Con Kant (1770-1831) inicia lo que hoy conocemos como filosofía clásica alemana. Su propósito esencial se centra en la crítica del racionalismo y el empirismo, es decir, superar las insuficiencias y unilateralidades de ambas filosofías. El racionalismo concibe la Matemática como el modelo de la ciencia, en tanto el conocimiento no depende de la experiencia, pues es, según dicha tendencia filosófica, resultado del pensamiento puro.
Al mismo tiempo, el empirismo considera que todo conocimiento depende de la experiencia, o sea, que, si el conocimiento no nace de la experiencia, no puede verificarse, y, por tanto, no logra aprehender la verdad.
La filosofía de Kant recibe el nombre general de “criticismo” o “filosofía crítica” y se expone, sobre todo, en las tres obras fundamentales: la Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica y Crítica del juicio. Los elementos introductorios de este sistema los denomina propiamente filosofía trascendental y los expone Kant, principalmente, en los Prolegómenos y en la primera de las tres Críticas mencionadas. Por “filosofía trascendental” entiende el examen a que hay que someter a la razón humana para indagar las condiciones que hacen posible el conocimiento a priori, o bien el mero intentar responder a la pregunta de “¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori?”, o a la de “¿cómo es posible la experiencia?”, o bien a la de “¿cómo es posible la naturaleza?”. Kant, dice también que la filosofía trascendental pretende saber “sólo si es en principio posible alguna cosa parecida a lo que se llama metafísica”.
La filosofía kantiana sintetiza críticamente todo el quehacer filosófico que le antecedió y plantea nuevos problemas que aún hoy continúan siendo objeto de la reflexión. En unos casos para afirmarla y en otros para negarla.
La filosofía de Kant, produjo cambios profundos en la interpretación filosófica, a tal punto que se dice que produjo una revolución copernicana en la epistemología. La esencia de la revolución copernicana se funda precisamente en el papel que otorga Kant al sujeto y a su actividad constructiva, pues “la razón sólo reconoce lo que ella misma produce según su proyecto”. Igual ha de hacer la filosofía si ha de progresar como ciencia, y ha de hacerlo en un doble plano: en el de la sensibilidad y en el del entendimiento. Por la primera son dados los objetos a la experiencia humana, por la segunda son pensados. En uno y otro nivel ha de haber conocimiento a priori, de modo que “sólo conocemos a priori de las cosas lo que nosotros mismos ponemos en ellas”. En esto consiste el giro copernicano del pensamiento, que debe hacerse en filosofía a ejemplo de la intuición de Copérnico: si éste, para explicar los movimientos celestes, entendió que era mejor suponer que era el hombre espectador quien giraba, de manera parecida Kant cree que, en el supuesto de que sean los objetos los que se regulan por la manera como los conocemos y no al contrario, se explica mejor que lleguemos a conocerlos de un modo necesario y universal. A la filosofía le incumbe, pues, como primer objetivo, averiguar si, antes de toda experiencia, es capaz de conocer algo aplicable a todo objeto de la experiencia. El tipo de conocimientos a priori a que se refiere Kant es el que ponen de manifiesto los juicios sintéticos a priori.
La hipótesis que plantea Kant es, pues, si existen juicios sintéticos a priori. Pero puesto que las matemáticas y la física se consideran verdadero conocimiento, la pregunta se transforma en cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en estas dos ciencias. Por otro lado, el verdadero conocimiento en general se logra a través de la sensibilidad y del entendimiento, por lo que, coordinando estos diversos, pero coincidentes objetivos, el plan de trabajo de la Crítica de la razón pura se dispone en los siguientes niveles:
1) a: ¿Qué condiciones a priori supone el conocimiento sensible? b: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la matemática? 2) a: ¿Qué condiciones a priori supone el conocimiento intelectual? b: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la física? Demostrando, tanto para el primer punto como para el segundo, que hay elementos a priori (A: exposición metafísica) y que tales elementos son condiciones de posibilidad de todo juicio sintético a priori (B: exposición trascendental), Kant se plantea si también para la metafísica, y para la razón pura, existen elementos a priori con los que puedan formarse juicios sintéticos a priori. Debe añadir, por tanto, una tercera pregunta: 3) a: ¿Hay elementos a priori de la razón pura? b: ¿son posibles los juicios sintéticos a priori en metafísica? Las respuestas son afirmativas para la primera y la segunda parte, y negativa para la tercera. La filosofía trascendental no tiene más remedio que reconocer los límites de la razón humana; ignorarlos es caer en las redes engañosas de la metafísica “natural”.
Por ello, estas tres preguntas pueden enunciarse de otra (cuádruple) manera: 1) ¿Cómo es posible la matemática pura? 2) ¿Cómo es posible la ciencia natural pura? 3) ¿Cómo es posible la metafísica como disposición natural? 4) ¿Cómo es posible la metafísica como ciencia? Kant responde a la pregunta (1) en la estética trascendental; a la pregunta (2) en la analítica trascendental y, a las preguntas (3) y (4) en la dialéctica trascendental; las tres partes fundamentales en que se divide conceptualmente la Crítica de la Razón Pura.
Análisis crítico de la Introducción de la Crítica a la Razón Pura
I
De la distinción del conocimiento puro y el empírico.
El punto de partida de la epistemología kantiana desarrollada en la Crítica a la razón pura, es que “El conocimiento comienza con la experiencia…, pero no todo el conocimiento depende de la experiencia”.
Sobre esta base teórica desarrolla su sistema filosófico del período crítico. Para ello fundamenta la esencia de la distinción del conocimiento puro del empírico. Defiende la idea que los objetos actúan sobre nuestros sentidos y provocan representaciones, que al mismo tiempo pone en movimiento la capacidad intelectual, para compararlos, enlazarlos, o separarlos y elaborar así, con la materia bruta de las impresiones sensibles, un conocimiento de los objetos llamado experiencia. Según el tiempo, pues, ningún conocimiento precede en nosotros a la experiencia y todo conocimiento comienza con ella. Mas si bien todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, no por eso origínase todo él en la experiencia.
Al mismo tiempo, Kant se cuestiona la posibilidad de si hay un conocimiento semejante, independiente de la experiencia y aún de toda impresión de los sentidos. Esos conocimientos llámense a priori y deslínguense de los empíricos, que tienen sus fuentes a posteriori, a saber, en la experiencia.
Así, el conocimiento empírico se funda en la experiencia, pero tienen sus fuentes a posteriori en la experiencia.
Ciertamente, si todo conocimiento comienza en la experiencia, no por esto, todo conocimiento se origina en la experiencia, pues existe el conocimiento puro. Esto, según Kant, requiere de una minuciosa investigación.
El conocimiento puro (teórico) es a priori por antonomasia, no se origina de experiencia, pero está mediado por ella. De aquí se deriva su ejemplo ilustrativo: Pues hay algunos conocimientos derivados de fuentes de experiencia, de los que suele decirse que nosotros somos a priori partícipes o capaces, de ellos, porque no los derivamos inmediatamente de la experiencia, sino de una regla universal, la cual, sin embargo, hemos sacado de la experiencia. Así, de uno que socavare el fundamento de su casa, diríase que pudo saber a priori que la casa se vendría abajo, es decir, que no necesitaba esperar la experiencia de su caída real. Mas totalmente a priori no podía saberlo. Pues tenía que saber de antemano por experiencia que los cuerpos son pesados y por tanto que cuando se les quita el sostén, caen.
Por otra parte, el iniciador de la filosofía clásica alema enfatiza que los conocimientos puros, a priori, no son los que tienen lugar independientemente de esta o aquella experiencia, sino absolutamente de toda experiencia. A estos opónense los conocimientos empíricos o sea los que no son posibles más que a posteriori, es decir por la experiencia. De entre los conocimientos a priori llámense puros aquellos en los cuales no se mezcla nada empírico. Así por ejemplo, la proposición: todo cambio tiene su causa, es una proposición a priori, mas no es pura, porque el cambio es un concepto que no puede ser sacado más que de la experiencia.
El grano racional de esta visión kantiana sobre el conocimiento puro, a priori, está dado en el hecho del reconocimiento de su mediatez. Por supuesto, traducido a la actualidad y con un enfoque marxista, sencillamente, se comprende que el conocimiento puro, teórico, a priori, tiene vínculos mediatos con la práctica social. Esto se pone de manifiesto en el ejemplo que ilustra sobre la caída de la casa (…) pues tenía que saber de antemano por experiencia que los cuerpos son pesados, y por tanto que cuando se les quita el sostén, caen.
Por eso la filosofía crítica de Kant resulta interesante, más que por sus aportaciones, por lo que suscita y sugiere. Su idea de que la cosa en sí, el noúmeno, resulta incognoscible, pero nos permite pensar en ello, encierra una racionalidad sustantiva, es decir, detrás de esto está la sensibilidad que capta la intuición, devenida experiencia. De ahí que existan muchas interpretaciones y lecturas de la Crítica a la razón pura.
II
Estamos en posesión de ciertos conocimientos a priori y aun el entendimiento común no está nunca sin conocimientos de esa clase.
En este acápite de la Introducción a la Crítica de la razón pura, Kant muestra que poseemos ciertos conocimientos a priori, incluso en el entendimiento común. Su objetivo principal es la búsqueda de una característica para distinguir, diferenciar, un conocimiento puro de uno empírico
En esta parte, lo a priori del conocimiento humano, se convierte en núcleo de la reflexión kantiana. Por tanto, lo a priori es:
1ro- Una proposición que sea pensada al mismo tiempo con su necesidad, es entonces un juicio a priori.
2do- La experiencia no da jamás a sus juicios universalidad verdadera o estricta, sino sólo admitida y comparativa (por inducción… La universalidad empírica es pues solo un arbitrario aumento de la validez: que, de valer para la mayoría de los casos, pasa a valer para todos ellos, por ejemplo, en la proposición: todos los cuerpos son pesados.
Por tanto, necesidad y universalidad estrictas son pues, señales seguras de un conocimiento a priori y están inseparablemente unidas. De aquí se deriva que (…) hay realmente en el conocimiento humano juicios necesarios y universales, en el más estricto sentido, juicios por tanto puros a priori. Esto lo muestra Kant haciendo referencia a los juicios sacados de las ciencias, particularmente de la matemática.
Por tanto, concluye Kant: todo cambio tiene que tener una causa. Y aun en este último ejemplo, encierra el concepto de causa tan manifiestamente el concepto de necesidad del enlace con un efecto y de universalidad estricta de la regla, que se perdería completamente, si se le quisiera derivar, como hizo Hume, de una conjunción frecuente entre lo que ocurre y lo que precede y de una costumbre nacida de ahí (por tanto, de una necesidad meramente subjetiva) de enlazar representaciones. Y también, sin necesidad de semejantes ejemplos para demostrar la realidad de principios puros a priori en nuestro conocimiento, podría mostrarse lo indispensable que son éstos para la posibilidad de la experiencia misma y por tanto exponerlos a priori. Pues ¿de dónde iba a sacar la experiencia su certeza si todas las reglas, por las cuales progresa, fueran empíricas y por ende contingentes? Por eso no se puede fácilmente dar a éstas el valor de primeros principios. Podemos empero contentarnos aquí con haber expuesto el uso puro de nuestra facultad de conocer, como un hecho, con todas sus señales. Pero no sólo en juicios, sino también en conceptos muéstrase que algunos tienen un origen a priori.
Hay un intento valioso de Kant sobre la unidad de los niveles empírico y teórico, lo cual se muestra en la cita anterior a manera de pregunta: Pues ¿de dónde iba a sacar la experiencia su certeza si todas las reglas, por las cuales progresa, fueran empíricas y por ende contingentes? Así, da por hecho consumado el uso puro de nuestra facultad de conocer, tanto en el juicio como en el concepto.
Por tanto, Kant enfatiza en el uso puro, a priori, de la facultad de conocer, pues siempre el concepto empírico de todo objeto y sus características y propiedades, es decir, color, forma corporal, incorporal, requiere del acto de pensar, es decir, de pensarlo teóricamente de modo a priori, como sustancia. Por eso afirma: Así pues, tenéis que confesar, empujados por la necesidad con que se os impone ese concepto, que tiene un lugar en vuestra facultad de conocer a priori.
III
Seguidamente Kant pasa a exponer la necesidad de una ciencia que determine la posibilidad, los principios y la extensión de todos los conocimientos a priori. Aquí desarrolla la idea que hay ciertos conocimientos que devienen al margen de toda experiencia, pues amplifican la extensión de nuestros juicios por encima de todos los límites de la experiencia. En este caso, la matemática lo pone de manifiesto: La matemática nos da un brillante ejemplo de cuán lejos podemos ir en el conocimiento a priori, independientemente de la experiencia. Ahora bien ella se ocupa, es cierto, sólo de objetos y conocimientos que se pueden exponer en la intuición. Pero esta circunstancia pasa fácilmente desapercibida, porque esa intuición puede ella misma ser dada a priori y por tanto se distingue apenas de un mero concepto puro. Arrebatado por una prueba semejante del poder de la razón, el afán de acrecentar nuestro conocimiento no ve límites.
Por tanto, cuando el conocimiento se ha salido del círculo de la experiencia, hay seguridad de que no ha de venir la experiencia a refutarnos.
Establece diferencia entre la matemática y la filosofía, pues mientras el matemático construye sus conceptos, como el de triángulo, y puede guiado por la intuición pura lograr su representación, el filósofo tiene que deducir sus conceptos, como infinitud del mundo, Dios, la libertad y la inmortalidad a partir de los datos que le llegan de la realidad, lo que significa que no puede desprenderse de la experiencia. Y si trata de hacerlo, siguiendo el ejemplo de la matemática, el filósofo se aparta de la experiencia y trata de deducir sus conceptos, no puede, sino sólo recurrir al uso del entendimiento. En ese caso, plantea Kant, al no existir la guía de la intuición (que para los conceptos filosóficos que tratan de dar fe de lo real no puede ser otra que la intuición empírica) se cae en antinomia, por ejemplo, se puede deducir tanto la finitud como la infinitud del mundo. A esta función nociva del entendimiento que consiste pues, en querer el entendimiento proporcionarnos conocimientos sin ser guiados por la sensibilidad (intuición), Kant lo llama dialéctica.
Este tercer acápite, Kant lo culmina con las siguientes palabras: Una gran parte, quizá la mayor parte de la labor de nuestra razón, consiste en análisis de los conceptos que ya tenemos de los objetos. Ella nos proporciona una multitud de conocimientos que, aunque no son más que aclaraciones o explicaciones de lo que ya estaba pensado en nuestros conceptos (aunque sólo de un modo confuso), son apreciados sin embargo, al menos según la forma, al igual que conocimientos nuevos, aunque, por la materia o el contenido, no amplían, sino sólo dilucidan los conceptos que tenemos. Ahora bien, como ese proceder nos da un verdadero conocimiento a priori, que tiene un progreso seguro y útil, la razón sin notarlo ella misma, introduce subrepticiamente por debajo de esa engañosa ilusión, afirmaciones de muy otra especie, añadiendo, y esto a priori, a conceptos dados otros enteramente extraños, sin que se sepa cómo llega a hacerlo y sin dejar que venga ni siquiera a las mientes semejante pregunta. Por eso quiero al comenzar, tratar enseguida de la distinción de esas dos especies de conocimiento.
IV
De la distinción de los juicios analíticos y sintéticos.
Kant establece una teoría de los juicios o proposiciones que estará presente en todas las reflexiones de la Crítica a la razón pura. Su interés en este acápite IV de la Introducción es la distinción de los juicios analíticos y sintéticos.
Entonces, bien, ¿Qué son los juicios analíticos y sintéticos? Según Kant, en todos los juicios en donde se piensa la relación de un sujeto con el predicado (refiriéndome sólo a los afirmativos, pues la aplicación a los negativos es luego fácil), es esa relación posible de dos maneras. O bien el predicado B pertenece al sujeto A como algo contenido (ocultamente) en ese concepto A; o bien B está enteramente fuera del concepto A, si bien en enlace con el mismo. En el primer caso llamo el juicio analítico; en el otro sintético.
Así, entonces, podemos elaborar, a modo de ejemplo, que:
1) Todos los cuerpos son extensos, es un juicio analítico, no añade nada con el predicado al concepto del sujeto, sino que lo divide tan sólo, por medio de análisis, en sus conceptos-partes. Otro ejemplo de juicio analítico: cuerpo es lo que ocupa un lugar en el espacio. El predicado no aporta ninguna propiedad no conocida o no incluida en el sujeto; y,
2) Un cuerpo es extenso, es una proposición que subsiste a priori y no es juicio alguno de experiencia. Es un juicio sintético, es decir, de ampliación. El predicado añade, aporta al concepto del sujeto. Otro ejemplo: La tierra es redonda. Aquí el predicado significó, en un momento histórico la atribución de una propiedad nueva al concepto de tierra, sin necesidad del análisis en sus conceptos – partes. Es a priori.
Ante el juicio sintético: Todo lo que sucede tiene una causa, Kant da una explicación interesante, apoyada en preguntas, para comprender la esencia de los juicios analíticos y sintéticos y para afirmar la necesidad y universalidad de los juicios sintéticos a priori, a diferencia de los analíticos. Dice así: En el concepto de algo que sucede pienso ciertamente una existencia, antes de la cual precede un tiempo, etc.., y de aquí pueden sacarse juicios analíticos. Pero el concepto de una causa [está enteramente fuera de aquel concepto y me ofrece algo distinto del concepto de lo que sucede y no está por tanto contenido en esta última representación. ¿Cómo llego a decir de lo que sucede en general algo enteramente distinto y a conocer como perteneciente a ello [y hasta necesariamente] el concepto de causa, aun cuando no se halle contenido en ello? ¿Cuál es aquí la incógnita x, sobre la cual se apoya el entendimiento cuando cree encontrar fuera del concepto A un predicado B extraño a aquel concepto y lo considera, sin embargo, enlazado con él? La experiencia no puede ser, porque el principio citado añade esta segunda representación a la primera, no sólo con más universalidad de la que la experiencia puede proporcionar, sino también con la expresión de la necesidad y, por tanto, enteramente a priori y por meros conceptos. Ahora bien, en semejantes principios sintéticos, es decir, de amplificación, descansa todo el propósito último de nuestro conocimiento especulativo a priori; pues los analíticos, si bien altamente importantes y necesarios, lo son tan sólo para alcanzar aquella claridad de los conceptos, que se exige para una síntesis segura y extensa, que sea una adquisición verdaderamente nueva.
Con esto, Kant enfatiza una idea rectora de la Crítica a la razón pura, particularmente su aserción que en todas las ciencias teóricas de la razón están contenidos juicios sintéticos a priori como principios.
Es indudable el valor e importancia de la Introducción a la Crítica de la razón pura, pues se exponen y explican los conceptos centrales y necesarios para comprender la esencia del pensamiento de Kant.