El acto de mirar y ser mirado en La sombra sobre Innsmouth

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Ser mirado es captarse como objeto desconocido de apreciaciones incognoscibles, en particular, de apreciaciones de valor.
(Sartre, El ser y la nada).


La sombra sobre Innsmouth (The shadow over Innsmouth) es una novela corta escrita por H. P. Lovecraft. Tiene cinco capítulos y fue publicada en 1931 y en abril de 1936. La narrativa se centra en la investigación de un periodista que, ante leyendas en torno al pueblo de Innsmouth , decide visitarlo para saciar su curiosidad antropológica e investigativa. Esta curiosidad lo lleva a descubrimientos que lo transforman de una forma profunda y espantosa.

Mucho se ha escrito sobre las obras de Lovecraft y cómo su impronta creó un género del horror literario. Pero si por algo quise hacer esta reseña es para rescatar aquellas cuestiones psicológicas que subyacen en su obra y muy especialmente en esta novela corta. Podría argumentarse que es del tipo psicológico debido a que existe una construcción de la historia no con base en lo sucedido conforme a hechos, sino con base en el relato de los personajes, de lo vivenciado y presenciado como testigos, y la carga valorativa de los mundos vividos y todo aquello que es extraño al que relata.

No es menor que el protagonista sea un relator más que a lo largo de la obra pase de una descripción vivencial del pasado hasta una descripción en presente desde una transformación absoluta. Esta transformación sorprende al lector que fue llevado en silencio hacia el mundo íntimo de aquello que se describe como horrible y espantoso.

Existe en toda esta novela un peligro en la misma mirada; en el ejercicio de mirar algo existe un peligro latente de que ese algo me mire y que esto produzca en nosotros cambios que nos haga desconfiar de nuestra propia identidad. Es la base del relato Lovecraftiano y los lazos que crea entre la humanidad con seres del inframundo o del espacio exterior y cómo esto nos hace dudar de quiénes somos en realidad.

Pero en el caso de esta novela esta construcción de la mirada que ve el abismo y el inframundo se vuelve mucho más intimista. No es la humanidad, es esa persona que da cuenta que existe un mundo extraño, escondido en los mares, que modifica sus certezas de la civilización y que poco a poco aliena su propia identidad. En todo caso, el peligro de mirar es no solo descubrir lo que se ignora, sino que estas nuevas presencias me observen y me obliguen a ceder a su mundo.

La historia se divide en cinco capítulos, y sin describir uno por uno, invitando al lector que lea la obra, puedo decir que existen momentos en donde el relato de lo extraño se instala creando una atmosfera de asombro que incomoda constantemente y otros en donde prima un ritmo vertiginoso en donde nos atrapa el momento vivencial. Lovecraft utiliza ese lenguaje descriptivo de las primeras novelas de terror, pero tiene esa novedad de construirnos un mundo de fantasía que tanto nos atrae como nos repugna.

De alguna forma podría decirse que su base descriptiva incita constantemente a la imagen visual, y esa imagen visual siempre será creación nuestra por sobre la del autor, poniendo contenidos propios en estas imágenes que se van creando de forma inconsciente. Y ese mundo que se va conformando es lo que nos lleva a ponernos en el lugar del protagonista hasta llegar al enlace final en donde todo aquello nos envuelve por completo debido al contenido de esta transformación. A su vez, el ritmo es siempre provisto de estas imágenes visuales, por lo que conlleva a cierto vértigo que no nos provoca aburrimiento y sí mucha curiosidad.

Cada lugar, calle, zona, se nos hace misteriosa, como si cada lugar tuviera una especie de vida oculta. Hasta los elementos, muros, cosas y objetos, poseen cualidades de cierta organicidad que impregnan la vida íntima y modifican la vivencia de los personajes. Un mundo infectado en donde tomar consciencia de lo que observo es provocar que ese objeto tome vida y transforme todo a su alrededor. Hasta los sonidos tienen un contenido visual debido a la manera en que son insertos en los relatos dando cuenta de una corporalidad que los emite, desde una forma que habla e infecta el ambiente por su mera presencia.

Pero, precisamente, al mismo tiempo que, por la vergüenza o el orgullo, reconozco lo bien fundado de esas apreciaciones, no ceso de tomarlas por lo que son: un libre trascender de lo dado hacia posibilidades.
(Sartre, el ser y la nada).

Este acto de mirar es algo que constantemente se encuentra en el relato. Existe un momento en particular en donde el personaje se obliga a cerrar los ojos para no ver las monstruosidades y cayendo en la tentación a pesar de los intentos. Ese momento dramático resume toda la obra y su contenido sicologista e íntimo de la subjetividad que mira lo desconocido del mundo. El acto de mirar nos obliga a ver nuevas posibilidades que no hubiéramos querido ver, ya sea porque la intuíamos o porque nos hace dudar del mundo.

Ambas apreciaciones nos retrotraen a la angustia de la existencia. Por esto es que el universo de Lovecraft, y en esta novela corta en particular, es una inquisición sobre la humanidad tomando como base su propia existencia: quiénes somos. Y en el caso de esta novela; quién soy yo. Y como bien dice Sartre, este conocimiento de las posibilidades es conocernos como libres, algo que podemos desear como a su vez temer. ¿Quién soy yo después de todo? ¿Quiero saberlo?

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