El rapsodo Ion regresa de las fiestas del dios de la medicina, Asclepio, en Epidauro, y se encuentra con Sócrates. Viene de una competición de rapsodos, cantores ambulantes a través de los cuales se difundían los grandes poemas épicos. Se puede decir que el tema principal de este diálogo de Platón es la “inspiración poética” y se introduce cuando Sócrates declara su admiración por los rapsodos, por “frecuentar a todos los buenos poetas y, principalmente, a Homero el mejor y más divino de ellos, y penetrar no solo sus palabras sino su pensamiento” (530 b). Cómo pueden “penetrar” en el pensamiento de los poetas, o gracias a qué poder o saber son capaces los rapsodos de interpretar el discurso del poeta, es lo que Sócrates indaga junto a Ion. Se hallará que no es una ciencia o una técnica lo que hay en el arte de los rapsodos, sino una suerte de inspiración, una fuerza divina derivada de las musas. Esta fuerza divina actuaría como una cadena que empieza en lo divino, llegando hasta el público que escucha los poemas y se emociona con ellos.
Se cree que el diálogo ocurre entre el año 394 y el 392, ya que Ion menciona en algún momento que en ese entonces Éfeso, su lugar de origen, era gobernado por Atenas, lo cual está documentado históricamente. En el diálogo solo hay dos personajes, Ion y Sócrates. Este diálogo es uno de los más cortos (solo 21 páginas) y hace parte de los llamados diálogos tempranos de Platón, aunque investigadores como Constantin Ritter han puesto en duda que en realidad haya sido escrito por el filósofo de “grandes espaldas”. En la antigua Grecia, a diferencia de los rapsodos, quienes solo eran intérpretes, los Aedos componían sus propias obras poéticas y usualmente tocaban la cítara. Homero es el aedo más destacado de la historia griega.
Ion no puede hablar sobre Homero gracias a una técnica o ciencia
Las indagaciones de Sócrates comienzan cuando pregunta a Ion si puede hablar con tanta propiedad sobre Hesíodo y Arquíloco como lo hace sobre Homero, ya que los tres fueron poetas que hablaron sobre los mismos temas. Además, ya que en algunos pasajes tanto Homero como los demás poetas hablan sobre la adivinación, ¿es posible que Ion hable tan bien sobre la adivinación como lo haría un adivino?
Ion responde que no. Solo es experto en recitar a Homero. De hecho, dice que se siente espabilado cuando habla de Homero y adormilado cuando se habla de otros poetas. Entonces Sócrates le explica que su actividad está influenciada por una inspiración o posesión divina y no por una técnica que pueda aplicar a casos variados. Esto dice Sócrates: “tú no estás capacitado para hablar de Homero gracias a una técnica y ciencia; porque si fueras capaz de hablar por una cierta técnica, también serías capaz de hacerlo sobre otros poetas, pues en cierta manera, la poética es un todo ¿O no?” (532 c) y complementa que: “no es una técnica lo que hay en ti al hablar bien sobre Homero […] una fuerza divina es la que mueve, parecida a la que hay en la piedra que Eurípides llamó magnética […] Así también la Musa misma crea inspirados, y por medio de ellos empiezan a encadenarse otros en este entusiasmo” (533 d). En el panteón de la Grecia antigua había 9 musas (Calíope, Clío, Erató, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania), diosas hijas de Zeus y Mnemosine. Eran las señoras de las artes, siendo Calíope, la musa de la retórica y la poesía épica. La explicación de Sócrates es entonces, en parte teológica. Las dos citas anteriores son muy interesantes, al leerlas me he enterado de que en Magnesia (Tesalia) había una piedra con propiedades de imán. Pero más allá de la anécdota, la cuestión de fondo es una pregunta epistemológica: ¿Cómo y dominando cuál método Ion puede hablar con tanta propiedad, emoción y pasión sobre Homero? ¿Solamente porque ha aprendido la Ilíada y la Odisea de memoria? ¿No hay una técnica que haya aprendido alguna vez?
Ion y todos los artistas están endiosados o posesos por una fuerza divina
Endiosados, posesos, influenciados, predispuestos, dementes, inspirados, así describe Sócrates el estado por el cual los artistas y los rapsodas como Ion logran hablar y expresarse tan bien sobre Homero o sobre cualquier otro poeta y transmitir toda una emocionalidad al expresarse. Si no, ¿cómo es posible que el poeta Tínico de Calcis hiciera solo un poema memorable? Sócrates lo pone de ejemplo para demostrar que, si fuera por una ciencia o una técnica, reproducible, habría logrado reproducir la misma “fórmula” y componer más poemas memorables. Supone que Tínico solo estuvo “poseído” una vez. En esta reflexión se deja ver la indagación sobre un problema que recorre a la filosofía de Platón: el problema de lo uno y lo múltiple, una idea o forma única de la que derivan todas las posibles expresiones o reproducciones.
Sócrates remarca que “el poeta […] no está en condiciones de poetizar antes de que esté endiosado, demente, y no habite ya más en él la inteligencia” (534 b). Interesante afirmación que sugiere una separación entre razón e inspiración. También hace un guiño al inconsciente como elemento participante en la creación poética o artística, lo cual resulta sorprendentemente contemporáneo.
Pero el diálogo Ion no es la primera vez que se menciona el tema de la inspiración poética. En la Apología de Sócrates, el filósofo también habla de la inspiración de los poetas cuando expone el porqué de su comportamiento indagando a todos acerca de lo que creen saber: “Así pues, también respecto a los poetas me di cuenta, en poco tiempo, que no hacían por sabiduría lo que hacían, sino por ciertas dotes naturales y en estado de inspiración como los adivinos y los que recitan los oráculos. Una inspiración semejante me pareció a mí que también experimentaban los poetas” (22b-c). Con Ion, el diálogo concluye que no es técnica, es una inspiración divina, que emana de la musa. Este poder divino invade a los poetas y artistas, al igual que a profetas y adivinos.
¿Pero qué es lo que en realidad sabe Ion?
“¿De cuál de los temas de que habla Homero, hablas tú mejor?” le pregunta Sócrates. Ambos citan pasajes de la Ilíada y la Odisea en los que se habla sobre las técnicas del adivino, el médico, el auriga y el pescador; así como ellos, cuáles serían los asuntos y temas del rapsodo; la respuesta de Ion no podría ser más ambigua: “Sobre aquellas cosas que son propias que las diga un hombre o una mujer, un esclavo o un libre, el que es mandado o el que manda” (540 b). Disparatadamente, Ion llega a afirmar que podría saber y ejercer como lo haría un General del ejército y que eso lo ha aprendido de Homero; incluso, un rapsodo puede ser un buen general, pero no viceversa. Sócrates le dice que esa afirmación no es ni justa ni honesta. Pareciera que el texto tiene la intención de mostrar que el rapsoda es solo un interprete sin saber propio. De hecho, dice Sócrates que Ion es un intérprete de un intérprete, porque Homero también habría estado poseído por la inspiración divina y no porque fuera experto en una técnica o ciencia. No lo dice explícitamente, pero el texto sugiere que la inspiración o posesión divina, si bien permite expresiones tan admirables y emocionantes como las de los rapsodos, carece de algo que permita “crecer” como experto o conocedor de un área del conocimiento. La última frase de Sócrates en este diálogo resume bien el punto central: “Así pues, esto, que es lo más hermoso, es lo que te concedemos, a saber, que ensalzas a Homero porque estás poseído por un dios; pero no porque seas un experto” (542 b).