En Invitación a la sabiduría Raimon Panikkar comparte su reflexión e investigación sobre qué es eso tan especial, tan conocido, pero tan escaso, tan venerado, pero tan extraño, y sin embargo existente. Propone una lectura integradora del ser humano y declara que este libro es “una invitación personal a ser lo que realmente somos y que tantas veces no nos atrevemos a creer. La fe no es una doctrina, sino la apertura a ese riesgo” (1998: 10). También comparte otros dos temas que no necesariamente hacen parte de la descripción sobre la sabiduría: el porqué de la filosofía como estilo de vida y la autopercepción de los cristianos en la época global, en contraste con las diferentes tradiciones religiosas. Todo lo que Raimon Panikkar ha consignado sobre la sabiduría en este libro es bellísimo y convincente, sus palabras son una elaboración intelectual pero también son la revelación del sentido común (comunitario, que nos pertenece a todos); demuestra la profundidad de su pensamiento y el enriquecimiento de las culturas occidental e hindú que le caracterizó. Raimon Panikkar hace una invitación a la sabiduría, aunque la sabiduría sea algo que no se puede buscar o perseguir; aunque la sabiduría haya caído en descrédito en la modernidad. El autor intenta responder por qué la sabiduría conecta con una profundidad del corazón que es tan honda como lo divino, profundidad que poetas como Omar Kayam y Rumi supieron ver. Profundidad que lleva a la hondura de la nada. Y con los temas paralelos tratados en el libro, R. Panikkar tira un gancho que conecta esta publicación con otras suyas como “El diálogo indispensable. Paz entre las religiones” y “El mundanal silencio”.
INVITACIÓN A LA SABIDURÍA
Raimon Panikkar i Alemany
Espasa. Barcelona. 1989
Esta especie de reseña no pretende explicar el libro del autor. Es más bien la transcripción de los apuntes que resultan después de una lectura lenta. También hay en esta obra las preguntas fundamentales: ¿Qué es la realidad y cómo acceder a ella? ¿Qué es la verdad? ¿cómo conocer al conocedor? Hay en sus libros el convencimiento de que la misión por alcanzar la plenitud, el amor, la comunidad, es la misión. En Raimon Panikkar, el filósofo, el teólogo, hay más. Parece que en su trabajo y formación accedió a otra capa del conocimiento. A mi modo de ver, en Raimon Panikkar también hay una figura similar a un sufí.
“Aceptar el reto de gozar del sentido profundo de la vida, y esto es lo que todas las tradiciones han entendido por sabiduría” Raimon Panikkar (1998: 09).
Qué es la sabiduría
“La sabiduría es el arte de la vida”, indica el autor en el prólogo. La Sabiduría es la experiencia plena de la vida, “el reto de gozar el sentido profundo de la vida”, “vivir la armonía de todas las polaridades de la existencia” (subrayando «polaridades»). En el epígrafe anota: “Regocijándome, me regocijaré en la vida, porque en el corazón del hombre la sabiduría ha preparado una morada para que él la infunda”. Ese “saber vivir” es más práctico que teórico, más vivido que escrito, guarda relación con la bienaventuranza, que es la finalidad del ser humano y la naturaleza.
“Aquellos que saben no hablan, y los que saben no hablan” Tao Te King
Raimon Panikkar recuerda que todas las tradiciones han hablado de la sabiduría, la han visto y la han entendido. Cita la Biblia, el Tao Te King, el Mahabharata, la kena-Upanishad, la Summa Theologiae, a Heráclito, a Hugo de San Victor, a Chuang Tzu: la sabiduría es un misterio visible: “pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado” (Mc 4, 22). Pero la sabiduría no es un logro, no es un tesoro que se pueda descubrir, mucho menos un botín. No el que quiere la sabiduría la consigue, sino el que es “elegido”. Es un estado en el que la voluntad se desvanece, explica Panikkar, lo cual hace recordar a Rumi (“El que no ha escapado de la voluntad, no tiene voluntad”). La sabiduría tampoco es una herramienta, no se puede poseer, no es útil, no sirve para nada y no sirve a nadie. No sirve para conquistar nada, no es sirvienta.
Deja entender que la sabiduría es de cierta forma esencial. Tiene que ver con la interdependencia de todas las cosas (una idea budista), con la integralidad y con la verdad. Es común unión con todo. Es unión entre teoría y praxis. Verdad y Sabiduría son coexistentes y también puede ser expresada como “El tercer ojo, la salvación, la iluminación, el Satori, la resurrección, son símbolos de sabiduría”.
“La sabiduría es gracia pura. La sabiduría llega por obra de gracia. Se recibe por gracia, no se puede pedir” Raimon Panikkar
Heráclito había criticado de Jenófanes y Pitagóras el postulado de que la especialización lleva a la sabiduría y del análisis como método. De hecho, Panikkar muestra que la hiperespecialización de la ciencia es precisamente contraria a la integralidad de la sabiduría. Heráclito habría dicho que lo contrario de la sabiduría es la polymathia, saber de todo. Y Buddha había afirmado que el deseo de saberlo todo es el origen de todo sufrimiento.
La sencillez de la sabiduría habla de su accesibilidad, todos tenemos permiso de recibirla. Es darse cuenta de que estamos en el centro de la realidad y que podemos acceder a ella. La sabiduría, una experiencia en la realidad comparable con el no-saber. “La sabiduría es una actitud que surge de la experiencia y que, por lo tanto, presupone tanto la comprensión como la acción. Sapere y Sapor” (1998: 23). También presupone Techne y Episteme.
“Solo son sabios aquellos que son no-tan sabios que ni siquiera saben que no saben” Raimon Panikkar
Hacer una morada para la sabiduría
No se llega a la iluminación yéndose de cacería, no es un trofeo, la sabiduría es imposible de ser ganada, cazada o encontrada. Si la buscas no la encuentras, no se llega a ella por el camino de la voluntad, parecen enseñar las tradiciones. No obstante, advierte Panikkar, y esta es parte de su invitación, se puede preparar una morada, un lugar en el que la sabiduría encuentre abrigo, un hogar en el que pueda habitar. Hay que preparar la morada, la sabiduría no entra en una casa deshabitada. No consigues la sabiduría, solo puedes ofrecerte desinteresadamente. Preparar como “esperar sin esperar”, es una suerte de disposición. Mejor que pase lo que pase e insistir en la pureza del corazón, enseña Raimon Pannikar, el filósofo de Tavertet.
El corazón humano y el mundo pueden ser su morada. El mundo en tanto que nuestra verdadera patria. El hombre moderno de la ciudad tiene dificultad para vivir en el mundo y que el mundo sea su patria. El mundo como la madre tierra, el mundo sagrado. Esta idea es central en el libro El mundanal silencio, en él Panikkar profundiza sobre el carácter sagrado del mundo y el concepto de ecosofía. El viaje espacial sería una fuga de uno mismo, un “dejar” la morada de la sabiduría. Preparar la morada es más como un parto que como una obra de ingeniería. Preparar una morada a la sabiduría es una actitud más necesaria hoy que nunca.
Panikkar es crítico con la ciencia y la tecnología
La ciencia, dice, es una tortura a la naturaleza para arrancarle verdades. Hay una crítica al experimento en “Invitación a la sabiduría”, al experimento como prueba y error que acumula y descarta; así, el conocimiento no puede obtenerse, afirma. La ciencia guarda entonces una cómplice cercanía con la tecnocracia, ya que sus recursos están subordinados al mercado tecnológico y a las tensiones de poder. Tecnocracia que domina al humanismo y colabora en impedir una plenitud en nuestras vidas. ¿Qué puede aportar el homo sapiens en el panorama hiperproductivo de la IA? Sabiduría, precisamente eso, una actitud integradora frente a la hiperespecialización e hipersegmentación. La “salvación” es la sabiduría. Raimon Panikkar propone que “Es necesario un cambio radical de dirección en nuestra civilización. O se orienta hacia la producción de objetos (tecnocracia) o bien hacia la perfección de los sujetos (humanismo). Ambas son orientaciones fundamentales cuyos fines las hacen mutuamente excluyentes” (1998: 80).
Esencia y preparar una morada para la sabiduría
La filosofía de Panikkar es esencialista, aunque no es muy fácil entender todos sus postulados. Por una parte, da a entender que la esencia no precede a la existencia, todo lo contrario, la esencia del ser está en su propio estar-en-el-mundo. Por otra parte, afirma que la naturaleza del alma, si es esto la esencia, se encuentra en otro plano, en un más allá. Es difícil profundizar en el entendimiento de esto, y tendrá que ser resuelto con otras lecturas y análisis. No obstante, Raimon Panikkar apela a una esencia humana común, una verdadera identidad humana, precedente al desarrollo cultural, es decir, un aspecto originario. Meditar sobre esta esencia nos ayuda a estar disponibles, es decir, ayuda a preparar una morada para la sabiduría en tanto actitud de espera hospitalaria. Según el autor ésta esencia tiene 4 centros. Panikkar le llama la “Quaternitas perfecta”, la cuádruple naturaleza humana, compuesta de 4 centros: 1) tierra y cuerpo; 2) el agua y el yo; 3) fuego y ser; 4) aire y espíritu.
El primer centro, tierra y cuerpo, se refiere a que no “tenemos” un cuerpo, sino somos un cuerpo, un individuo, una materia, una tierra, una terrenalidad, un actuar en el mundo. Este primer centro se asocia al despertar.
El segundo centro, el agua y el yo, se refiere a la psique, al saber, se asocia al soñar, a lo psicológico. No solo “tenemos” razón, conocimiento, saber, también somos eso. Y también somos verdad. Y esa psique también se refiere a la relación del yo con el otro, con la paciencia y la tolerancia, como el agua. Panikkar subraya que “soy aquello que conozco”, es decir, hay una “vinculación sacramental del hombre con las cosas que conoce”. Aristóteles decía que el alma es, en cierta forma, todas las cosas. Y en los Upanishad se encuentra que “se deviene aquello que se conoce”, “quien conoce brahman, deviene brahman”.
Pero la observación es diferente al conocer. La observación supone una distancia, una atención, una contemplación y estar abierto al exterior. Presupone una paciencia: “expuestos a los cambios de las cosas, a la libertad de la realidad que no debemos modificar”. Si consideramos la palabra “understand” podemos descomponerla en “Stand Under”, esa es la observación c,omplementa Panikkar.
Este centro, referente al yo, supone siempre a otro. Está el yo y siempre está el tú. Panikkar cita a Chuang-Tzu, Martin Baber y Ferdinand Ebner para subrayar que esta interpelación del yo y el otro es central y que no puedes elegir u obviar. Los apuntes filosóficos sobre la interdependencia ontológica del yo y el otro de M. Bajtín también podrían ser citados aquí. De la relación entre el yo y el tu resulta el interpelar: si no hay otro, persona o cosa, no hay un yo, siguiendo los planteamientos de Chuang-Tzu. También de esta relación resulta la “interpersona”, la verdadera persona según Martin Buber. Y según Ferdinand Ebner el tú es la capacidad de la persona de ser interpelada.
Panikkar cita a Meister Eckhart para resaltar tres velos que esconden la realidad como un abrigo al cuerpo, dice el filósofo hindu catalán, y que dificultarían preparar una morada para la sabiduría: El velo del bien (Velamen boni), que tiene una relación con la voluntad, se puede desvelar con la voluntad, pero la sabiduría no puede ser una meta de la voluntad. El velo de la verdad (Velamen veri), que se puede desvelar con la inteligencia; hace pensar en el peligro de usar solo la inteligencia y reducir la realidad a lo pensado. Recuerda Panikkar que la realidad no es solamente verdad: “Es una contradicción decir que puede poseerse la verdad; como máximo, ella puede poseernos a nosotros” (Panikkar citando a Tomás de Aquino, 1998: 73). Y El velo del ser (Velamen entis); el ser también vela la realidad pero no hay manera de quitar o resolver este velo. La tesis doctoral de Míriam Vílchez Ruiz “De lo sagrado y lo religioso en los poetas del exilio español de 1939” tiene una breve cita a este tema: https://ddd.uab.cat/pub/tesis/2023/hdl_10803_688704/mvr1de1.pdf
El tercer centro es el fuego y el ser. El fuego apela a lo que sube, al más allá, a la esencia del ser. Dice Panikkar “la naturaleza del alma está lejos de los reinos de este mundo”. Y trayendo la tradición hindú, dice “Soy Bhakti”, devoción y amor, y “Atman”. También soy comunidad, aquello que también soy. El ser es comunitario, porque el individuo sin ella se pierde ¿Cómo puede conocerse al conocedor? ¿cómo puedo conocer aquello a través de lo cual todo es conocido? (1998: 79). En la novela Siddharta de Hermann Hesse, el joven Siddhartha buscaba el Atman, la esencia del ser, lo único, lo indivisible.
Estas dos citas del libro de Panikkar expresan la idea platónica de la esencia del ser en un más allá: “la fuerza centrífuga de salir de uno mismo y de consumirse como el fuego”, “para dejar ser al ser, debemos abandonarlo. Tenemos que dejar ser al ser, en el doble sentido del término, ya que descubrimos que el ser mismo es perjudicado apenas se introducen en él mi pensamiento, mi voluntad y mi yo.”
El cuatro centro es el aire y el espíritu: el aire, el aliento, el espíritu, el cosmos (ākāśa, éter, espacio vacío), el silencio, la nada. La nada que nada dice. Es el ámbito de la mística. Este cuarto estado trasciende la vigilia, el sueño y el dormir. Este centro apela a adoptar la vida espiritual con ¡todo!, o no se adopta. El espíritu, aquello que no se ve pero que puede sentirse. “Necesitamos la experiencia de nuestra infinitud” (1998: 86) asevera R. Panikkar. Y en este punto habla del valor unitario de la contemplación: “aquella actitud subyacente donde saber y hacer aún no se han separado”.
Y es en el silencio, en ese silencio contemplativo, donde surgen la praxis y la teoría. Panikkar habla sobre la con-centración de estos cuatros centros, de cierto “recogimiento”, cierta actitud integradora: “solo somos propiamente cuando nuestro actuar y nuestro pensar no están escindidos. Esta es la experiencia verdaderamente humana. La vida contemplativa no es pura acción ni pura contemplación, sino la acción contemplativa y la contemplación activa, la vida no escindida. Su nombre es sabiduría” (1998: 87). Explica que la QUATERNITAS no tiene que ver con el racionalismo descartiano.

Resumiendo, el Primer centro engloba lo moral, el Segundo centro engloba lo psicológico, el Tercer centro engloba lo óntico, lo referente al ente, y el Cuarto centro se refiere a lo místico, a la armonía del no-saber. Lo místico, “ta mistika” escribe R. Panikkar, es una tercera dimensión, también llamada “el tercer ojo”, y está compenetrada con la sensibilidad y el intelecto, o también podemos decir el sentir y el saber. Sensibilidad, saber y mística han de estar contigo, dice. Han de estar conectados. La sensibilidad se puede cultivar con la ascesis y el intelecto se puede cultivar con una disciplina sutil. Pero la mística, enseña R. Panikkar, a diferencia de las dos anteriores no puede ser educada: “precisamente desear el nirvana es el mayor obstáculo para alcanzarlo […] la voluntad de santidad conduce a la hipocresía o a la vanidad” (1998: 92), “el camino de la espiritualidad no es, en última instancia, ningún camino” (1998: 93). La mística no se puede cultivar, en cambio, se puede amar. “Solo la pureza del corazón nos sitúa en el lugar donde esta tercera dimensión del silencio y de lo invisible completa a las otras dos” (1998: 93).
La reflexión filosófica sobre la sabiduría en el libro “Invitación a la sabiduría” termina con el tema de la libertad. ¿Qué es?, “¿qué experiencia tengo de mi libertad? ¿qué experimento cuando soy libre? En primer lugar, y esta es la condición previa, experimento que ha desaparecido el miedo: miedo a la vida, a la muerte, al éxito, al fracaso, al amor, al menosprecio, al sufrimiento, a la verdad, a mí mismo.” (1998: 93). Esta libertad recuerda a Don Juan Matus cuando le explica a Carlos Castaneda que el primer enemigo a vencer en el camino del guerrero es el miedo.
“La libertad es una dimensión profunda del ser, una indeterminación radical en la base de todo lo que hago y de lo que soy. La libertad, en este sentido, no es una cuestión de los cromosomas de mis padres y abuelos, de la cultura y de la lengua, de las relaciones sociales y de otros condicionantes, sino que su esfera radica allí donde yo, dicho metafísicamente, experimento la nada (una experiencia sin contenido, una experiencia de nada) […] La libertad es una experiencia de la infinitud, por la cual me doy cuenta de que aquello que soy, nadie antes lo ha sido” (1988: 94).
Esta libertad, como se ve, resulta en una conciencia exalta de unicidad: “Yo soy ese núcleo de realidad que no está determinado por nada más. La seriedad de la vida, de la experiencia de la libertad, radica en el hecho de que algo insustituible me ha sido confiado, y este algo soy yo. Existe el universo, pero también existo yo, con la constante posibilidad de no-ser.” (1998: 95). Tan intenso mensaje me lleva a pensar que la sabiduría, esa gracia, tiene como morada, por defecto, el ser. Raimon Pannikar habla de “preparar una morada” para la sabiduría; también se podría decir permitir que la sabiduría llegue, permitirse, permitir ser. Parece que muy diversos condicionante de la cultura y la vida social distraen a los individuos y colectividades de esta potencialidad. El libro se llama “Invitación a la sabiduría”, pero también podría llamarse “Invitación a ser”, ser plenamente. Nunca “ser”, perder mi yo, mi realidad, esto es el infierno, afirma.
Después de esta reflexión el libro deriva hacia otros temas complementarios como “La filosofía como estilo de vida”, acerca de lo cual el autor razona y habla de sus textos filosóficos como productos autobiográficos. También desarrolla la idea de que escribir es un acto intelectual y espiritual, algo religioso. Y más adelante debate acerca de la autoconciencia cristiana. Estos temas conectan con la sabiduría, pero hace falta una reseña o un análisis aparte para comentarlos.
Panikkar logró sistematizar en este libro, con acierto y sapiencia, un cúmulo de reflexiones profundas que buscan del conocimiento humano, el modo de vida bajo la ética y moral; virtudes que constribuyen, de gran manera, a ser cauteloso, discreto y vivir en armonía con lo que nos rodea. Excelente reseña.