Darwinismo vs antropología en el libro Humanos antes de la Humanidad de Robert Foley

darwinismo vs antropología
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Comentario acerca del debate entre Darwinismo y Antropología en relación al capítulo 1 «Cuestión de Evolución» del libro de Robert Foley (1995 – Blackwell Publishers, UK) «Humamos Antes de la Humanidad. Ediciones Bellaterra. Barcelona 1997«.

Robert Foley comienza su libro subrayando que El Origen de las Especies de Darwin desató una gran polvareda que no solo indignó a las religiones, sino también a las ciencias sociales y la filosofía, las cuales posteriormente abandonaron, dice, por completo el evolucionismo. Foley deja en alto el papel de la biología y el darwinismo en la explicación del comportamiento humano, y al tiempo lamenta que las ciencias sociales hayan abandonado el darwinismo.

Este autor es un claro ejemplo de la lucha entre biología y antropología en la explicación del comportamiento humano. ¿Qué tiene más peso, la configuración biológica o la influencia de la cultura? la anterior es una pregunta que, aunque a mi gusto muy amplia y floja, sirve de punto de partida para muchos investigadores del comportamiento humano.

Lamentablemente, Foley ofrece una explicación muy apresurada y no profundiza en que la ruptura entre darwinismo y ciencias sociales no ocurrió durante el siglo XIX, sino que fue una respuesta, ya en el siglo XX, al evolucionismo social y al racismo social acuñados en el discurso decimonónico europeo, principalmente inglés, francés y alemán. El darwinismo del siglo XIX recibió un gran apoyo de intelectuales y científicos sociales que entendieron la supervivencia del más fuerte como uno de los principios evolucionistas centrales para aplicar al campo social y explicar el «progreso» de las naciones europeas en comparación con las diferentes sociedades en el mundo. Semejante interpretación desembocó en un discurso peligrosamente xenófobo y amigo del colonialismo. Y fue frente a este discurso que las recien creadas escuelas de antropología y sociología de comienzos del siglo XX tomaron distancia.

Émile Durkheim y Franz Boas son dos figuras clave para entender la ruptura con el darwinismo social. Tal aplicación del evolucionismo de las especies en el campo humano además degeneró en una interpretación racista que a su vez alimentó la fisiognomía y la frenología como explicación de las diferencias fisionómicas, cognitivas y de cáracter en las poblaciones humanas e individuos. Equivocadamente, el modelo de humano europeo y blanco fue entendido como el más reciente escalón de una escalera evolutiva que dejaba al resto de poblaciones en peldaños anteriores. Personajes como Lewis Henry Morgan sustentaron el evolucionismo social, pero el distanciamiento entre biología y antropología tal vez tuvo en Herbert Spencer, tal vez el intelectual en Europa más famoso e influyente de la segunda mitad del siglo XIX, un punto central. Herbert Spencer era un devoto del evolucionismo y creyó que todo, los seres, el mundo, la mente, todo, evolucionaba hacia una dirección. Herbert Spencer compartió la creencia de Jean-Baptiste Lamarck en un impulso innato y dirigido hacia la perfección moviendo los engranajes de la evolución en el tiempo.

Para el cristianismo y la derecha cristiana europea el darwinismo fue ofensivo porque socabava los valores de la sociedad, ponía en tela de juicio el creacionismo, o la ciencia de la creación, y el fundamentalismo religioso. Hasta aquí, Foley considera que no hay mucho más que explicar. La pugna entre determinismo biológico vs determinismo cultural que Robert Foley señala le permite decir que el Darwinismo fue aún más ofensivo para la izquierda política y las ciencias sociales que para las religiones. No obstante, omite explicar que fue solo hasta el siglo XX cuando la antropología y la sociología, principalmente, tomaron distancia del darwinismo social.

En el siglo XIX, por el contrario, el evolucionismo fue bien recibido y tergiversado. Un ejemplo de ello fue el Sistema de las tres edades de L.H. Morgan, el cual explicaba el mundo occidental del siglo XIX como la edad donde la humanidad consumaría el progreso. Tal vez la respuesta más contundente al discurso de Spencer y Morgan fue el relativismo cultural de Franz Boas de principios del siglo XX, antagónico al evolucionismo social y que chocó en cierto modo con el determinismo biológico (y después el genético). Boas consideró positivamente la influencia biológica en el ser humano, pero la encontró insuficiente para explicar el comportamiento social y la cultura colectiva. Sus investigaciones demostraron  que factores considerados como propios y únicos a distintas «razas humanas» podían ser modificados por la cultura, los hábitos alimenticios y el comportamiento. Características anatómicas como la talla, el peso y la forma del cráneo pueden ser moldeadas por el comportamiento, la cultura y los hábitos alimenticios.

Boas no deslegitimó la influencia del medio ambiente y la biología pero su posición fue definitivamente contraria a la orthogenesis. No obstante, aún hoy en día, siglo XXI, la cultura popular y el prejuicio de la gente aún juzga erróneamente que, por ejemplo, las personas de piel oscura son mejores deportistas. En el siglo XX se verificó que las aptitudes y las habilidades que se consideraban únicas para ciertas poblaciones humanas, eran un efecto más educativo que genético. Los modelos de explicación social y económico del comportamiento colectivo no engranaron bien en el mecanismo evolutivo, donde el interés propio y la competencia individual y entre grupos tenía mucha relevancia explicativa.

Del mismo modo, los factores biológicos para explicar la conducta, la diversidad y la organización social eran determinantes para los evolucionistas sociales, mientras que para los sociólogos y antropólogos post-evolucionistas la cultura tenía un poder configurador mucho más estructurante en el comportamiento social y el mundo de los significados. Por ejemplo Durkheim, defendió la aplicación de un método científico en la sociología que investigara hechos sociales, observables, medibles y cuantificables, que soprepasan un enfoque centrado en el comportamiento individual y las características biológicas de un modo tal que afectan al rumbo de toda una población o sociedad. Antropólogos y sociólogos fundadores de escuelas del siglo XX como Durkheim, Franz Boas y Max Webber (y más tarde otros como Levi-Strauss y E. Leach) denunciaron el infortunado degeneramiento del evolucionismo en corrientes racistas, en la legitimación del colonialismo y en la ideología que desató la Segunda Guerra Mundial.

Se deslegitima las teorías de Herbert Spencer criticándolas por defender una relación directa entre proceso evolutivo y progreso social. Frente a esto las ciencias sociales reaccionaron pero no ignoraron la influencia del medio ambiente natural en el ser humano. Desafortunadamente, Robert Foley no menciona estos detalles y en su libro da la impresión de que la antropología simplemente no encontró lugar para el darwinismo en las teorías sobre la cultura. Aunque el distanciamiento entre biología y antropología ha ido disminuyendo en el siglo XXI, los viejos recelos aún resuenan en los corredores de las universidades. En las familias donde coinciden hijos que se han formado unos en biología y otros en ciencias sociales aún hay discusiones eternas a la hora de la cena… la pregunta ¿Qué influye más, los genes o la cultura? sigue sin tener una respuesta conciliadora.

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Autor: Julián Bueno

Escribir reseñas y análisis de libros es una manera de volver a ellos a través de nuestros apuntes. En Lectura-abierta.com todo el mundo está invitado a publicar sus experiencias de lectura. Soy antropólogo y consultor digital, me interesan los contenidos en internet, la literatura, la filosofía y el arte.

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