Pensar la ética y diversidad cultural en la mestiza Latinoamerica es el punto de partida del brillante conjunto de ponencias integradas bajo el título Ética y Diversidad Cultural (León Olivé, compilador. FCE, 1997) {Esta reseña fue publicada originalmente en la Gaceta del FCE Colombia, Número 4, Diciembre 2003}.
La publicación de este libro es el fruto de la invitación hecha a un grupo de filósofos y antropólogos provenientes de distintos países iberoamericanos, por el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México (en octubre de 1989).
El objetivo del libro Ética y Diversidad Cultural
El objetivo central del volumen ha sido discutir claramente los problemas éticos derivados de la confrontación cultural en un contexto de marcada diversidad en los países latinoamericanos.
Si bien la reflexión que expone el texto se remonta al año 1989, no por ello deja de ser perfectamente contemporánea y muy lozana al orden de la realidad multicultural y de la relación entre el Estado, étnias indígenas y minorías étnicas, el día de hoy.
Ética y diversidad cultural, las ponencias
El lector encontrará a lo largo del libro que es crucial preguntarse cómo mediar entre las diferentes posturas morales derivadas de la cultura, ya que “tradicionalmente” las normas, los valores, los procedimientos y los fines que orientan la interacción con “el otro”, tienden a ser discriminatorios o a postular condiciones de intercambio que no benefician a las minorías étnicas.
Por ejemplo, el filósofo uruguayo Carlos Pereda trae a discusión la consecuencia directa del concepto moral de autonomía, según el cual las interacciones culturales deben estar orientadas por un “consentimiento efectivo”; es decir, que cada colectividad consienta efectivamente (y no hipotéticamente) en la modificación de algún aspecto de la vida. Sin lugar a dudas, se podrá obtener de la lectura un riguroso y especializado análisis de cómo desde la ética se pueden entender los problemas que la modernidad plantea a las comunidades indígenas, que son vistas en muchos casos como un obstáculo del progreso. Razón por la cual, el libro aquí presentado es de suma pertinencia para los investigadores, particulares e instituciones interesadas en conciliar el desarrollo con la alteridad.
Es entonces interesante que la compilación realizada por León Olivé, comprenda un equipo de ocho filósofos y cinco antropólogos, quienes casi quirúrgicamente, han escudriñado en los órganos vitales que animan ese cuerpo voluptuoso de la “Ética y diversidad cultural”.
La disposición ética de la discusión es consecuente con una reflexión típicamente filosófica – y esa es su orientación -, en cuanto se ponen en cuestión los fundamentos deontológicos que llegarían a justificar ó no, la adopción de una ética universal. Tal es el caso polémico de Ernesto Garzón Valdés (filósofo argentino), quien abre el texto postulando que los cimientos éticos que guían la interacción cultural deberían construirse sobre una base de homogeneidad social y de universalidad de normas éticas. Pero se refiere a la homogeneidad social, vista como el aseguramiento del bienestar general con respecto a la satisfacción de las necesidades individuales; y se refiere a la pretensión de universalidad para con las normas éticas, en tanto sea indispensable atender al conocimiento que brinda cada cultura en la diversidad.
Otros autores como David Sobrevilla (filósofo peruano) y Julio Cesar Olivé (antropólogo y jurista mexicano que defiende la igualdad jurídica), también son partidarios de apartar las desviaciones, y en otros casos mal interpretaciones, que se consienten en el apoyo ciego al relativismo cultural.
Pero analizar las normas en función de las cuales se propone actuar, hacer explícitos los valores que están en juego, los conceptos y las creencias sustanciales que se sobreponen, en las condiciones de cambio y adaptación cultural, también implican un punto de vista antropológico y no meramente filosófico. Por ejemplo, es el antropólogo mexicano Guillermo Bonfil Batalla, perteneciente a un línea de investigación sobre la realidad cultural latinoamericana, quien plantea una tesis relativista opuesta a las consideraciones de homogeneidad y universalidad.
Es imprescindible para él atender al análisis de las relaciones interculturales donde se dan esquemas de dominación. Y si bien las culturas emplean procesos de resistencia cultural, han sido las ciencias sociales y los antropólogos los responsables de adoptar escalas axiológicas y jerarquizantes que llevan a la justificación de ciertas prácticas que introducen cambios en la cultura dominada sin consentimiento. Su argumentación aterriza la discusión en la realidad práctica del problema ético y siguiendo esta noción están, Marcelo Dascal (filósofo brasilero israelí), quien aboga por la necesidad de aprehender un pluralismo educativo como única actitud compatible con una apreciación profunda de la diversidad; Rodrigo Díaz (antropólogo mexicano), manifestando que es la necesidad de ofrecer espacios de creación y recreación de recursos lingüísticos, lo que impulsa a ampliar los límites identitarios de los grupos étnicos en medio de procesos de hegemonía, dominio y resistencia; y el filósofo del derecho Roberto Vernengo, cuestionando cómo desde lo jurídico se asumen posiciones universalistas (posición antagónica a la de Julio Cesar Olivé), por ejemplo con la definición del sujeto a quien se adscriben los derechos.
Así las cosas, podemos ver que las ponencias se debaten alrededor de la vieja tensión entre universalidad y relatividad. Y como hablar de la ética no es apuntar a la definición de leyes físicas, dicha tensión está lejos de ser doblegada. Lógica a la cual adhiere la filósofa española Victoria Camps con su título “El derecho a la diferencia”; ella resalta que si bien, existen valores éticos universales – como el de justicia -, también existen otros valores culturales particulares, que merecen ser conservados porque valen por sí mismos. Y Luis Villoro (filósofo mexicano), expone que para disipar los dilemas éticos de la universalidad vs. peculariedad, primero se debe perseguir una política en contra de la dominación que apoye y respete la diversidad cultural, en torno a los ideales de autonomía, autenticidad, sentido y eficiencia.
El libro Ética y diversidad cultural es, sencillamente, rico en perspectivas. Además de la clásica tensión señalada, están otras consideraciones como las de Esteban Krotz y Harvey Sarles (también convocados en esta mesa). El primero retoma la dificultad tan promulgada por la antropología posmoderna norteamericana del investigador introduciendo su subjetividad en las conclusiones dadas por la experiencia de campo; y el segundo, declara la responsabilidad moral del antropólogo en el uso de la información cultural recopilada: influir en la adecuación ética de las políticas nacionales.
Al retomar en conjunto todas las ponencias se podrá ver que éstas brillan en torno al “tratamiento jurídico y político de minorías étnicas que mantienen contactos más o menos estables con un entorno nacional estructurado sobre bases democráticas y representativas”.
Lo anterior es bien expuesto por el filósofo colombiano Carlos B. Gutiérrez cuando pregunta cómo implantar un federalismo cultural en naciones satélites, dentro un sistema mundial de aculturación. Recomienda que la discusión en torno a la “Ética y diversidad cultural” se alimente de los atisbos del saber práctico aristotélico en el marco de un tratamiento hermenéutico de la alteridad. También él merece el reconocimiento de hacer transparente el vínculo que une a las dos disciplinas en esta compilación: “en el momento en que ninguna teoría filosófica puede ya pasar por alto su propia relatividad, antropología y filosofía tienen que complementarse en el estudio de los fenómenos éticos”. Consecuentemente, el lector ávido en los dilemas éticos, encontrará en este texto la consolidación de trece perspectivas, unas distintas, otras semejantes, unas compatibles, otras complementarias, que abordan el tema de la convivencia, la interacción, el diálogo y la valoración entre diferentes culturas en el contexto de la pluralidad.