Alida Elguera representa un hito primigenio en la historia de la narrativa para niños en el Perú y Juguetes (1929) constituye el primer libro pensado en un receptor infantil. Días después de su publicación, este cuentario recibió elogios en medios escritos de alta circulación. Para Luis Valera y Orbegoso, es una verdadera joya pues los cuentos “están escritos con tal delicadeza de espíritu, con tal intensidad de emoción y tal exquisitez de arte”. José Gálvez comenta que su lectura fue de maravillas y afirma: “me ha traído recónditas y puras evocaciones y que me ha provocado el milagro de desdoblarme a la distancia y volverme a la niñez”. Alberto Ureta señala que la autora logra traducir el candor de sus personajes y precisa que su valor radica en su “estilo dulce, suave, de un lenguaje familiar y sencillo, pero rico en imágenes y colores, y sobre todo una rara habilidad para hablar a los sentidos y a la imaginación de los niños”. Por su parte, Roger Gastón señala que las historias son tiernas, profundas y de prosa cristalina en el que se nos presenta una imagen angelical de Santa Claus, pues “A todos los conoce, a todos los bendice, y a todos los perdona”.
Elguera Mc. Parlin, Alida. (1929). Juguetes.
Ilustraciones de Vinatea Reinoso y Álvaro Núñez Rebaza.
Lima: Casa Editora La Opinión Nacional.
A sabiendas de la dificultad para acceder a este libro y de la necesidad de actualizar su lectura, compartimos la presente reseña con el ánimo de divulgar su propuesta, impulsar su atención editorial y propiciar la discusión de alcance académico. Juguetes se compone de diez narraciones circunscritas en motivaciones navideñas. Temáticamente abordan la figura divina del Papá Noel, el impacto afectivo de los juguetes y la comprensión afectiva del prójimo. En términos estructurales, el narrador instala al lector en el marco de la Navidad, lo lleva a momentos mágicos y le advierte el propósito aleccionador de la historia. En términos generales, existe una pretensión de extraer las lecciones de la navidad al tradicional modo. Para una mejor explicación de los cuentos, los clasificamos en tres líneas temáticas: a. La humanización de Papá Noel: “La noche buena”, “El mejor chicote” y “El mensaje a Santa Claus”; b. La magia del juego: “El soldadito cojo”, “Madrecita” y “El último juego”; c. Historias de aleccionamiento: “El niño grande”, “El nuevo amor”, “Magia negra” y “La niña de cristal”. A continuación, delinearemos la trama de cada uno de ellos.
“La noche buena” revela la imagen divina de Papá Noel. El narrador nos cuenta que el buen hombre de barba blanca elige el regalo según la conducta de los niños, por ello, algunos reciben mejores juguetes pues han realizado algún buen acto “tan pequeñito quizá que ni ellos mismos se acuerdan” (p. 11). Luego comenta que Santa Claus le ha confesado su gran alegría: “Sí, soy muy feliz. Este es el premio que Dios me concedió por haber sido siempre generoso con todos mis hermanos, los hombres” (p. 13). Así, nos enteramos que Papá Noel es la representación del altruismo y que tal conducta ha sido reconocida divinamente. Al final del cuento, la designación de Dios impregna el tono religioso a la historia: “Tú serás Papá Noel, el que vivirá eternamente …; porque nunca dejarás de ser feliz con la misión que te doy: crear y repartir felicidad a todos los niños del mundo” (p. 13).
“El mejor chicote” expone la cabal respuesta de Papá Noel a la incorregible conducta de Johnny. A la amenaza de que Santa Claus solo le traería un chicote de regalo, respondía: “¡Qué me importa! ¡Con el chicote les pego a mis hermanas y les quito los juguetes preciosos, que después de todos serán míos!” (p. 24). La sanción a este desafiante comportamiento revela que nadie podía burlar a Papá Noel, “el viejecito bueno pero justo” (p. 25). Por tal motivo, en la Navidad recibió únicamente un chicote y no pudo gozar de la bondad de los demás juguetes. Luego de este acto de justicia, la historia cierra con un acto de arrepentimiento. Johnny, asustado, lloró y la tierna voz de su cuidadora lo despertó: “ Ya sé que vas a ser un niño bueno; ya sabemos todos, y también Papá Noel, que no quieres el chicote de los niños malos” (p. 25).
“El mensaje a Santa Claus” nos muestra la imagen humanizada del hombre de los regalos. Pepín y su hermana comprenden la situación de pobreza que atraviesa Papá Noel. Al vaciar las mediecitas en la noche de Pascua, solo obtuvieron unos cuantos nueces, cocos y pasas, por ello, le escribieron una carta a través de un globo en el cual le comunicaban que les había gustado los juguetes y que lo querían mucho. Al día siguiente, un viejecito que decía ser el hermano de Santa Claus llegó a casa de estos tiernos niños y les entregó los regalos que le mandaba “su hermano”. Ellos sacaron los juguetes más lindos que jamás habían imaginado y se pusieron a jugar, mientras que el señor se agarraba la blanca barba, “secaba los lentes, que se habían humedecido, de la atención con que sus cansados ojos habían visto jugar a los chiquillos …” (p. 38) y, de vez en cuando, daba un apretón al cómplice globo que llevaba en el bolsillo. Como se puede notar, Papá Noel tuvo que realizar humanas y piadosas acciones para contemplar la felicidad de los niños.
“El soldadito cojo” nos trasmite la alegría de Bobby por la llegada de la Navidad y su entusiasmo por los juguetes. Enfermo en cama, esperaba el regalo solicitado a Santa Claus: “Haz que mi mammie me quiera más y le guste estar conmigo” (p. 18). Efectivamente, le gustaba la compañía de su ama y su manera de contarle el cuento del soldadito herido. Al llegar la noche buena, recibió una multitud de regalos: una cajita musical, un payaso, una carrera de caballos, una pelota, un elefante y “el uniforme del soldadito del cuento, con su gorro, sus charreteras, sus medallas …” (p. 19). Al final, el cuento se convirtió en realidad: Bobby se vistió de soldado, se sintió feliz y lució orgulloso la muletita del soldado cojo.
“Madrecita” retrata el impacto afectivo de un juguete en la mirada de los niños. Nelly quedó embelesada con una muñeca que no era la más bonita del estante, pero sí “la más tierna, la más triste, la que parecía implorar unos brazos amorosos” (p. 30). Una mágica conversación nos revela la afectividad niño-juguete, pues al deseo de Nelly de ser su madrecita, la muñeca le contesta: “Sí, yo también te escogería a ti para que me llevaras” (p. 30). Al ver la inminente compra de la muñeca, la niña entró a la tienda a empujones y la nueva dueña, sorprendida, soltó la muñeca y se hizo pedazos. Nelly recogió los restos queridos, llegó a su casa y con paciencia de madre le curó todas las heridas. El cierre del cuento refuerza la magia y el vínculo afectivo del juguete: “Resucitó Nelly al resucitar la muñeca, que por milagro de las mil cicatrices parecía, más que nunca, ¡tan risueña tan alegre, tan feliz!” (p. 31).
“El último juego” recrea el simbólico y lúdico acto de una madre ante el final de su hijo. El atento narrador se detiene a escuchar los sonidos que salían del cuarto del niño enfermo: “Pun, pun, … un caminar extraño. Y pun, pun, … un ruido alegre … y seco … y monótono … y lejano …” (p. 57). Al no entenderlos, miró por la puerta entreabierta una escena conmovedora: la cama embanderada, el bebé sentado con su gorro de soldado y la madre vestida de militar hacía de guardián. La imagen acústica de la escena transmite tiernamente el deceso del niño: “Y una dos, una dos, repetía la madre sin fallar … De pronto el niño ya no dice más … (p. 58). Ante el dolor, la madre enloquece, grita, cae vencida “Y remeciendo la cama, con desesperación amarga, bajó todas las banderas, que quedaron … ¡a media asta!” (p. 58). El juego, en este caso, es utilizado para realizar un sentido homenaje a la eterna partida del hijo.
“El niño grande” es la historia de Juan, un niño bueno y sonriente que conoció la compasión gracias a su amigo. Cierta víspera de Navidad, los niños jugaban alegremente, mientras Juanillo estaba triste porque sabía que el niño Dios no le traería juguetes. En el juego de las escondidas, se metió a un rincón para secarse las lágrimas, pero uno de los chiquillos, pequeño de tamaño, pero gigante de alma, al verlo llorar le dijo: “Ven Juanillo, ¿Qué tienes? ¡Dímelo a mí! ¡Yo te quiero tanto!” (p. 42). En eso, lloró sin miedo a que lo dejarán y comprendió realmente en qué consistía la grandeza de una persona y, por ello, aquella fue la Noche de Pascua más feliz que vivió Juanillo. Sin dulces, sin juguetes, sin más que la promesa piadosa de su primer amigo” (p. 42). A partir de la actitud de los niños, la autora parece recordarnos la trascendencia de la empatía y de la compasión.
“El nuevo amor” nos presenta las rencillas de un perro y un gato ocasionadas por el trato desigual que recibían de su dueña. Un día de Pascua, el novio de la niña envió un perrito de dos meses que pronto ocupó las faldas de su ama. Entonces, el gato fue echado al jardín y el perro lo esperaba furioso, sin embargo, el can comprendió lo que sentía el pequeño felino y le dijo: “Ven, amigo, no tengas miedo, ya sé lo que te pasa. Acabo de comprender que he sido injusto contigo, culpándote de mi infortunio (p. 46). Desde ese momento, la amistad nació y cierta mañana el gato montado en las espaldas del perro vio lo que pasaba dentro de casa: el perrito ya de mayor tamaño era devuelto al novio. A partir de la actitud de los animales, apreciamos cuán necesario es la tolerancia para la convivencia y, en la conducta de la niña, apreciamos la naturaleza voluble del amor.
“Magia negra” cuestiona la caridad convenida de las personas de la clase alta. Para la Navidad, la “señora” había elegido a “una criatura” de inmenso saco para darle un vestido de marinero. La prenda le quedó al talle y la señora se dijo con satisfacción: “Dios sabe a quién le da dinero ¡Allí está este muchachito a quien sus padres le han dado el ser, y, sin embargo, a mí es a quien debe su actuación en la vida!” (p. 53). Un día, la señora lo encontró con su inmenso saco debido a que el traje de marinero iba a ser lavado. Algo confusa, la señora le preguntó su nombre y “¡Emma! … fue la respuesta simple y enorme que recibió cayéndose de espaldas” (p. 53). A la mañana siguiente, la señora le envió vestidos planchados y llenos de listones. Este cuento es una manera de exponer cómo algunas personas practican la caridad en nombre de su egolatría y, en parte, pretende advertir de que, en ciertos casos, es necesario conocer a la persona a quien deseamos hacerle un bien.
“La niña de cristal” resalta el valor de la sinceridad. Nacida en Navidad, la niña sería bautizada el primer día del nuevo año. En la ceremonia, la primera hada expresó su deseo: “Tú serás como el agua cantarina del riachuelo, cristalina y pura, alegre y generosa” (p. 61). La niña quedó bendecida y creció compartiendo su pan y su agua con los niños sedientos y “Sin saber que, como el agua, ella era transparente para todos, menos para los que tenían el don de ver lo invisible” (p. 61). Siguió creciendo siempre mostrando la claridad de su corazón e hizo juguetes, escribió cuentos y compuso letras para los cantos de los niños. Sin embargo, la magia había de terminar, entonces se hizo visible todo lo que había creado y “la llamaron por su nombre y lloraron su desaparición por un día” (p. 62). Al cierre, el narrador se dirige a los lectores implícitos con un sensible consejo: “Por eso, niños, traten siempre de ver al que es como el agua. Busquen al que es invisible y no esperen que se vaya y no les oiga ya” (p. 63).
Como se ha podido apreciar, Juguetes transmite las lecciones de navidad al tradicional modo. En un escenario de Pascua, las virtudes y defectos de los personajes revela a los pequeños lectores la sólida relación entre conducta y premio. Además, los variados juguetes configuran la atmósfera mágica de cada narración y son cómplices del proceder del infante. Así mismo, la empatía y la sinceridad espontánea sostienen la feliz convivencia. Por supuesto, tales mensajes navideños son comunicados con la claridad del caso gracias a la presencia de un narrador explícito y de propósito aleccionador. Hace casi cien navidades apareció Juguetes y, por circunstancias varias, solo ha tenido una reedición y su lectura ha sido un placer exclusivo de unos pocos. Con la más honestas de las intenciones, la presente reseña ha pretendido establecer un primer ordenamiento de dicho cuentario y compartir la potencial enseñanza de cada historia. Espero, con equilibrado entusiasmo, que estas líneas sean una inicial señal para ir tras el mensaje navideño de Alida Elguera.