imagen que tiene de sí mismo es caracterizado por el estatus de la ‘marica’. Hay una sola situación cuando el oficinista se siente ‘más hombre’ que el jefe: A diferencia de los hijos del jefe, que son adoptados, él tiene hijos – nadie sabe cuántos – biológicos. Interactuando con ellos, se hace notar que en la familia supuestamente tradicional y estereotipada, se invierten los roles de género. El oficinista, con su “carácter manso” (p. 12), intenta darle cariño a su hija que acaba de preguntarle por dinero. La mujer, a cambio, es muy autoritaria y suele propinar palizas tanto al marido como a los hijos.
La secretaria, por otro lado, es la mujer estereotipada que tiene la oportunidad de conseguir un mejor estatus a través del hombre, en este caso, del jefe. Ella cumple con el binarismo heteronormativo de género en tanto que, como mujer, elige al hombre más rico y más ‘macho’ para ser padre de sus hijos – aunque no es cierto que el jefe sea el verdadero progenitor de los mellizos en el vientre de ella. Manteniendo la relación con la secretaria que está supuestamente embarazada de él, el jefe empuja al oficinista no sólo fuera del departamento de la secretaria (p. 197), sino que también lo expulsa definitivamente del grupo de los hombres ‘macho’, a la vez reestableciendo su masculinidad absoluta.
Bibliografía
Saccomanno, Guillermo (2010): El oficinista. Barcelona: Seix Barral.
Beauvoir, Simone de (1949): Le Deuxième Sexe. Tomo 1: Les Faits et les Mythes. Paris: Gallimard.
Ehrmantraut, Paola (2016): «Nueva pobreza y ansiedades de la clase media en clave apocalíptica en ‚El oficinista de Guillermo Saccomanno». En: Chasqui 45 (1), mayo del 2016, p. 197-207.
Teltscher, Peter (2002): Hombres con hombres con hombres: Männlichkeit im Spannungsfeld zwischen Macho und marica in der argentinischen rzählliteratur (1839-1999). Gender Studies Romanistik, Tomo 8, editado por Christine Bierbach & Brunhilde Wehinger. Berlin: edition tranvía – Walter Frey.