El vizconde demediado es una novela fantástica con un trasfondo filosófico. Italo Calvino (1923 – 1985) publicó el libro en 1952, siendo su primera incursión en la literatura fantástica. La novela hace parte de la trilogía “Nuestros antepasados”, junto con los títulos “El caballero rampante” y “El caballero inexistente”. Aunque es una novela corta, Italo Calvino logró incluir una gran multitud de elementos, símbolos, referencias históricas y reflexiones sobre el bien, el mal, la naturaleza y la sociedad.
• Esta reseña literaria y comentarios están basados en esta edición:
• Calvino, Italo. El vizconde demediado. Siruela. Madrid. 1993
• 97 páginas. 10 capítulos
• Traducción: Esther Benítez
El vizconde Medardo de Terralba acude con su escudero Curzio a las batallas cristianas contra los turcos en los campos más septentrionales a los que éstos lograron llegar, los campos de Bohemia. El campo de batalla es fantástico y simbólico: la sequía y la carestía había obligado a flamencos, cigüeñas y grullas a comer carne de soldado, porque los buitres habían muerto al contraer la peste de los cadáveres. Los caballos se encabritaban por el olor a tripa de caballo. Las cortesanas que acompañaban a las tropas estaban tan apestadas que ni siquiera los otomanos querían saquearlas. En este paisaje, Medardo es alcanzado por una bala de cañón que lo parte en dos. Milagrosamente, la mitad rescatada de los tristes residuos de la guerra sobrevive y regresa a Terralba, pero se trataba de la mitad malvada del vizconde.
Luego de la muerte de su padre, el vizconde Aiolfo, Medardo rige su tierra sin piedad y con perversidad. Todo tipo de injusticias y condenas acontecen bajo su mando. La novela está enriquecida con la descripción del mundo de Terralba, una bella región llena de gentes excluidas: los pobres campesinos, el pueblo de los hugonotes que habían huido de la persecución en Francia y el pueblo de los leprosos, llamado Protofungo. Estos dos pueblos representan la convivencia de los opuestos en el seno de la humanidad: Col Gerbido, el pueblo hugonote, religioso y piadoso, se muestra avaro y sin compasión cuando se niegan a bajar el precio de sus cereales en épocas de carestía; a su benjamín, Esaú, poco le interesa el bien, saturado del pietismo afirma “Ahora quiero hacer todos los pecados que existen” (1993: 45). Y, por otro lado, está Protofungo, el pueblo de los desdichados leprosos, enfermos y rechazados; pero, en realidad, en Protofungo todo tipo de licencias sociales, fiestas, músicas, despilfarros y orgías tienen lugar.
En la mitad del relato, el conde demediado conoce a Pamela, una sencilla campesina. Le propone que se casen y que vivan en el castillo. Pero ella pospone la decisión e intenta ganar tiempo para evadir semejante destino. Su pobre madre y padre tratan de persuadirla y aprovechar lo beneficios que Medardo le ha prometido. En este momento llega a Terralba otro demediado, pero en este caso es una mitad excesivamente caritativa. Su bondad rebasa los límites de la tolerancia de la gente y lo evitan tanto como evitan a la mitad perversa de Medardo. Tal es la suerte de Pamela que la mitad buena también le pide matrimonio. Pamela, la campesina que vive en el bosque con su pato y cabra preferidas y que representa al sentido común y la naturaleza, hace que el relato llegue a su conclusión: acepta casarse con cada uno, si que el otro lo sepa. El día de la boda las dos mitades se encuentran y pactan un duelo. Al otro día, “cada cosa se volvía contra sí mismo” (1993: 94) y Medardo bueno lucha contra Medardo malo y consiguen darse un corte de la cabeza al abdomen, abriendo esa larga cicatriz por donde otrora estaban unidas las dos mitades… caen y “las sangres que antaño habían sido una volvían a mezclarse por el prado” (1993: 95). El médico Trelawney logra unir vísceras y venas, y venda fuertemente a las dos mitades, que finalmente se recuperan y logran ser un solo vizconde Medardo otra vez.
El narrador de esta historia es el sobrino de Medardo, un niño huérfano, noble por definición, pero más cercano a los siervos; él abre y cierra el relato; en realidad, esta novela es “su” relato, su memoria, su observación de los hechos y la manera en que narra tiene un toque infantil muy bello (sin ser literatura infantil). Al final, se queda solo y triste porque su amigo, el doctor Trelawney deja Terralba para siempre. Es este niño el que ofrece la conclusión y “casi” moraleja sobre el conde demediado que volvió a ser uno: “tenía la experiencia de la una y la otra mitad refundidas, y por tanto debía ser muy sabio […] pero está claro que no basta un vizconde completo para que se vuelva completo todo el mundo” (1993: 96).
La novela también nos da un contexto con reflejo histórico: el éxodo de los hugonotes, la guerra contra los turcos y la partida del médico inglés Trelawey con el capitán Cook al final del relato, nos sugiere ubicar los sucesos en el siglo XVIII. Por otro lado, filosóficamente, las dos mitades del vizconde nos hablan de la separación de aquello que en el ser humano permanece unido, la conjunción de fuerzas contrarias, la cohabitación de contrarios, el bien y el mal, el yin y el yang, el amor y el odio, el consciente y el inconsciente, la razón y la pasión. Italo Calvino nos habla de la dualidad humana. Medardo queda partido en dos mitades y se da lo imposible: esos contrarios se separan y sobreviven cada uno por su propio lado. El relato enseña después que tanto la bondad como la maldad absolutas son imposibles de encontrar en el ser humano. La total bondad o la total maldad son en ese sentido igualmente inhumanas. En Terralba los pobladores no soportan la excesiva perversidad de la mitad llamada el Doliente, ni la excesiva virtud de la mitad llamada el Bueno. Las palabras del Doliente revelan su lugar privilegiado en tanto que “medio hombre”: “- Ojalá se pudieran partir todas las cosas enteras – dijo mi tío, tumbado de bruces en la roca, acariciando aquellas convulsas mitades de pulpo-, así cada uno podría salir de su obtusa e ignorante integridad. Estaba entero y todas las cosas eran para mí naturales y confusas, estúpidas como el aire; creía verlo todo y no veía más que la cáscara. Si alguna vez te conviertes en la mitad de ti mismo, muchacho, y te lo deseo, comprenderás cosas que escapan a la normal inteligencia de los cerebros enteros. Habrás perdido la mitad de ti y del mundo, pero la mitad que quede será mil veces más profunda y valiosa. Y también tú querrás que todo esté demediado y desgarrado a tu imagen, porque belleza y sabiduría y justicia existen solo en lo hecho a pedazos” (1993 : 51).
De la misma forma, la reflexión del Bueno nos expresa su visión demediada, la cual capta que todos están, de alguna forma incompletos: “- Oh, Pamela, eso es lo bueno de estar partido: el comprender en cada persona y cosa del mundo la pena que cada uno y cada una tiene por su propia incompletez. Yo estaba entero y no entendía, y me movía sordo e incomunicable entre los dolores y las heridas sembrados por dondequiera, allí donde, de entero, uno menos se atreve a creer. No soy yo sólo, Pamela, un ser cortado y arrancado, sino tú también y todos. Y ahora yo tengo una fraternidad que antes, de entero, no conocía: con todas las mutilaciones y las faltas del mundo. Si vienes conmigo, Pamela, aprenderás a sufrir con los males de cada uno y a sanar los tuyos curando los de ellos.” (1993: 73). El conde demediado es una novela corta muy recomendada. Es un texto idóneo para introducir a nuevos lectores al mundo de la literatura, por su sencillez y profundidad. Y para los lectores más curtidos, es un libro para mantener a la vista, por su bella narrativa y por su estructura dramática, clara y pedagógica.