En 1959 la Universidad del Valle, de Cali, Colombia, publicó 5 conferencias realizadas por el médico e historiador Emilio Robledo Correa (1875 – 1961) bajo el título “Apuntaciones sobre la medicina en Colombia”. Son 5 conferencias que tenían como audiencia a médicos, estudiantes de medicina y otro público allegado a la nombrada universidad. Emilio Robledo fue un médico e historiador emérito, un erudito, miembro de la Academia de historia, profesor, senador, diputado y merecedor de la condecoración Cruz de Boyacá en 1948. Esta es una reseña de sus 5 conferencias, hecha con el objetivo de resaltar algunos de los hechos históricos de los que habló y volver a algunas de sus ideas, dignas de ser recordadas y repetidas.
Al final de estas Apuntaciones sobre la medicina en Colombia, el autor realza la responsabilidad y la vocación del médico, e inevitablemente, evoca ese pasado de la medicina, cuando la curación tenía un carácter místico y espiritual. Emilio Robledo destaca la ética y moral del médico de familia que, según sus palabras, hace de su profesión un sacerdocio.
Prácticas médicas en la conquista y colonia
Las conferencias empiezan recordando que junto a Cristóbal Colón llegaron los primeros médicos, entre los que se destaca al doctor Diego Álvarez Chanca (1480 – Sevilla, 1515), acompañándolo en su segundo viaje. Era inevitable que el doctor Chanca fuera el primero en contar cómo iban vestidos los “karib” de la isla La Española, qué comían, el oro que usaban y otras costumbres. Emilio Robledo también recuerda al doctor Nicolás Monardes, autor de los libros “Sevillana medicina” (1545) e “Historia Occidental de las cosas que se traen de nuestras indias occidentales” (1574). Otros médicos del periodo de la Conquista son Miguel Serveto, médico aragonés, Andrés Laguna, llamado “galeno español”, y Francisco Hernández, autor del libro “Medicarum Novae hispaniae Thesourus”.
El recorrido por la historia de la medicina por Emilio Robledo enseña que este saber ha tenido un proceso propio en Colombia, similar al de los otros países latinoamericanos y muy diferente al de Europa antes del Descubrimiento. El Nuevo Mundo fue el inicio de un intercambio y mezcla de herencias, en el que saberes y prácticas de la curación fueron centrales, a su vez aceptados y rechazados. Por una parte, enriquecieron la tradición médica greco-latina gracias a la extensa herbolaria indígena, y por otra, los europeos juzgaron las prácticas mágico-religiosas indígenas como actos contrarios a la moral y al credo cristiano. El cronista Bernal Díaz del Castillo describió el sacrificio de seres humanos, las costras de sangre en las escaleras de los templos y los tazones de sangre coagulada de prisioneros entre los aztecas en tanto ofrenda al dios Huitzilopochtli. Paralelamente, los españoles también describieron el uso curativo de la orina entre Incas y Aztecas, y otras prácticas más cuidadosas como el uso curativo del cordón umbilical entre los Incas, el cual guardaban y daban a chupar a los bebés cuando se sentían mal.
Las prácticas curativas indígenas fueron aprovechadas y rechazadas al mismo tiempo, haciendo de ese encuentro una paradójica relación. El uso de la Quina, del Paico (antihelmíntico), de la Huachanca (vomitopurgante), de la Chilca (febrífugo), el uso de los baños, de la Vira-vira, del Frailejón, y la habilidad para tratar heridas, fracturas y quemaduras generaron admiración entre los europeos. Por otro lado, muchas acciones y ceremonias del médico tradicional, llamado también Jaivaná (entre los Catíos), Mamo, Piache, la Machi (en Chile), Ogques o Jeques (muiscas) fueron entendidas como brujería o asociación con demonios. Se les comparó con el Shaman asiático y con los referentes que se tenían en Europa: magos, adivinos, embaucadores, brujos y nigrománticos.
El uso de otras plantas y preparaciones estimulantes, por ejemplo, a base de Cacao, Tabaco y Coca, y otras “visionarias” como la Banisteriopsis caapi (usada en el yagé o ayahuasca), la Datura arbórea (cacao sabanero), el Yopo y el Niopo, han generado una gran influencia desde entonces. Ejemplos de textos interesantes y muy conocidos sobre las drogas visionarias son “Las puertas abiertas de la percepción” de a. Huxley, “Las enseñanzas de Don Juan” de Castaneda y “Historia elemental de las drogas” de Antonio Escohotado.
Emilio Robledo también repasa brevemente los diferentes grupos étnicos en Colombia que estuvieron presentes durante la conquista y la colonia, acerca de los cuales da algunos detalles sobre sus prácticas iniciáticas, curas y uso de las plantas: taironas, arahuacs, motilones, patagoras, amani, panches o tapase, pijaos, gorrones (Cieza de León escribió que los gorrones eran grandes carniceros humanos y caníbales), paéces, cholos, guanacas, coconucos, guambianos, quimbayas, carrapas, irruía o irra, picaras, pozos, ansermas, guayupes o saez, guahibos o sikuanis, guajiros, muiscas, tunebos, laches y morcotes. Acerca de los guahibo el autor señala el uso que hacían del Yopo y el Tabaco, y del antiofídico a partir de la corteza del árbol “Marevare” (paloculebra) para curar la picadura de serpientes. En este punto es pertinente citar el estudio de 1989 del antropólogo Francisco Ortiz “Botánica médica guahibo. plantas medicinales, mágicas y psicotrópicas utilizadas por los sikuani y cuiba (llanos orientales de Colombia)” en el cual comparte una lista de 77 plantas con aplicaciones medicinales: https://repositorio.unal.edu.co/handle/unal/70733
“Robledo resalta que durante el periodo colonial 2 epidemias de viruela en el siglo XVI, una en 1566 y otra en 1587 que duró hasta 1600, habrían acabado con el 90% de la población amerindia de Colombia.”
La cuarta y quinta conferencia de Emilio Robledo son acerca de la implantación de la medicina europea y los estudios médicos hacia el final del periodo colonial y los primeros años de la república. Durante la colonia hay varios hechos de salud pública que Robledo resalta: 2 epidemias de viruela en el siglo XVI, una en 1566 y otra en 1587 que duró hasta 1600, de las cuales se cree que acabaron con el 90% de la población amerindia de Colombia. El tabardillo o peste de Santos Gil en 1633, la confluencia de brotes de tifus y viruela, diversos brotes de tifus exemático en Santa fe de Bogotá en 1639 y una nueva epidemia en 1688, todo lo anterior permite hablar de un contexto de despoblamiento del virreinato de la Nueva Granada.
La medicina que traían los españoles era básica comparada a la diversidad de la etnobotánica del Nuevo Mundo. Los españoles usaban “piedras de la cruz” o “Bezares” o “Bezoares” a manera de talismanes, que curaban supuestamente todos los males. La oración cristiana invocando la sanación tampoco está afuera de las prácticas mágico-religiosas europeas. El fuego y el cuchillo para cortar y quemar, la cura con oraciones y la práctica de ropabarbas, algebristas, boticarios, flebotomianos, y el uso del ajo, componían el universo médico de los españoles. Más adelante y por influencia de la Ilustración, Emilio Robledo señala que en el siglo XVIII despertó el espíritu científico en España y en ese contexto llegaba a la Nueva Granada el médico del Virrey Pedro Mejía de la Cerda en 1760: José Celestino Mutis. “El sabio Mutis” trabajó como sacerdote, médico, matemático, mineralogista, dirigió un observatorio astronómico y hacia el final de su carrera dirigió la célebre expedición botánica.
Siglo XIX
Emilio Robledo confiaba en el progreso científico y en algo que él llama “la ley de constancia intelectual”, gracias a lo cual la profundización en el conocimiento por parte del ser humano era algo constante. Subraya que, por lo tanto, las nuevas perspectivas científicas europeas del siglo XIX y de inicios del siglo XX repercutieron en Colombia y dieron forma a sus universidades.
Robledo describe que a incios del siglo XIX la escuela inglesa de John Brown tuvo cierto peso; según ésta los tejidos vivos son “exitables” y “no irritables”. Las enfermedades serían “esténicas” o “asténicas”, es decir, que excitan más que deprimen. La terapéutica consistiría en dar medicamentos para “excitar” o “deprimir”, debido a lo cual se podría recetar alcohol u opio. Baas afirma que esas ideas mataron a más gente que las guerras napoleónicas. El médico Jervis, inglés y representante de la escuela de Brown, estuvo en Colombia en 1826 y 1826.
La segunda escuela decimonónica influyente era la Escuela francesa de Broussais. Afirma lo siguiente: “La vida depende de la irritación, especialmente a causa del calor, el cual excita los procesos químicos del cuerpo” (1959 :104). Esta escuela entendió la gastroenteritis como base fundamental de la patología humana; además, recomendaba frecuentemente la práctica de sangrías. Más allá de estas dos escuelas, el siglo XIX estuvo lleno de avances médicos. Por ejemplo, René Laenec inventó el estetoscopio y Pierre Louis fundó el estudio estadístico médico. Estos dos últimos, importantes críticos de la escuela de Broussais. Los nuevos médicos colombianos fueron permeados por las innovaciones y debates, ya que muchos de ellos estudiaron en Inglaterra y Francia.
Ya que el libro es el resultado de unas conferencias, Emilio Robledo cierra su intervención exaltando su base ética, el juramento hipocrático y el culto a la vida. Reconoce que la medicina es una de las profesiones más difíciles en el mundo, al tiempo que obliga a convivir con la crítica y la modestia. Situado en los años 50 del siglo XX, Robledo habla de la misión divina de aliviar el sufrimiento, lo cual, más allá de nuestra afinidad religiosa o no, resalta la cercanía de la medicina con lo sagrado, con la “creación” o la vida. Tanto los indígenas como los españoles de la época de la Conquista usaban rezos, cánticos y oraciones para aliviar el dolor y tratar la enfermedad, acciones que fueron despreciadas por no tener base científica. Pero poco a poco se ha observado el efecto de la palabra sobre la salud, lo que no era baladí para Robledo: “A un enfermo le es indispensable algo más que las drogas: la palabra consoladora del médico, que a menudo posee mayor virtud reconfortante” (1959: 111). Palabras e ideas que impactan sobre el sistema simpático y parasimpático, influyendo en el sistema endocrino y en la salud como totalidad.
Emilio Robledo cierra el libro invitando a mantener elevados los corazones a las cimas de la moral, para que los pacientes sepan apreciar los servicios del médico, así como dice una cita de Séneca en su libro De los beneficios: “Hoc cum factum est, tam medico quam praeceptori pretium operare solvitur, animi debeteur” (Cuando se ha hecho esto, tanto el médico como el maestro reciben el precio del trabajo, el alma es la deudora.).
Muy interesante y nutritivo. Recomendable altamente para estudiantes y profesionales de medicinas y ciencias afines.