Todos los fuegos el fuego es un relato que Julio Cortázar (1914 – 1984) publicó en el año 1966. Originalmente publicado en un libro de cuentos con el mismo nombre y que en total incluía 8 títulos: “La autopista sur”, “La salud de los enfermos”, “Reunión”, “La señorita Cora”, “La isla a medio día”, “Instrucciones para John Howell”, “Todos los fuegos el fuego” y “El otro cielo”. Una de las características que más sorprenden de este relato es que cuenta dos historias paralelamente, las cuales ocurren en un tiempo diferente. Las dos historias son muy distintas, pero tienen un punto en común (o varios). Ese punto en común es la manera en que las dos líneas narrativas terminan, revelando así el sentido del título del cuento.
La primera línea narrativa en Todos los fuegos el fuego es acerca de una arena de gladiadores en la Roma antigua, donde un procónsul tiene cierta tensión con su esposa Irene. Están a la espera de que un gladiador llamado Marco haga su entrada para enfrentarse a otro gladiador. La segunda línea narrativa es acerca de una llamada telefónica entre Roland Renoir y Jeanne, quienes muestran cierta tensión en su comunicación.
Visto desde más cerca, la tensión entre el procónsul y su esposa Irene en el palco imperial de la arena, y la tensión entre Roland y Jeanne en su llamada telefónica, también son un punto en común entre las dos mencionadas líneas narrativas. Un punto en común humano: la tensión y la traición en una pareja.
Es muy interesante que convivan estas dos historias en el relato, pero más sorprendente es la manera en que se intercalan narrativamente. Al principio, las dos líneas están separadas en párrafos. El primer párrafo es acerca del procónsul e Irene y el segundo es acerca de Roland y Jeanne. No obstante, después solo falta un punto seguido, en el mismo párrafo, para que cambie la realidad narrada. En un mismo párrafo, por ejemplo, empieza contando el inicio de la batalla entre Marco y el enorme gladiador nubio que terminará matándolo, y después de un punto seguido, continúa con la confesión que Sonia hace a Jeanne. Como lector, hay que estar mínimamente atento para seguir este ritmo, lo cual demuestra esa intención que Julio Cortázar tenía de volver al lector cómplice de la obra. Cómplice porque lo obliga a implicarse más en la lectura. Cómplice, porque los sucesos narrados obligan al lector a imaginar, a completar el drama, a sacar conclusiones, porque Cortázar no te cuenta absolutamente todo lo que está sucediendo, deja espacios, intencionados vacíos para que el lector complete. Esta búsqueda, esta intención de Cortázar para exigir al lector su atención es única en la literatura argentina e hispanoamericana.
En el cuento «La señorita Cora», la narración también cambia de personajes, incluso de una forma más inmediata. No hace falta un final de párrafo, ni siquiera un punto seguido. Basta una coma para que otro personaje empiece a hablar. Al principio, esto choca con el hábito que el lector pueda tener al leer literatura más conservadora, pero pronto el cerebro es capaz de seguir esta propuesta narrativa. Cortázar se caracterizó por explorar la forma de narrar, poniendo el punto sobre la i, tal vez, con su novela Rayuela.
Al final de Todos los fuegos el fuego (magnífico título) las dos historias se encuentran: el fuego hace su aparición tanto en aquella antigua arena como en la escena de la llamada telefónica en un apartamento contemporáneo. En ambas realidades ocurre un incendio. En los dos relatos el fuego, el ardor, domina el desenlace de los sucesos, y en la narración los relatos mismos se “queman”. No se sabe qué pasa después, si el fuego acaba con los personajes o si se salvan. No importa, está en el lector completarlo, si quiere. El cuento es solo un fragmento en la vida de sus personajes. El cuento como género, mucho más que la novela, es apenas un fragmento. Tal vez, el título «Todos los fuegos el fuego» se debe a que no importa en qué circunstancias se de el fuego, siempre pasa lo mismo, el fuego quemando, y también que al igual que el fuego, no importa en qué momento de la historia, el “fuego” entre las parejas, entre las personas, la tensión entre el amor y el odio, es siempre la misma.