Víctor Alba tiene el mérito enorme de haber publicado en 1992 un libro sobre el envejecimiento cuando muy pocos intelectuales se atrevían a opinar críticamente sobre el tema y menos a situarse a sí mismos en la vejez.
Su Historia Social de la Vejez es uno de los libros más críticos e interesantes acerca del lugar dramático de la vejez durante el siglo XX. Con «lugar dramático» se quiere decir cuestiones como estas: la encrucijada del jubilado enfermo y dependiente, el jubilado con ingresos económicos muy bajos, ancianos que trabajan pero muy mal pagados, personas mayores excluidas y otras abandonadas, sin oportunidades de prosperar, y a nivel social, un modelo educativo que aún hoy ensancha la brecha intergeneracional. {Para estos comentarios y reseña he leído: Historia Social de la Vejez. Victor Alba. Editorial Laertes. Barcelona. 1992}
Alba comienza el libro de Víctor Alba subrayando una «obviedad» que pocos se han atrevido a pensar críticamente: «se equipara juventud con lo deseable y vejez con lo indeseable. Ser joven es bueno y ser viejo es malo» (pag.11). Pero ¿Por qué ser viejo ha llegado a ser tan mal valorado?
¿Por qué ser viejo ha llegado a ser tan mal valorado?
Victor Alba contesta, citando a Edgar Morin, que vivimos en la época de la «devaluación universal de la vejez» (pág. 168). Una era a favor del culto a la juventud. El sistema educativo del siglo XX (y aún en el siglo XXI) no preparó a los jóvenes ni siquiera para imaginar que tal vez llegarían a viejos, por el contrario, reforzó la esperanza e ilusión en la eterna juventud.
El sistema ha arrinconado al viejo, lo ha segregado, lo ha desplazado. En tanto trabajador lo ha separado de la producción y ha limitado su capacidad de consumo. No obstante, el capitalismo es salvaje y recursivo y en el siglo XXI está creando un nuevo y poderoso nicho de mercado en torno de las personas mayores. ¿Pero qué personas mayores están incluidas o excluidas del mercado del bienestar de la tercera edad?
En muchos casos el viejo o el anciano, obligado a jubilarse entra en una crisis de sentido cuando se «retira»: cuando por fin tiene tiempo libre, la jubilación, si la tiene, le otorga una remuneración económica mucho inferior de lo que, trabajando, le permitía pagar (consumir) los gastos de su vida cotidiana; además, cuando goza del tiempo para explorar la vida por fuera del trabajo asalariado, en muchos casos su salud no le permite sino estar en casa, en una residencia o un ancianato.
Como si fuera poco, los adultos los perciben inevitablemente demasiado cerca de la muerte, y los jóvenes los ven como su antítesis ontológica. Aunque el libro sea del año 92, el anterior análisis de Víctor Alba seguirá siendo válido para el siglo XXI.
los más jóvenes trabajan la tierra, los más viejos transmiten el conocimiento. Y así ha sido siempre
Cabe aclarar que la jubilación fue un triunfo de las reivindicaciones sindicalistas obreras en Europa a finales de siglo XIX. Por lo tanto la jubilación es un derecho. Pero ha tenido diversos usos y connotaciones. (Ver más sobre el origen de la jubilación)
El libro Historia social de la vejez es un aproximamiento «free style» al tema del envejecimiento, porque el autor no se encasilla en ninguna escuela académica, y contiene tantas notas y pensamientos interesantes que es muy difícil reseñarlo y estar satisfecho con la reseña. A continuación algunos de los temas más importantes en el libro y que a su vez lo ordenan:
Edad biológica y Edad Social
Victor Alba afirma que el cerebro «crece» toda la vida, que su actividad puede sobrepasar el natural decaimiento del restos de los órganos, por lo cual, afirma, la vida está dividida en dos edades distintas: una en la que predomina el organismo y otra en la que predomina la actividad intelectual.
Es una buena forma de sugerir la división del trabajo en función de la edad: los más jóvenes trabajan la tierra, los más viejos transmiten el conocimiento. Y así ha sido siempre, sugiere el autor.
Consecuentemente Alba propone el concepto de «Edad Social«, con el cual valora el lugar del ser humano no solo por su edad biológica, sino en relación a sus funciones, trabajo, actividades y posición en la familia y la sociedad. La infravaloración de la vejez en la sociedad industrial es un punto que este autor critica fuertemente.
Los ancianos al poder o gerontocracia
El autor se pregunta en qué momentos y bajo cuáles modelos organizativos los ancianos han estado en el poder. Parece ser que cuando los ancianos fueron más escasos, menos comunes, fueron mejor valorados. En comunidades tradicionales, en las sociedades campesinas y en las religiones, el poder ha llegado a estar en manos de los ancianos (en los ancianos de la élite en muchos casos). El respeto por los antepasados en diversos pueblos africanos, por ejemplo los pueblos Bantú, ha favorecido la gerontocracia en algunas sociedades.
«Durante milenios la vejez es un estado excepcional ante el cual caben, al parecer, dos actitudes: el respeto o la eliminación. El primero ha sido más frecuente que el segundo.» (pag. 31). Al parecer, entre las tribus germánicas nómadas, tenía cierto honor la eliminación del anciano y se valoraba positivamente ahorrar lo que él gastaba o consumía. Por el contrario, en las sociedades agrícolas (por ejemplo el mundo cristiano de la Edad Media) el respeto al anciano era muy exaltado, y el sedentarismo permitió que la edad permitiera una primera acumulación de propiedades. Empezando el siglo XIX por primera vez los ancianos (las primeras generaciones de burgueses ancianos) tenían mucho poder, sin embargo, esto no conllevó una solidaridad de edad; los viejos pobres, eran desposeídos y olvidados. Solo hasta mitad de siglo XIX se empezaron a dar las primeras leyes de ayuda del Esado para pobres y ancianos.
Aumento de la expectativa de vida
La expectativa de vida se ha incrementado exponencialmente con la industralización. En la Roma imperial era de tan solo 25 años, en el siglo XVII 30 años, en 1900 era de 44 años, en 1915 era de 54 años, en 1950 era de 65 años en Europa, y en el siglo XX es de 80 años.
Longevidad y esperanza de vida: de Roma Imperial a Europa S.XXI |
Roma Imperial | Edad Media | Europa S.XVII | Europa 1900 | Europa 1950 | Europa 2000 |
25 años | 25 años | 30 años | 44 años | 65 años | 80 años |
Desde 1870 la expectativa de vida empezó a aumentar aceleradamente en Norteamérica y Europa: «en Francia era de 40 años en 1840; en Inglaterra de 41 años; en Estados Unidos de 39 años; en Alemania (en 1871) de 37 años. La esperanza de vida al nacer había subido a 51 años en Estados Unidos en 1910, a 54 años en Francia en 1920; a 57 años en Alemania en 1926 y en Inglaterra en 1922. En 1931 era de 61 años para los blancos norteamericanos y para los suecos. En el Japón, de 1880 a 1920 había pasado de 40 a 51 años.» (pag. 86).
Los miedos de la sociedad hacia la vejez
Victor Alba afirma que el común denominador que ha determinado la percepción social de la vejez es el miedo. En especial el miedo a la muerte: «el joven medieval sabía que le quedaban pocos años de vida, porque ya había visto morir a muchos adultos. Pero jóvenes y adultos de hoy… ven sobretodo morir a los viejos. Se sienten lejos de la vejez, por lo que la muerte se aleja no solo cronológicamente sino mentalmente» (Pag. 164).
Ciertamente, Victor Alba cierra el libro invitando a que la sociedad aproveche los recursos potenciales de la creciente franja de personas mayores, y que la educación entregue otra «versión» del envejecimiento y otra conciencia frente a la muerte: … «educar para que la vejez no sea la antesala de la muerte, para que esta llegue a los viejos como en ocasiones llega a los jóvenes, es decir, no porque sean viejos sino porque son mortales» (pag. 167).
Hola, muy buena reseña.
Me gustaría leer el libro de primera mano ¿tendrás el libro en pdf o similar?
Lo he buscado por todas partes y no lo encuentro, creo que ya no lo venden 🙁
Saludos
Hola Cristina.
Gracias por el comentario. El libro no es fácil de encontrar. Yo lo encontré en una biblioteca pública…. no lo tengo en pdf… tal vez si lo preguntas directamente en la editorial.
Un saludo