Reseña del libro La Amigdalitis de Tarzán, una novela de Alfredo Brice Echenique, importante escritor peruano.
La Amigdalitis de Tarzán es la historia de un distante par, de una pareja separada por el Océano Atlántico y sus propios devenires. Una pareja imposible. Opino que el título se debe a que, por momentos, los personajes del libro tienen la necesidad de gritar para «convocar las fuerzas de la naturaleza», pero no pueden, están lejos, solo pueden escribir, sus bocas permanecen en silencio y las amígdalas sufren.
El sentimiento más fuerte que me produjo leer La Amigdalitis de Tarzán es el de ser un espectador de la intimidad, casi un voyeur. Se despierta un sentimiento profundo en el lector cuando puede ser el espectador en primera fila de las relaciones privadas. En este caso, se trata de una relación principalmente epistolar entre un hombre y una mujer.
El libro es una correspondencia de cartas, y leerlas es una especie de entrada a un mundo privado en el que, habitualmente, no se tiene permiso de estar. Es una novela epistolar, por supuesto.
La relación entre los protagonistas además de estar basada en la palabra también lo esta en la soledad. Ellos pasan tantos años, más de 30, viajando entre América y Europa, siendo nómadas, y a pesar de relacionarse con medio mundo, literalmente, parece que no llegan a conocer a nadie más que a ellos mismos. Es tan obsesivo su cariño y su amistad, tiene tanto de fijación mental, tanta fidelidad, que produce casi una molestia en mí, que soy su público; me molesta que su amor no se pueda practicar todos los días en vivo y en directo.
Es decir, su relación epistolar es lo que obtuvieron, pero no me gusta… me parece frustrante, y paradójico, porque hasta cierto punto pudieron haber estado juntos, físicamente, antes de pasar el punto de no retorno.
El relato quiere hacer parecer que el esposo de ella, Bob, fue un catalizador, pero no. En la historia no se logró lo que el público quería. Esta tensión en el lector, producto de la maestría literaria de Brice Echenique, es admirable, incómodamente admirable. En el fondo de aquella mujer hay una nostalgia inmensa, y unas lágrimas que destilan. Como espectador-y-lector, me dio pesar, mucho pesar su relación. Tuve miedo de que me llegue a pasar así.
Por otra parte, es cierto y bello, que pese a no verse tanto, tanto se desearan, tanto se confiaran. Qué manera de estar juntos. Qué manera tan “a pesar de todo”. Juan Manuel Carpio me parece un pobre hombre que nunca pudo conseguir un nuevo amor, y que cuando algo más pequeño se asomó en su vida, fue sólo para rayarle el coco. Mía, me parece una mujer que siempre se quejó y no fue capaz de actuar, es un personaje tenazmente débil, aunque su personaje haga alusión a “Tarzán”, alguien muy fuerte. Se me ocurre que la única comparación es que ella nació como princesa, pero terminó abandonada en una selva, la selva de la sociedad aunque suene clichesudo.
También abandonada a “su” suerte. Claro, en ese sentido siempre tuvo amigdalitis y nunca pudo dejar salir ese enorme grito de convocación de poderes animales aliados que hacía relucir al famoso rey de los micos. Si, en ese sentido ella es un Tarzán con amigdalitis. Dicho sea de paso, qué maravillosa imagen la amigdalitis de Tarzán, uffffff.
Juan Manuel Carpio, sin embargo triunfó en su arte. Es me gustó. Su perseverancia lo llevó a eso, después de ser un pobre cantante de bar de medio pelo parisino. El negocio de las canciones para niños a cuatro manos fue un buen recurso literario, o dramático en la obra, una ligera conciliación.
Seguramente, habrá muchas historias personales que se asemejan a esta. Incluso parte de la mía propia… Brice Echenique logra diferenciar bastante bien a los dos personajes. Me convención de que se trataba de una mujer y hombre escribiendo cartas. Eso es fuerte en su relato. Al principio resulta un poco pesado lo reticente de la correspondencia, de las cartas, pero después, entrado en gastos, yo como público terminé muy involucrado en esa relación. Eso es poderoso en su relato. Pero, desde otro vértice, el ritmo de su historia es lento, y eso no le resta calidad, solo lo digo porque le suma, en algunas partes, durante algunos momentos, aburrimiento.
Hace una que otra maroma narrativa Brice Echenique. Juan Manuel Carpio es el que cuenta la historia, y cuando está dando cuenta de lo sucedido deja entrar la voz de mía, como parafraseándola, o como citándola, introduciéndola de un momento a otro en su propio monólogo. Solo puedo decir esto de aquella magnifica novela.